Capítulo 4

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Jimin se sentía pesado, creía que estaba engordando porque su estómago pesaba bastante. Afortunadamente, y contrario a lo que pudo haber pensado alguna vez, dormir entre ramas y hojas no era tan incómodo como parecía.

Y Agust cada vez traía más comida. Jimin no sabía absolutamente nada acerca de las bayas que comía, pero suponía que empezaba a ser temporada de ellas porque el lobo las traía cada vez más.

Jimin estaba asombrado con él, en serio, llevaba posiblemente un mes conviviendo con Agust, y hasta el momento solo le había conseguido pequeños animales para comer. Pero, el día anterior, había llegado arrastrando un ciervo, lo cual, bueno, sí, era bastante sorprendente.

Lo malo es que Jimin odiaba comer carne cruda, y esa cosa era gigante, pero al menos no tendrían que preocuparse por la comida en los siguientes tres días.

Agust solo salía ocasionalmente por sus bayas y luego regresaba a dormir todo el día, o lo que Jimin le dejara dormir.

Su pata ya estaba mejor, lo que era una suerte porque dudaba mucho de que pudiera mover tanto peso con solo tres de sus extremidades.

A Jimin comenzaba a gustarle salir, no lo hacía mucho porque la nieve aún era muy espesa y el frío no le facilitaba las cosas, pero por lo menos podía sacar la cabeza y recostarse en la entrada de la cueva. Justo como ahora.

Jimin miraba caer la nieve lentamente, todo era una combinación de blanco, café y verde.

Podía escuchar los suspiros pesados de Agust a sus espaldas, durmiendo tranquilo, sin preocupaciones. A Jimin le gustaría poder estar así también. Recordaba haber pensado alguna vez en cuanto le gustaría vivir como un gato gordo que solo dormía y comía.

No era tan bueno. Tal vez no era un gato, pero seguía estando encerrado en el cuerpo de un animal que solo comía y dormía, aprisionado junto a sus pensamientos, sin poder comunicarse con nadie y teniendo por compañia a un lobo que solo dormía.

Jimin no sabía lo que era la depresión, pero posiblemente nunca se había sentido tan desanimado y triste como ahora, cada tanto intentaba cambiar a humano de nuevo, pero comenzaba a resignarse a la idea de que jamás podría hacerlo.

No podría sostener nada entre sus manos y caminar en dos pies, no podría bailar ni leer o cantar. No volvería a comer esos dulces pastelitos de arroz y no tocaría nunca más lo mullido de una cama.

Y lo que más le dolía, nunca vería de nuevo a Taehyung, ni conocería el amor, no podría casarse ni tener hijos.

Solo viviría porque no podía morir.

Desearía que alguien le hubiera dado por lo menos una señal de que esto pasaría, si lo hubiera sabido, jamás se hubiera transformado, él podía vivir siendo siempre una persona, pero, ¿vivir siendo siempre un lobo?

Jimin no quería pensar en ello tampoco, pero en su condición, pensar era lo único que podía hacer. A veces, cuando se recostaba junto a Agust, solía imaginarse siendo humano de nuevo, bailando y cantando junto a Taehyung, y encontrando entre las personas al amor de su vida. Se imaginaba conociendo a un alto y fuerte hombre con una gran sonrisa reservada solo para él.

Y entonces quería llorar. Jimin siempre había soñado con el amor, con una gran familia llena de niños traviesos que le mostraran que no estaba solo en ese mundo tan cruel en el que ya no tenía nada.

Y ahora todo se desmoronaba frente a sus ojos, lo llenaba de frío y muy lejos podía escuchar suavemente la última canción que llenó sus oídos, una melodía lenta y triste que hablaba de un amor perdido en la nostalgia, un amor que había quedado muy lejos en las profundidades de un único recuerdo.

Un pequeño toqué sobre su cabeza lo sacó de sus pensamientos. Jimin levantó la vista, encontrándose con los ojos amarillos de Agust. El lobo le miraba fijamente, casi como si pudiera saber lo que estaba rondando por su cabeza, y a Jimin le gustaba pensar que con sus profundos iris, le decía que todo estaría bien, y que no lo abandonaría.

Le gustaba pensar que Agust sabía que él no era un lobo en su totalidad, y que tenía la capacidad de ponerse triste, y tal vez morir de tristeza.

Se puso de pie, recargando su cabeza en el cuerpo del lobo negro, Agust se movió, saliendo de la cueva y luego mirándolo, algo que hacía cuando quería que Jimin lo siguiera.

Él lo siguió, supuso que ya era hora de tomar agua, Jimin ya había memorizado el camino, pero aún le daba miedo ir solo, le aterraba la idea de quedarse atrapado entre la nieve y morir congelado.

Así que solo esperaba a que Agust decidiera que tenía sed.

Jimin caminó junto a él, o eso intentó, porque cada día era más difícil y agotador hacerlo, así que Agust fácilmente lo dejaba atrás, aunque debía agradecer que siempre lo esperaba.

Cuando llegaron al largo río que permanecía sin congelarse, se inclinaron para tomar agua. Estaba muy fría, Jimin casi sentía como su garganta quemaba por lo terriblemente helada que estaba.

Se sentó esperando a que Agust terminara, solo viendo el panorama como siempre hacia, pero se distrajo tocando algo duro bajo su pata.

Bajó la mirada y encontró una piedra sobresaliente entre la nieve. Jimin escarbó hasta que pudo sacarla. Era lisa y gris, a Jimin le pareció muy bonita, así que la tomó con su boca y caminó con ella cuando Agust le indicó que ya debían irse.

Caminaron de regreso, sus huellas aún podían verse, así que no era difícil guiarse. Jimin notó, a unos metros de la cueva, otra piedra que lucía muy bonita a simple vista.

Sin embargo, y aunque Agust se detuvo a esperarle, Jimin no podía tomar ambas en su boca. Estuvo por lo menos tres minutos intento llevar ambas antes de que con un bufido, Agust tomara una y lo empujara a caminar.

Jimin lo hizo, contento de poder llevar ambas piedras a su cueva, y descubrió, cuando las puso junto a su cama de hojas, que quería más piedras.

Los siguientes días se trataron de Jimin y Agust buscando piedras para llevar a la cueva, con las cuales rodearon el círculo de hojas.

Jimin pudo ver también por primera vez como Agust cazaba a un conejo. Lo cual fue horrible, así que agradecía que fuera él quien lo hiciera, porque dudaba mucho ser capaz de acabar con la vida de un animal, menos si este se movía desesperado y desangrándose en tu boca.

La apariencia del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora