Capítulo 1

1.4K 100 82
                                    


Sesshomaru

Los segundos se volvían eternos sin su sonrisa en esta vida...

El hombre de traje dejó escapar el aire de sus pulmones con un sonido, que más que relajante, parecía frustrado.
Trataba ya, desde hace unos días, con una de las técnicas de relajación que el estúpido de Shido le había aconsejado, claro estaba que jamás lo admitiría.

Shido era aún más estúpido que su antigüo fiel sirviente Jaken. Ese pequeño ser que le había seguido durante años, y de no ser por su muerte, le habría seguido un milenio más.

—Maldita sea... —murmuró con los ojos cerrados, mientras ponía más derecha la espalda.

—Te ves ridículo.


Sesshomaru abrió los ojos para encontrar la mirada divertida del híbrido que le fastidiaba la existencia.

—Cierra la boca —le mandó callar mientras se ponía de pie y hacía como si nada hubiera pasado. Suficiente humillación por el día de hoy.


Inuyasha se acercó con una gran, y burlesca, sonrisa en el rostro.
—Conozco a alguien que te puede instruir, si es que tu nueva pasión será el Yoga, Sesshomaru.



El hombre hizo una mueca y tomó asiento de nuevo en aquella silla de cuero que se reclinó un poco hacia atrás por el peso ejercido en ella; dió la vuelta para quedar frente a los ventanales de cristal del rascacielos que era su compañía.
Una torre.
Una fachada para justificar su tan imponente estatus antes los humanos que no hacían más que inmiscuir su patética existencia en la vida de los que consideraban interesantes.

—Bueno... —comenzó a hablar el joven híbrido al ver a su hermano dirigir la mirada a otro sitio que no sea él —he hablado con la persona que se encargará de los asuntos fuera de Japón, no ha sido nada fácil localizar un centro de atención fuera del país. No es como si los Yōkai's o Hanyo's tuvieran un centro de recursos humanos... —pensó un momento— ...o demoníaco... ¡Ash! Cómo sea.



—Pensé que mis deseos habían quedado claros cuando expresé que el que debía ir serías tú —habló Sesshomaru con tranquilidad mortal.



Inuyasha tomó un pequeño vaso de cristal de la mesita elegante de tragos en la oficina de su hermano y se sirvió un poco de licor.

—Sí, sí, pero resulta, hermano —le miró algo divertido al ver la mirada asesina que el Yōkai le dirigía— que yo, a diferencia tuya, sí tengo una vida.



Sesshomaru no dijo nada.
Sabía perfectamente a lo que su hermano menor se refería, y si él estuviera en sus zapatos, haría exactamente lo mismo.

—Si algo sale mal...



Inuyasha le interrumpió.
—Yo seré el culpable —se bebió el resto del contenido del vaso de un sólo trago— Ya lo sé —Inuyasha miró unos segundos a su hermano perdido en el paisaje de un cielo infinito tras esos cristales. No dudaba qué era lo que él pensaba. Ni en quién pensaba— Oye, Sesshomaru... —un segundo después, a falta de la respuesta de éste, continúo— ¿Te has preocupado por buscarla?



Sesshomaru sintió un escalofrío en su espalda.
Era doloroso pensar en ella, ¿y ese imbécil pretendía que la nombrara en voz alta?
—¿Por qué no te metes en tus asuntos, Inuyasha? —dijo con aspereza.


—Bien... Sólo quería que supieras que si deseas yo puedo buscar...



—Inuyasha... —le interrumpió Sesshomaru con un tono que implicaba la paciencia que el Yōkai estaba perdiendo.



ALMAS DEL PASADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora