Capitulo 5

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Jimin empujó la piedra, levemente frustrado porque no podía colocarla como él quería, estaba seguro que de haber estado en su forma humana, habría podido hacer un círculo decente. Agust lo miraba aburrido dentro de su cama de hojas, bufando cuando la piedra rodaba fuera del círculo.

Pero él no lo entendía, solo estaba ahí, tirado como el flojo animal que era. Si tanto te molesta, podrías ayudarme, imbécil. Pero claro, Agust no podía escucharle.

Rindiéndose, Jimin decidió que lo intentaría de nuevo después, su cuerpo ya pesaba lo suficiente como para querer seguir sosteniéndose de sus cuatro patitas.

Se metió dentro del círculo, teniendo cuidado de no mover sus piedras y se tiró sobre el lobo negro, molesto y cansado. Lo escuchó bufar, pero como siempre, no hacía nada más que eso.

Jimin no sabía cuanto tiempo llevaba ya como un lobo. La nieve aún caía, aunque no tan fuerte como antes, de cualquier forma, seguía habiendo un frío invernal que le obligaba a acurrucarse junto a Agust por las noches, y las tardes, y todo el día en realidad.

En esos días, el chico había notado algo nuevo en el comportamiento de su compañero, y es que cada que tenía oportunidad, Agust miraba su cuerpo de una manera que no podía describir, demasiado fija.

Jimin no sabía por qué lo hacía, dudaba que se lo quisiera comer o algo así, por lo que solo lo dejaba pasar, hasta que un día sintió la nariz húmeda chocar contra su vientre.

¿Me estás diciendo gordo? Jimin le había gruñido indignado, pero ni siquiera él sabía la razón de haber estado subiendo de peso tan rápido.

Sabía que no hacía mucho, el único ejercicio que hacía era el de caminar hasta el río y regresar a la cueva, pero tampoco es que comiera demasiado, así que no le encontraba sentido a su reciente gordura.

Ese día en especial todo le resultaba demasiado cansado. La comida había sido más asquerosa que otras veces y ni siquiera quiso comerse sus bayitas.

Y entonces sucedió, Agust salió por quien sabe qué cosa, y regresó cargando una mochila horas después.

Jimin supuso que se la había robado a algún pobre explorador de esos que iban a dibujar animales. Él mismo se había topado con algunos de la carrera de artes en años pasados.

Casi sintió pena cuando un celular cayó contra la tierra justo después de una libreta, pero todo pasó a segundo plano cuando unas galletas brillaron como caídas del mismísimo cielo.

Eran de nueces, a Jimin no le gustaban las nueces, pero justo en ese momento parecían un manjar digno de dioses.

Agust tardó al menos cinco minutos intentado abrir el paquete antes de que Jimin entrara en desesperación y de alguna forma hiciera que cada uno jalara un extremo del empaque hasta romperlo.

Jimin no recordaba haber sido tan feliz como esa tarde en que logró comerse cuatro galletitas con nueces, probablemente se habían vuelto su comida favorita.

Después el teléfono sonó con una canción que estuvo rondando durante días en su cabeza, claramente no pudo contestar la llamada, así que Agust solo lo sacó a la nieve cuando se hartó del sonido repetitivo.

Jimin, por otro lado, se entretuvo jugando con la libreta que había caído de la mochila, cambiar las páginas era muy difícil, las había ensuciado, rasgado y babeado, pero en algún punto, después de ver varios dibujos -en su mayoría de árboles- había logrado obtener una hoja en blanco.

Había rayoneado con la pluma lo que él describía como una casita, una bastante deforme porque sostener un bolígrafo con el hocico era demasiado complicado. Agust parecía haberse mofado de él después de ver su dibujo, así que aunque Jimin no estaba seguro de ello, se tiró encima de él como venganza.

Después de eso, había veces que Agust lo sacaba de la cueva solo por sacarlo, lo llevaba a comer bayitas directo de los arbustos y Jimin aprovechaba que la nieve aún era bastante para hacer dibujos en ella.

Se cansaba rápido así que solo se tiraba al suelo después de hacerlo, agradecía que Agust fuera lo suficientemente bueno como para arrastrarlo de vuelta a la cueva. Jimin ni sabía por qué lo cuidaba tanto, pero suponía que debía de ser algún sentimiento de líder de manada la algo así.

Después de todo, ¿no eran acaso los únicos lobos ahí? Jimin pensaba que antes de él, Agust debía de haberse sentido muy solo.

Tal vez por eso no puedo regresar a ser humano. Tal vez su destino era quedarse por siempre con Agust y darle una razón de ser al gran lobo.

Pero aunque ese pensamiento llenara su mente, solía rechazarlo con facilidad. Agust parecía ser más su propia salvación que Jimin la de él.

Pensaba, mientras era arrastrado por la nieve, que sin Agust, habría muerto de hambre hace mucho tiempo. No, en realidad, habría sido asesinato por los cazadores el primer día.

Le debía la vida entera a ese animal. Así que Jimin pensó que tal vez ser un lobo no era tan malo, y si algún día pudiera regresar a ser humano, definitivamente buscaría la forma de llevarse a Agust con él.

Estaba irremediablemente encariñado de él, y eso estaba bien, porque ya que no podía ser humano, tampoco tenía la posibilidad de sacar a su gran lobo negro de su hábitat natural.

Gracias. Solía decírselo bastante, incluso si él no podía escucharlo o entenderlo, Jimin se sentía más a gusto haciéndolo, en especial cuando la noche caía y Agust le permitía acurrucarse a su lado porque el frío le hacía temblar.

La apariencia del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora