>> LLÉVENSELO <<

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Diario de Mauricio —nota 11—:
"Es el momento de quemar esta evidencia".

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Ahora sí, el capítulo 29, el penúltimo, está aquí. No olviden votar, comentar y compartir.


Siento que mi vida está a punto de culminar y estoy decepcionado por haber reaccionado tan tarde. Lamento toda la crisis que vendrá con la muerte de Emilio, tras la mía. Tengo miedo, sin duda, le temo a la muerte. No obstante, es la consecuencia que debo pagar por mis acciones.

Dejo mi vida en sus manos, diosa Luna.

Sin embargo, no morí, pues el general Diego, en su forma lobuna, se abalanzó contra Mauricio, alejándolo de mí. Entonces, mi Alfa llegó a mi lado y me acunó entre sus brazos, incluso besó mi frente, transmitiendo protección. De esa forma, mis energías se recargaron y pude reaccionar.

—¡Emilio! ¡Gracias! —exclamé sollozando, sin intenciones de alejarme nunca más.

—Tranquilo bebe... —susurró.

Mientras tanto, el general logró inmovilizar a Jungkook, luego de un poco de resistencia. Además, los coroneles aprovecharon para rodearlo y apuntar sus armas. Lucia derrotado, aunque su mirada seguía igual de furiosa y fría, como si, en realidad, no lo tuviesen entre la espada y la pared.

—Parece que usted ha ganado, su majestad —dijo con burla.

—No tienes derecho de dirigirte a mi persona. Serás ejecutado por traición a Agustina, por intento de asesinato a tus reyes y por las muertes del guardia Leandro, el coronel Daniel y la sacerdotisa —contestó Emilio con voz firme y gruesa.

Por mi parte, no pude evitar que las lágrimas brotaran de mis ojos. Me duele más de lo que pensé. Mauricio ha sido mi mejor amigo desde que tengo memoria; me ha apoyado, me ha cuidado; hemos reído, hemos llorado; hemos estado juntos por tantos años que no puedo imaginar una vida sin su amistad. Puede que ahora tenga a mi Alfa, pero su compañía no suplirá lo que tengo con Jungkook. Por eso, me quema el pecho y no puedo evitar romperme.

—A pesar de que aparentemente usted ha ganado, en realidad, no lo ha hecho —añadió Mauricio.

—¿A qué te refieres?

—Joaquin nunca será feliz a su lado. Usted no lo conoce, no sabe cómo es...

Llévenselo —lo interrumpió usando su voz de Alfa, paralizándome de golpe. Por lo tanto, el general Diego ató sus manos y lo hizo avanzar para llevarlo al calabozo antes de su ejecución.

—¡Nunca logrará hacerlo feliz! —gritó antes de que un coronel lo pateara para callarlo de una vez.

Por mi parte, no pude articular ni una palabra, pues, desde que Emilio utilizó su voz de mando, mi cuerpo se negó a reaccionar. Sin embargo, logré tranquilizarme por su delicioso aroma a menta y pistachos.

—Joaquin...

—Alfa...

—¿Te encuentras bien? —preguntó después de soltarme para sentarse a mi lado.

—Estoy mejor —contesté con una sonrisa forzada, ya que me sentía como si me hubieran arrebatado algo muy preciado.

—Joaquin, hoy decapitaremos a Mauricio públicamente, como ordena la Ley, y te necesito presente... Sé que es muy doloroso para ti, mas es nuestra responsabilidad como reyes.

—Lo sé, pero no quiero —susurré.

—Lamentablemente, tu asistencia no está a discusión —contestó con una voz suave, mostrando que estaba atado de manos.

—Entiendo... —Suspiré— ¿Podrías abrazarme un rato más, por favor?

—Sí —respondió antes de estrecharme amorosamente entre sus brazos—. Te amo, Joaquin.

—Y yo a ti.

El Omega del Rey [✔] © # [Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora