Capitulo#17 La mordida.

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Sentí pasos subiendo las escaleras, se detuvieron frente a la puerta, tocaron suavemente con los nudillos.

—Adelante.—dije.

—Hija, baja a almorzar.

Era la voz de mi madre. ¡Todavía me llamaba hija!, aunque podía ser por costumbre, aún así se sintió bien.

—Un momento.

—No demores. Te estamos esperando.—continuó diciendo detrás de la puerta cerrada.

Mi madre no entró en cambio sentí sus pasos de retirada. Almuerzo en familia. Creo que seguía siendo parte de esta familia. Me animé, había estado muy deprimida.

Me lavé la cara. Quería borrar las huellas de mi llanto. Me maquillé un poco, solo para iluminar mi rostro. No quería que me vieran demacrada. Bajé con rapidez. Al llegar al comedor estaban los tres sentados, espérame. Me miraron en silencio. Caminé un poco insegura, estaban sus caras muy serias. Jalé mi silla cabizbaja y me senté.

—Tú tío nos contó que es lo que te gusta comer—habló mi padre algo cohibido.

Miré lo que tenía en frente. Sabía lo que era de antemano. Desde mi cuarto puedo distinguir y diferenciar todos los olores.

—Sí, Dominick me conoce bien.

—No le digas Dominick, es tu tío.

Me regañó mi padre tomándome por sorpresa.

—¡No lo es!—recalque.

Todas las miradas recayeron sobre mí, me sentí intimidada.

—Creo que metiste la pata.

—¡Silencio Leyla, no estoy para tí!

—Okey, me callo.

—Ahora que sabes que no eres nuestra hija biología, ¿no nos consideras tú familia?

Mi madre se veía muy dolida.

—No es eso mamá, ustedes siempre serán mis padres, yo los amo.

Estaba temblorosa, no sabía que decir o hacer.

—Entonces el problema es ¿solo conmigo?

Sí, es contigo Dominick, no te acepto como mi tío porque me gustas. Quise gritar pero me contuve. Ya era más que suficiente con la confesión de esta mañana como para echarle más leña al fuego.

—Es solo que mi tío nos dejó por mucho tiempo y aunque regresó aún estoy resentida.—dije en cambio.

No era del todo una mentira. Estaba resentida aún por su larga ausencia. Eso justificaba un poco mis duras palabras o eso creía.

—Tú tío tuvo demasiado trabajo, se encargó solo de su vida, no es justo que lo trates así—lo defendió mi padre.

—Está bien, lo siento—respondí conciliadora.

Creo que era lo más oportuno. Dominick me miraba con un gesto de dolor. No podía entenderlo. Por un lado me ignoraba y por otro parecía demasiado sensible a mis palabras.

—Comamos—ordenó mi padre.

¿Cómo me iba a comer esta carne sin agarrarla fuerte y meterle los dientes? Tomé un cuchillo y me dispuse a cortarla pero no calculé mi fuerza y el plato se abrió en dos mitades.

Alcé mi vista cohibida y me encontré tres pares de ojos mirándome fijamente.

—Lo siento, está muy dura.—me disculpé apenada.

Un cuerpo para dos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora