Capitulo 7

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Estar cansado ya no era algo raro para Jimin. Solía tirarse sobre la nieve apenas saliera de la cueva y esperar ahí hasta que los rayos del sol dieran contra su cuerpo, entonces se sentía cálido y somnoliento.

Levantarse era difícil, sentía el peso de la cosa atrayendolo hacia el suelo y obligándolo a rodar por las noches por no poder dormir como siempre.

Tampoco le gustaba estar lejos de Agust porque él le transmitía seguridad y cuando se iba comenzaba a sentirse amenazado, en peligro y con sus sentidos enfocados en cualquier cosa que pasara mientras estaba solo.

Lloraba cuando el lobo negro se marchaba por las tardes, imposibilitado de acompañarlo, se sentía como al inicio de todo, cuando su pata estaba lastimada y no podía hacer nada más que ver como la vida seguía sin él en aquel bosque.

Los vómitos ya no parecían ser un problema, pero respirar era bastante agotador y pesado. Le tomaba demasiado esfuerzo, lo que era bastante malo si tomaban en cuenta sus necesidades básicas como tomar agua y hacer pipí y popó.

Agust traía más y más comida, y comenzaba a amontonarse en la orilla porque incluso levantarse a comer parecía demasiado cansado. Comenzaba a pensar que deberían de mudarse al río, así por lo menos no tendría que caminar tanto por algo tan básico como el agua.

Jimin rodó molesto cuando el olor de la carne llegó a su nariz, la miró de reojo, los cuerpos peludos parecían estar disecados porque la sangre ya no estaba fresca, sin embargo, seguían dando asco, incluso si su estómago rogaba por un bocado.

Una sombra lo hizo alzar la cabeza. Jimin movió la cola contento de ver a Agust llegar después de haber estado tanto tiempo solo. Ya no te vayas.

El enorme lobo negro dejó frente a él un racimo con bayas y luego se recostó a su lado, incitandole a comer. Jimin lo hizo porque sería un desperdicio dejar que sus preciosas bayitas se marchitaran frente a sus ojos.

Agust lo miró fijamente, como si quisiera decirle algo con el único poder del pensamiento, Jimin desearía poder entenderlo así como él parecía entenderle siempre, pero no podía hacer nada más que observar los grandes ojos amarillos y esperar por alguna señal que le dijera lo que quería.

La nariz húmeda chocó contra su rostro, frotándose suavemente ahí. Jimin movió la cara incómodo e intento limpiar la sensación fría y húmeda con sus patas. Agust no hacía eso más que para despertarlo, entonces Jimin no había tenido que batallar con la sensación extraña en su pelaje.

Agust insistió empujando su cabeza contra su cuello y frotándose terco en ella. El chico lo observó extrañado, empujandolo de vuelta para que lo dejara en paz, cuando hubo una pequeña distancia entre ambos, Jimin sacudió su cabeza y la dejó caer al suelo.

Ah, que molesto, Agust.

Sintió una resposa y larga lengua pasarse constantemente por todo el lado izquierdo de su rostro, desordenado los cortos pelos blancos en su hocico. Cansado, lo dejó salirse con la suya y solo cerró los ojos. ¿Esta es tu manera de consolarme?

Cuando las lamidas por fin se detuvieron, Jimin lo miró directo a los grandes ojos amarillos, de alguna forma, se sentía cómodo. Últimamente, a su lado, todo era así, cómodo, cálido, y justo en ese momento, reconfortante.

Cuatro pequeños lengüetazos fueron a parar en su hocico, Jimin recordaba haber leído por ahí que así eran los besos de los perros, ¿tal vez sería lo mismo para Agust? ¿Me estás besando?

No sería extraño, eran los únicos lobos ahí, si él había desarrollado un gran cariño hacia Agust, no sería descabellado pensar que lo mismo había pasado con el gran animal.

Jimin pensó divertido en que tal vez Agust pensaba en él como su pareja. Después de todo, no es como si fuera a olvidar lo que pasó esa vez.

Más lengüetazos cayeron sobre él y Jimin bufó, se enderezó un poco y lamió el rostro de Agust con timidez. Ya está, ya está, yo también te quiero.

Se sentía un poco raro hacerlo, como si el pelo negro fuera a quedarse en su lengua, pero no fue así, y la sensación no era asquerosa, como cuando debía morder la piel peluda de los conejos, aunque justo eso es lo que recordaba en esos momentos.

Volvió a mirarlo a los ojos después de lamer un pequeño trozo de su hocico y empujó con su nariz cariñosamente. Gracias.

Agust se arrastró hasta estar completamente pegado a él y se acurrucó ahí, a Jimin le pareció gracioso que un animal tan grande quisiera casi fundirse en uno bastante más pequeño, pero no le impidió hacerlo. Cada noche parecía ser menos fría así.

Los siguientes días él no se fue, se mantuvo a su lado y lo obligó a comer en medio de gruñidos y empujones. Ese día Jimin recordaba cuando Taehyung le reprochaba sus dietas exageradas e intentaba meterle a la fuerza la carne en la boca.

Jimin se sentía feliz de tener a otro Taehyung preocupándose por él. Tal vez debí llamarte Taehyung. Aunque en el fondo sabía que no era así, Taehyung y Agust eran incomparables, pero quería sentir que una mínima parte de su mejor amigo se había adueñado del gran lobo negro para cuidarlo, para no dejarlo solo. Después de todo, él lo había dicho, ¿no? Casi podía escuchar la voz grave y cariñosa pronunciando una vez más que nunca lo dejaría solo. “Ahora yo soy tu familia”, y sentía las grandes manos rodeandolo y el peso de las palabras apretando su corazón.

Jimin no tuvo forma de evitar que las lágrimas cayeran de sus ojos mientras mordía de nuevo el cuerpo destrozado de un conejo gris. Agust se acercó en cuanto escuchó el gimoteo lastimado. Jimin se lanzó contra él y lloró contra el cuello peludo, la carne cayó al suelo. Solo quiero ver a Tae una vez más.

Solo quería sentir los brazos de su mejor amigo, su hermano, su alma gemela. Quería ver su sonrisa cuadrada mientras le decía que siempre se tendrían el uno al otro. Perdón por dejarte solo.

Jimin se recriminó entonces, porque no hubo una despedida, y no fue capaz de contarle que era un hombre lobo, y no pudo decirle que no había nada ni nadie más importante que él. Y no podía decirle que no se preocupara, que estaría bien sin él, que encontraría a alguien más que escuchara sus preguntas extrañas y aceptara sus llamadas en la madrugada. No podía decirle que no lo extrañara, que de eso se encargaría él, porque siempre estaría pensando en su adorado Taehyung.

Jimin lloró, porque más que extrañar su vida como humano, extrañaba él cariño invaluable que había dejado ahí.

Agust apoyó su cabeza en la suya, en un extraño abrazo. Pero para Jimin no era suficiente esa vez. Solo quiero despedirme.

Su estómago pateó con insistencia, siendo ignorado por completo. Jimin sentía que por fin estaba cayéndose en pedazos. ¿Cuanto más iba a poder soportarlo?

Había prometido que ya no pensaría, que se conformaría con lo poco y nada que le quedaba, hasta que tuviera que dar el último suspiro. Pero ya no podía mentirse a si mismo. Quiero volver.

Quería bailar, y cantar. Quería terminar la carrera y conseguir un buen trabajo, quería visitar la tumba de su madre y comprar esos pastelitos de arroz frente a su hogar. Quería escuchar las dudas existenciales de Taehyung y reír de sus bromas, quería vivir por siempre a su lado. Y quería que ese sentimiento de desesperanza desapareciera. Gimoteó y lloró toda esa tarde, cuando sintió que todo lo que había significado su vida se esfumaba entre sus manos. Y al final, lo único que le quedaba era Agust.

La apariencia del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora