Capítulo 4

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"—Ésto —dijo levantando el frasco para que ella lo viera— es para ocultar la escencia demoníaca. ¿Por qué la anciana lo tendría si ella no era un demonio como dices? ¿O es que acaso tú lo eres? —acercó su nariz a ella y olfateó levemente su cuello.

No, no había indicios en ella de ser demonio. Ni ser Rin. Él guardaba la esperanza de ello, pero parecía que no era así.

—Yo... No lo sé —Amaya cerró los ojos al sentir el roce de las garras en su cuello— Por favor, estoy diciendo la verdad.

Sesshomaru hizo un pequeño corte en el cuello de la joven, nada aparatoso, solamente para que un poco de sangre se asomara por la herida, y de nuevo acercó la nariz para olfatear.

Nada.

La miró a los ojos, Amaya le miraba sonrojada y con los ojos bien abiertos.
Él se relajó y apartó la mano de ella, haciéndola exhalar el aire que estaba reteniendo.

—No puede ser cierto... —dijo la joven mirando el frasco que Sesshomaru tenía en la mano— Mi abuela jamás... —le miró a los ojos— Ella nunca...

—Ve por tus cosas —ordenó el demonio.

—No me voy a ir. Este es mi hogar, las personas comenzarán a...

—Mujer, me tiene sin cuidado lo que los patéticos humanos puedan decir o no. Esa sombra vendrá por tí, bien puedes quedarte y esperar a que te devore también, o puedes...

—¿También?

¡Carajo! ¿En dónde estaba Kagome cuando se le necesitaba?

—Se devoró el cuerpo de la anciana —dijo sin más.

Amaya bajó el rostro ocultando sus lágrimas. El alma de su abuela no podría irse del mundo sin que su cuerpo fuese enterrado en el lugar que ella había pactado. Estará condenada por la eternidad.

—Ve por tus cosas —repitió Sesshomaru. Observó a la chica dirigir sus pasos hacia la habitación— los demonios al morir no vamos a dónde los humanos. Nosotros no tenemos un alma que proteger de la perpetua desolación si no se le da un entierro digno a nuestro cuerpo.

Amaya detuvo sus pasos para escuchar al hombre.

—Tu abuela era un demonio —continuó Sesshomaru— Ella ha partido al Inframundo."

Mientras Amaya metía algunas pertenencias a una mochila, recordaba las palabras de Sesshomaru.

¿Qué su abuela era un demonio?
Aún no se lo podía creer. Para ella era imposible esa idea. Jamás la vio hacer nada extraño, a excepción de ese último día.

Miró su reflejo en es espejo del tocador blanco en su habitación, una foto pegada a el le hizo sonreír: Ella y su abuela cuando fueron á visitar el templo Daikaku para su cumpleaños número 16.

Tomó la foto y la metió a su mochila, dirigió su mirada a la pequeña cajita que resguardaba algunas cosas y tomó un anillo, tomó una peineta y un perfume que su abuela le obsequiaba religiosamente cada año, tomó algunas prendas de ropa  que yacían desordenadas sobre la cama y la alfombra, y mientras se disponía a cambiarse, escuchó el sonido de algo romperse fuera de la habitación.

....

Sesshomaru se cruzó de brazos mientras la vio dirigirse hacia una habitación con su nombre en la puerta. Ella había dicho que no sabía nada sobre el que la anciana sea un demonio, pero esa esencia en el frasco le indicaba que trataba de suprimir su aroma demoníaco. No era de buena calidad, parecía casero, sin duda alguna un demonio de baja categoría que no podía pagarle a una bruja ancestral para el trabajo de glamour. Pero esa niña no parecía poseer una pizca de aura o sangre demoníaca.

ALMAS DEL PASADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora