Capítulo Cuatro

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Dos semanas habían trascurrido después de que Min hubiera aceptado el trato, sin embargo, poco fue lo que quiso abrirse el pálido, y era un tanto comprensible. Parecía ser que reacio era su segundo nombre.

-Hasta mañana, Mina. - se despidió de su recepcionista intentando mantener aquella sonrisa característica de él.

La cosa es que no había terminado nada agradable, había batallado una vez más con cierta cita del día de hoy, y eso lo mantenía con la sangre hirviendo. Aquel chico pálido podía colmar su paciencia en tan solo una hora.

El morocho se encontraba cansado, no pensó que sería tan difícil mantenerse al margen con el menor, se sentía a casi explotar, y es que era difícil que lo llevaran a su límite, pero Yoongi lo hacía tan fácilmente que eso causaba un corto en su sistema.

Necesitaba distraerse...

Y entonces con esa mentalidad regresó a casa para arreglarse... saldría en busca de su presa.

Camiseta de seda color violeta arremangada por sobre los codos, desabotonada dejando ver un poco de su pecho. Pantalón negro de vestir ajustado, marcando sus delgadas pero fornidas piernas, un cinturón y unos zapatos de vestir del mismo color que los pantalones. Cabello peinado hacia atrás dejando descubierta su frente, dándole un aire moderno sin dejar de desbordar la elegancia por todos sus poros.

(...)

Para Seokjin, el encontrar a alguien para sus hazañas no era para nada complicado, y lo estaba comprobando ahora al ver a la chica teñida acercársele sin pudor y sonriéndole con lujuria y deseo.

"Qué asco." pensó el azabache al notar a la chica arrimarse de mas.

Al poco tiempo y después de que la chica le insistiera irse a un lugar mas privado la llevó a si sitio preferido.

-Entonces eres una clase de coleccionista de cosas clásicas... - repitió la chica entrando al lugar mientras el mayor se encargaba de iluminar la sala de estar. - Tienes suerte, los eruditos me ponen demasiado. - continuó hablando y mostrando una sonrisa socarrona y lasciva. No tardó demasiado en lanzarse al alto para comerle la boca a media sala.

Con disgusto, Seokjin correspondió aquel ensalivado y tosco beso aguantando las ganas de querer alejarla de un empujón. Mientras la chica intentaba buscar a cuestas la habitación, el azabache buscaba con la mirada algo para de un golpe dejarla en el suelo. Hizo una mueca de dolor al sentir como fue mordido su labio con fuerza, tomó el primer soporte de libros que encontró y de un solo movimiento dio en las sienes de la rubia haciendo que su cuerpo inerte cayera en el suelo haciéndose escuchar un sonido sordo.

-Maldita seas. - dijo con enojo llevándose dos de sus dedos al labio notando el líquido carmín en sus dedos, le había abierto el labio.

Con habilidad cargó el cuerpo y camino por su pasillo girando a la izquierda topándose con la puerta que llevaba a su sótano. O como a él le gustaba llamarlo... su sala de euforia.

(...)

Un par de minutos pasaron y cuando la paciencia de Seokjin comenzaba a acabarse miró por ultima vez el cuerpo que estaba colgado por las muñecas, por fin comenzaba a moverse. Había despertado.

-Al fin despiertas, es una pena que se haya perdido la primera parte del juego. - la voz de el mayor resonó por el gran sótano.

Al recuperar bien el conocimiento la chica miró a sus lados viendo los cientos de artefactos, cadenas y ¿Congeladores?; Devolvió la vista a la única persona que la acompañaba en ese extraño lugar, intentó moverse, pero el sonido de cadenas la hizo darse cuenta que estaba atrapada, encadenada al techo del subsuelo.

Mr. Kim [C A N C E L A D A] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora