Aquelarre

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Era un pésimo día para que estos dos jóvenes decidieran perderse en el bosque que se encontraba no muy lejos de su aldea.

Todos los días había un calor abrumador pero ese día el cielo estaba repleto de nubes grises, las ráfagas de viento no cesaban, los cuervos volaban en círculos y eso les llamo la atención a estos dos jóvenes.

Siguieron el rastro de los cuervos que los llevó a un viejo cementerio, varias tumbas estaban desenterradas. Cada agujero estaba vacío, a su lado estaba su ataúd pero los cuerpos no estaban. Buscaron con la mirada al responsable de ese delito y dieron con una joven muy hermosa pero muy desaliñada.

No lograron decirle nada, sus alientos se esfumaron porque esa muchacha se le veía muy tétrica con esas ropas, botas, la pala y el cadáver que empezó a cargar.

A pesar de qué el cuerpo estaba podrido a los cuervos les parecía una deleitosa comida.

Los dos jóvenes perdidos siguieron a la profanadora de tumbas que poco a poco se adentró al siniestro bosque.
La curiosidad los mataba pero también querían preguntarle cómo salir de ahí.

Llegaron a una pequeña cabaña en medio de ese sombrío bosque, se encontraban tres señoras de mediana edad, con ropas iguales de andrajosas.

Supusieron que también eran profanadoras de tumbas. Los dos mantuvieron su distancia cuando vieron a una de ellas degollar a una cabra para arrojarla en la enorme fogata. La joven también arrojó el cadáver que cargaba al fuego que empezaba a crecer cada vez que le arrojaban más cosas.

Los gritos de una de las ancianas eran en una lengua que nunca habían escuchado.

Las cuatro mujeres seguían arrojando cadáveres y no solo de humanos, también de animales.
Danzaron alrededor de la fogata hasta que ésta se hizo tan alta como un hombre corpulento, se convirtió en una silueta negra que no distinguían desde esa distancia.

Las mujeres observaban la silueta con tal asombro que pareciera que les estuviera hablando.
Después de un par de minutos se dieron cuenta que si les hablaba porque una de ellas le respondía moviendo los brazos y con cara de angustia.

A continuación las cuatro mujeres al mismo tiempo voltearon su mirada al lugar donde se encontraban los jóvenes.
El latir de sus corazones se incrementó más de lo normal porque era imposible adivinar su ubicación, estaban bien escondidos.

Se dijeron que fue la silueta que les confesó dónde estaban escondidos, no lo sabían pero la confusión y el miedo son una mala combinación cuando estás en peligro.

Dos de las mujeres flotaron en sus escobas y se dirigían a ellos, empezaron a correr sin mirar atrás. No sabían a dónde ir, a dónde correr no sabían que pasaría si los atrapaban. ¿Los arrojarían al fuego? O tal vez ¿Les cortarían el cuello como a la cabra?

Los pensamientos se convirtieron en distracción y no vieron venir a una de las brujas acercarse tanto agarrándolo por los tobillos. Cayó al suelo golpeándose fuertemente el rostro y cuando rápidamente quiso levantarse sintió un pisotón en su espalda.

Su amigo le dió una última mirada de desespero mientras la bruja le introducía una hoja fría de acero por la espalda que le atravesó el corazón.

El otro joven al ver esto quiso por un momento pelear con esa desquiciada anciana pero solo podía ver cómo esas dos brujas desollaban y descuartizaban a su amigo.

La ira, el miedo y la tristeza se apoderaban de el y cuando decidió irse la bruja más joven se le acercó por su izquierda dándole con la pala en la cara.

Pensaba que se acabó, que aquí moriría pero podía sentir como ella metía su cuchillo una y otra vez, podía escuchar la conversación de las otras ancianas, la bruja joven solo jugaba con su cuerpo como si fuera un saco de papas para luego sacar su corazón y compartirlo con las demás.

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