Capítulo 16

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La camarera del restaurante donde decidimos comer no dejó de coquetearle a Daniel durante toda la atención. Él y yo estábamos actuando un poco distantes por lo sucedido, quizás ella pensó que seríamos amigos, hermanos, primos, o quién sabe qué. Para mi sorpresa no me sentí celosa con ella tampoco. Yo tenía todavía muy bien grabada la sensación que me dejaron las recientes palabras de mi esposo acerca de lo que sentía por mí. Quizás por eso no me importó demasiado el que ella escribiera su número telefónico en el ticket de la cuenta. A veces las personas no se dan cuenta de lo cerca que están de perder la cabeza. Literalmente.

Salimos de allí y nos subimos al auto.

Daniel había traído tres botellas de licores zansvrikos, uno de klanel, que es una bebida suave, esa para mí. Keraded, de termino medio. Y Lasj, la más fuerte y que yo no me había atrevido a probar. Su solo olor me hacía sacudir, pero al Zethee le encantaba.

—Me gustaría ir a un sitio donde seamos atendidos por vampiros— comentó mientras sacaba de la maleta donde estaban las botellas —El más cercano está en Argentina. Quizás el fin de semana.

Era habitual que tomáramos un poco de licor en el auto, al término de nuestra cena, si el restaurante era de administración humana. A diferencia de los sitios de administración zansvrika en donde nos podían servir distinto.

Cuando él se disponía a abrir una de las botellas, yo se lo impedí con una mano.

—¿Qué te parece si las tomamos en una habitación de hotel?— invité, queriendo limar asperezas.

Sabía que estaba algo reacio a mí, así que intenté ser lo más coqueta posible al proponérselo.

Se lo pensó.

Devolviendo la botella a su sitio, metió la llave en el suiche y encendió el motor. Me acomodé complacida. Me miré en el retrovisor pero me entretuve en el auto que nos seguía. Era incómodo saber que los demás veían a donde nos dirigíamos. No importaba cuánto tiempo pasara, siempre sería raro que la escolta llevara cuenta incluso de las veces en que teníamos una aventura.

Hice un esfuerzo por no pensar demasiado en eso.

Entramos al estacionamiento del hotel elegido y Daniel se encargó del trámite en recepción. El elevador nos condujo directamente hasta la suite. Una vez dentro me costó adivinar los próximos pasos a seguir, y es que mi esposo se mantenía con la misma indisposición que había tenido durante la cena. Concluí que no era buena opción desnudarme todavía así que lo ayudé con las botellas. Él se quedó con las dos más fuertes y yo me serví el klanel. Ninguno de los dos se acercó a la habitación de la cama, nos quedamos en el área de la sala. Había varios sofás, incluso dos tenían tres piezas, pero Daniel decidió sentarse en el individual y eso marcó un límite en seguida. Lo dejé en paz. Disfruté de mi bebida sin demostrar ofensa o desaprobación. Pronto estuvimos conversando aunque ningún tema fue personal. De todos modos sirvió para romper el hielo.

—Ya no más— declaré, dejando mi copa junto a lo que quedaba de Klanel en la botella.

Mi mente estaba perfectamente bien pero mi cuerpo se había vuelto algo torpe. El Klanel era suave, y la embriaguez que producía tenía incluso un efecto prontamente pasajero, si paraba de tomarlo, al cabo de media hora ya volvía a la normalidad. A como estaban las cosas, preferí esperar un tiempo prudente antes de seguir, si es que quería.

Daniel sonrió por primera vez en la velada, negando con la cabeza y encendiendo un cigarrillo que sacó de su bolsillo. Él no se veía nada afectado pese a haber estado tomando el licor de mayor grado. Su resistencia era mucho mayor, necesitaba grandes cantidades para embriagarse. Beberlos después de comer, para él ya sólo eran bajativos.

Corona de Sangre  | Libro 7Donde viven las historias. Descúbrelo ahora