Capítulo 8

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Con decisión, el príncipe abandonó su morada para ir en busca de Jungkook y rogar por su perdón. Deambuló por los alrededores por largo tiempo, suplicando a los dioses su perdón y la ayuda de los mismos, pero ninguno de ellos quería interferir pues nadie quería ganarse el odio de Hyuna. Taehyung al ya no saber qué más hacer ni a dónde ir, decidió acudir a Hyuna y pedir su perdón en un intento de reconciliarse con ella y su hijo.

Por otro lado, Jungkook se encontraba en el palacio de su madre curando sus heridas. Hyuna al enterarse de lo sucedido ardió en furia y solo causó que el odio que tenía hacia el príncipe aumentara desmesuradamente. Pero aún cuando la ira de su madre fuera evidente, Jungkook solo podía concentrarse en su dolor y el deseo de volver con su amado Taehyung, pues a pesar de lo sucedido, él seguía amándolo con locura.

Cuando Taehyung llegó al palacio de la diosa, esta lo miró con odio y repudio. Guiada por la ira y los celos, lo primero que hizo la diosa fue ordenarles a sus servidores Inquietud y Tristeza que atacaran al joven. Ellos obedecieron a su ama y atacaron a Kim, quien en cuestión de minutos terminó en el suelo con la ropa rasgada, el pelo desordenado y heridas en su piel.

Hyuna al estar satisfecha con el aspecto demacrable del joven, se acercó a él y lo miró con repulsión, pero con una sonrisa maliciosa adornando su bello rostro y su lengua venenosa soltó palabras inyectadas en odio.

-¿Qué haces aquí? -preguntó la diosa.

Taehyung la miró con ojos llorosos.

-V-Vine a ver a mi esposo y rogar su perdón.

-¿Quieres ver a mi hijo? -Taehyung asintió ligeramente y ella soltó una sonora carcajada.- Eres un descarado. ¿Luego de lo que hiciste osas a venir a mi palacio y pedir ver a mi hijo? ¡Por Namjoon! Tu traición no tiene perdón, ¿no sabes que mi hijo aborrece tu presencia y no desea volver a verte? -mintió con descaro, no estaba dispuesta a que ese inferior sea el cónyuge de su hijo-. No eres más que un ser vulgar. Un criado que no merece ser amado por nadie -soltó la diosa sin ninguna pizca de tacto, mientras que Taehyung se sentía aún más miserable por las verdades que la boca de Hyuna soltaba-. ¡Mírate! Ni siquiera cuidas tu propia apariencia. No eres digno de mi hijo. No eres digno de un dios.

Taehyung bajó la mirada sintiendo su pecho doler, él sabía que no era digno de Jungkook, más no queriendo aceptarlo.

- Tal vez debería entrenarte -se dijo ella-. Te encargaré cuatro tareas. Deberás cumplirlas si en verdad deseas que escuche tu ruego y te deje ver a mi hijo.

La diosa mandó a sus subordinados a traer una gran variedad de semillas. De inmediato, Taehyung se vio rodeado de todo tipo de semillas, había de trigo, amapolas, mijos y demás. El príncipe miró extrañado a aquella hermosa mujer, esperando paciente sus ordenes.

-Por tu propio bien, deben estar todas separadas y clasificadas para esta tarde -ordenó ella con una sádica sonrisa en su bello rostro.

La diosa se retiró del lugar riendo a carcajadas de manera diabólica, dejando atrás al joven. Taehyung se dejó caer en el suelo, decidido a cumplir con la orden de Hyuna. Pasaron largos minutos intentando realizar aquella tarea tan difícil e imposible, pero al final no pudo hacerle frente. Él sentía ganas de llorar de la impotencia que tenía, ¡aquello era algo imposible de hacer! Se quedó ahí, admirando esos pequeños granos por largos minutos.

Él, que jamás despertó compasión de nadie en el mundo de los mortales ni de los inmortales, en esta penosa situación suscitó la piedad de las más pequeñas de las criaturas, las hormigas.

-Venid, compadeceos de esta pobre criatura. Ayudémoslo, pronto -se decían unas a otras.

Todas respondieron a este llamamiento; vinieron en masa y trabajaron arduamente separando y amontonando, y lo que fue un montón informe se convirtió en una serie de montoncillos bien ordenados, compuestos cada uno por una variedad de semilla.

Así lo encontró Hyuna a su regreso, y al verlo se puso furiosa.

-Aún no has terminado tu trabajo -le dijo.

Le dio un pedazo de pan a Taehyung y le ordenó dormir en el suelo, mientras ella se tendía en su lecho blando y perfumado, digna de la comunidad de un dios. Si lo podía obligar por largo tiempo a un trabajo duro y penoso, e incluso hacerle pasar hambre, la bellaza odiosa de este muchacho no lo podría resistir, esta desaparecería y ya no habría nadie más que opacara su belleza entre los mortales.

Entretanto, impediría que su hijo abandonara la habitación donde todavía se encontraba, sufriendo a causa de su herida. Hyuna se sentía satisfecha por el cariz que tomaban los acontecimientos.

El Amor y el Alma •ᴷᵒᵒᵏᵛ•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora