Capítulo 2

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Había una pequeña niña en un prado...
Esa pequeña niña hacía una corona de flores...
El viento sopló, y la niña no era ya más una, ahora era una adolescente con una larga cabellera castaña y un kimono violeta...
La adolescente se acercó a un hombre, no se le veía el rostro, pero sus manos eran portadoras de unas garras largas y peligrosas; esas garras se mostraban letales, sin embargo tomó el rostro de la joven con tal sutileza que el corazón de la espectadora comenzó a latir fuerte.

—Señor Sessh...

Un largo dedo se posó en los labios de la adolescente, que no era ya más una, ahora era una joven adulta, con una coleta baja y un kimono rosa. Ella se sujetó de la armadura en picos del hombre frente a ella.

—¿Estás segura, Rin? Porque después de esto, no habrá marcha atrás.

La voz de ese hombre hizo que la expectadora contuviera el aliento.
Era una voz familiar y a la vez lejana.
Los vio unir los labios en un beso íntimo que se hacía presente y cada vez más borroso.
Ella no podía hacer más, quería acercarse. Algo le llamaba a ocupar el lugar de la joven, sin embargo no podía moverse de ese sitio.

—Señorita...

Amaya enfocó la vista a la mujer que estaba frente a ella.
—¿Sí? —preguntó intentando no aparentar que estaba perdida de la charla.

—¿Qué fue lo que le pasó? —la mujer dejó la gasa médica cubierta de sangre en una mesita metálica, mientras tomaba otra para limpiar el otro brazo de Amaya.

La jóven, confundida, parpadeó un par de veces y miró su brazo.

¡Era verdad!
Estaba herida.

—Ya le dije, señora. Estaba peleando con su novio y yo me metí entre ellos.

La voz de un joven llamó la atención de Amaya, quien miró hacia su derecha en donde el chico con playera roja y cachucha se encontraba cruzado de brazos y mirando hacia otro lado con un gesto de irritación.

—Yo... —comenzó a decir la joven, mientras se ganaba la mirada curiosa del chico y la mujer a su lado— sí, estaba discutiendo con mi novio.

La mujer negó con la cabeza, mientras comenzó a aplicar un antiséptico a la herida.
—Tienes que denunciar, esto no puede ser posible. Por suerte no fueron cortes profundos... —comenzó a decir la mujer.

Amaya miró al chico a su lado, quien la miraba con curiosidad.
Después de unos momentos, luego de que la mujer le entregara a Amaya un folleto en contra de la violencia y medicamentos para el dolor, ambos salieron de la sala de emergencias.
El frío hizo que Amaya se abrazara así misma mientras posaba la espalda en la pared cerca de una parada de taxis.

Inuyasha detuvo su paso.
—Te puedo llevar.

La jóven negó con la cabeza.
—No entiendo... —miró a Inuyasha— ¿Qué era eso?

Inuyasha suspiró frustrado.
—¿No lo dejarás así, verdad? ¿Por qué tuve que hacerle caso a Kagome? —se reprochó— Bueno, eso era... —dudó un momento. Si le decía a esa niña, él podría quedar al descubierto. Pero a fin de cuentas ¿Quién le creería a esa joven? No es como si los demonios ahora fueran más creíbles como lo eran antes. Al pasar de los años, los humanos dejaban de creer. Dejaban de temer a lo que no veían. Y aún así nunca dejaron de ser tan indefensos a ellos— Era un demonio —las palabras que dijo Inuyasha quedaron tendidas en el viento, mientras el cabello oscuro y largo de Amaya se mecía hacia atrás.


¿Un demonio?
Amaya le miró con el entrecejo fruncido.
—Un...

—¡Ash! Sí. Un demonio —Inuyasha sacó las llaves de su bolsillo— Tonta, ¿crees que sólo los humanos habitan sobre este mundo?


ALMAS DEL PASADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora