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Poché dio un largo y pesado suspiro antes de ingresar al local ese día. Nadie podría predecir que ocurriría. Largos ratos practicando cantar mientras se encontraba sola en su casa. Ataques de frustración. Malestares estomacales debido a los nervios. Perdida del sueño. A veces parecía un sinsentido lo mucho que estaba esforzándose para lograr tal estupidez, pero inmediatamente recordaba el rostro sublime de Calle, y lo que significaría para ella y parecía ser la cosa con más sentido del mundo.

Divisó a Calle atendiendo a un cliente. Esperó a que terminara su labor y la saludó.

-¿Aún quieres hacerlo?- preguntó ella. Su expresión tenía una sonrisa, pero no había que ser ningún genio para saber que se derrumbaría en caso de obtener un no por respuesta.

-Si -dijo algo tímida. No era momento para retractarse.

Calle sonrió, mordiendo su labio inferior. Tratando de ocultar una parte de su enorme  felicidad.

-Ven -dijo tomando suavemente su mano y comenzando a jalarla sin ser brusca.

No ingresaron en la pequeña habitación detrás del mostrador como era usual. Si no que se dirigieron al fondo. A un depósito. Repleto de cajas enormes de cartón. Estaban apiladas de manera ordenada. Una encima de otra. Estaban ordenadas según el tipo de instrumento y por distintas marcas y tamaños. Calle cerró la puerta al ingresar y le colocó seguro.

-Así podremos estar tranquilas sin que nadie nos moleste. Escogí este lugar porque es amplio y silencioso. Las paredes son muy gruesas entonces no se escuchan los sonidos al otro lado y viceversa.

Poché prestó atención y era verdad. Todo el ambiente había quedado en completo silencio. Ya no se oía el bullicio del centro comercial. Ni siquiera a lo lejos.

-También pedí como favor a Johann y Sebas que me cubran durante más tiempo el día de hoy. Así podremos disfrutar el momento. Tú sabes, sin prisas.

Poché sonrió. En verdad Calle estaba esmerándose mucho en esto. La siguió hasta un par de sillas enfrentadas que se encontraban más adelante en el depósito. Junto a una de las sillas de encontraba apoyada una guitarra color beige y marrón algo gastada por el uso. Supuso que debía tratarse de la antigua guitarra de Kim. Calle la tomó en sus manos, se sentó en la silla y la posicionó sobre su regazo. Poché se sentó frente a ella. Tenía sus manos aferradas a sus rodillas y temblaba un poco. No quería echar a perder todo.

-Relájate -la armoniosa voz de Calle la sacó de sus pensamientos- lo harás bien. Confía en mí.

La menor apenas asintió, aún bastante nerviosa.

-Déjame verificar que esté todo en orden un momento.

Acarició un par de cuerdas con sus finos y delgados dedos, tocando a penas unos escasos acordes. Calle estaba muy nerviosa, pero se mostraba confiada para transmitirle esa sensación de confianza a Poché y así no estuviera tan tensa.

-Bien. ¿Estás lista?- preguntó con una sonrisa.

-Si -dijo y pasó rápidamente la lengua por encima de sus labios para que no estuvieran resecos, ésta acción no pasó desapercibida por la mayor, quien de igual forma imitó el gesto.

Calle tronó sus dedos. Aclaró su garganta. Y comenzó a tocar la guitarra. Suaves y para nada forzados acordes formaban una melodía acústica. Poché tragó saliva. Pero extrañamente el ambiente la relajaba. Nunca había estado tan aislada del mundo con alguien más, siempre se encontraba dentro de su burbuja de pensamientos, sola. Pero ahora era diferente. Paz y tranquilidad en su forma más pura, compartida con Daniela. Con su persona favorita. Su Daniela.

La chica de los CDs | adaptación cachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora