Capítulo 15

97 15 46
                                    

En un intento de relajarme, me concentré más en la cita que en el encuentro con Savannah. La expectativa de esto último me podría arruinar la noche si no lograba controlarlo.

Quería un cambio de imagen así que necesitaba a Andmeé, mis uñas estaban pintadas de azul, se me antojó lucirlas en negro para la cita. Estuve a punto de levantar la bocina del comunicador cuando noté que el efluvio de ella permanecía lo suficientemente intenso como para sugerirme que seguía en la casa, así que la busqué.

Seguí el rastro hasta el cuarto de lavado y la encontré, en el rincón donde se separa la ropa sucia por texturas y colores, aferrada a una camisa que comprímia entre sus manos contra su pecho y su cabeza inclinada en ella, oliéndola. Era una camisa de Daniel.

Se asustó cuando me sintió.

Soltó la camisa de inmediato, dejándola caer con todas las demás que le pertenecían a mi esposo. Me apoyé en el marco de la puerta sin dejar de mirarla, realmente esta ni siquiera era la primera vez que la descubría haciendo eso, se había vuelto una costumbre.

—Necesito que me atiendas, voy a salir.

—Sí, señora— repitió igual que antes.

Era extraño que lejos de que en lugar de incomodarme, aquello me gustara. Quizás es porque el hecho de que ella lo anhelara, me demostraba que mi esposo era un hombre deseable. Eso o me estaba convirtiendo en una chica pervertida. Como fuera, yo presumía a mi marido, y cuando veía en ella cosas como estas, me sentía especialmente caliente.

Andmeé dedicó sus talentos para arreglar mis manos como le pedí. Sacando el esmalte anterior, masajeandome entre los dedos, preparando mi piel y mis uñas hasta terminar dejando en ellas el color elegido. Adoraba la sensación que me provocaban sus atenciones. Era cierto que cuando la descubrí recién ella tenía la camisa entre sus manos, pero yo la analicé. El olor que tenía la camisa (perfume de Daniel, su efluvio natural, nicotina, y el sudor que yo conocía muy bien) se desprendía de forma ligera de otras partes de su cuerpo. Me convencí de que ella se habría acariciado con la tela, no sus partes íntimas, pero si su pecho y su cuello. Tal vez había estado abrazando la ropa. Me concentré en su rostro, era seráfico y sensual. Ojos tímidos, labios pequeños, rellenos, y suaves.

No sé lo que me pasó.

Ella no me provocaba ningún tipo de cariño, yo creo que ni siquiera compasión. Yo no la había apartado de su Zethee porque ella me lo suplicara, sino porque a mí me divertía su amor frustrado. Así que no puedo decir que yo la quería, no sería cierto. Pero algo que yo había notado en mí, es que sí la encontraba cada vez más hermosa, como si se embelleciera día tras día.

Y en ese momento, sus encantos naturales y su deseo por Daniel me sedujeron.

Lo que hice a continuación no lo pensé, fue espontáneo, sin darme cuenta. Ella acariciaba mis manos, aplicando la última capa de crema. Yo las moví, atrapando las suyas con una y me incliné sobre la mesa que nos separaba para tomarle el mentón con la otra. Le hice acercar su rostro hacia mí. Y entonces le di un beso. Pero no fue algo tierno. Yo había abierto mi boca, atrapando sus labios entre los míos mientras que los suyos permanecían inmóviles en un primer momento, pero pronto cedió y también los separó para recibirme. Fue cuando saqué mi lengua para acariciárselos con ella antes de intensificar la unión de nuestras bocas que empezaron a chuparse.

La presencia de Daniel me sobresaltó a mí tanto como a Andmeé. Una décima de fracción de segundo antes de mirar a mi esposo, yo presumí que encontraría lujuria en sus ojos por habernos encontrado así, pero en su lugar lo que vi fue enojo.

—Déjanos— le ordenó a la esclava.

Ella empezó a recoger los productos que había utilizado en mí.

Corona de Sangre  | Libro 7Donde viven las historias. Descúbrelo ahora