Capitulo 10

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Jimin miró a su cachorro con frustración. Eso te pasa por glotón, Hwanji.

Agust lo miraba desde atrás con el resto de sus bebés hechos bolita en el suelo. Jimin los había sacado a todos de su camita de hojas, la cual había sido recientemente orinada por uno de los lobeznos.

Sinceramente, eso debía pasar más temprano que tarde, no es como si Jimin pudiera ponerles un pañal para evitar los accidentes, así que no podía enojarse con ellos. Eso pensaba mientras empujaba las hojas y ramitas fuera del círculo. Gruñó bajito, no llevaba ni dos días con los lobeznos y ya veía venir los problemas.

Sus pezones dolian, tenía las patas entumidas, no había podido ir a tomar agua, tenía ganas de orinar desde hace tiempo, y ahora se había quedado sin su camita de hojas.

Volvió a gruñir cuando Hwanji lloriqueó buscándolo a ciegas, ellos aún no abrían los ojos, y sospechaba que tampoco podían escucharlo porque se asustaban cuando los atrapaba lejos, en especial Taehyung.

Jimin frotó su cabeza suavemente contra el lobezno comelón y lo dejó con Agust para irse al fondo de la cueva y comenzar a escarbar, era incómodo y a los minutos comenzaba a doler, pero no podía dejar que sus cachorros se movieran desprotegidos mientras él y Agust salían.

Había pensado en ello poco después de su parto, el miedo a estar expuesto con sus lobitos aún perduraba, pero Jimin no tenía ni idea de como quitarse ese sentimiento de encima. De alguna forma había terminado queriendo meterlos a todos dentro de un hoyo para tenerlos a salvo de cualquier cosa.

De solo pensar en que alguien se encontrara con sus bebés y se los llevara le ponía los pelos de punta. Desde niño siempre le habían recalcado el que nadie debiera saber de su condición, no pensaba cambiar eso ahora que había sido casi asesinado por un cazador.

No se detuvo hasta que logró un hoyo moderadamente hondo y ancho, sus patas ardían y Jimin se negaba a verlas por temor a que estuvieran sangrando. Gimió cansado y con la garganta seca, sediento como estaba, solo atinó a meter a sus cachorros en el hueco para comprobar que no podrían salir de él y así irse con Agust por agua.

Llegó derrotado por la vida al río y, después de saciar su sed, se dejó caer en la orilla unos minutos. Su compañero bebió del agua con aparente desinterés acerca de lo destruido que Jimin se sentía, y el chico no sabía si debía sentirse indignado, enojado o envidioso por ese hecho.

Con un gemido adolorido llevó a rastras la parte trasera de su cuerpo al agua y se dispuso a dormitar unos momentos, esperando que su pelaje se limpiara por si solo, de todas formas no había nada más que pudiera hacer al respecto.

Agust lo miró desde su lugar, posiblemente sin saber si debía arrastrarlo de vuelta a la cueva o dejarlo un rato así. Jimin le devolvió la mirada cuando sintió que comenzaba a quedarse dormido de verdad.

Agust lo jaló fuera del agua y el chico se levantó para sacudirse el agua de encima. Sintió un estremecimiento por el aire pegando en su piel húmeda, pero tuvo que soportarlo para caminar de vuelta a la cueva.

No se detuvo a ver la luz brillante que se colaba entre las hojas y ramas de los árboles, Agust iba detrás, pero Jimin no le tomó importancia porque ya conocía el camino de memoria.

Pensaba en lo que haría al llegar, sacaría a los cachorros de su madriguera, los alimentaría y luego los llevaría a fuera para que con suerte hicieran sus necesidades ahí, donde no dormían. Entonces lo escuchó, un piano grabado y luego una voz femenina. Alguien estaba escuchando una canción, demasiado cerca de ellos para su gusto.

Volteó en dirección a Agust, encontrando al gran lobo negro con las orejas alzadas, sus ojos chocaron como si el mismo pensamiento les hubiera atravesado la mente. Los cachorros.

La apariencia del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora