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[Narra Noah]

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[Narra Noah]

Me levanté de la cama con un dolor impresionante de cabeza, ahí es cuando todos los recuerdos borrosos de la fiesta se me vinieron a la mente. No soy mucho de beber alcohol pero Nicole y Oliver me acabaron convenciendo, lo que no sabía es que iba a ser chupito tras chupito sin apenas ninguna pausa.

Fue un tanto incómodo pues Nico y Alejandra no se despegaron el uno del otro, casi eran el sinónimo literal de pegamento. Aitor y Nicole estaba claro que se habían liado porque se les veía hechos unos matojos de nervios. Pero lo más sorprendente fue que Nicole y su hermanastro no dejaron de mirarse y estuvieron coqueteando un rato cuando Aitor decidió montárselo con todas las tías de la fiesta.

Y yo...yo la verdad observaba todo y me sentía solitaria, aunque eso no significaba que mis amigos me dejaran de lado pero sí que es verdad que yo sentía que sobraba.

Intenté ligar con un chico, iba muy bien todo hasta que me giré para pedir una copa y ya le estaba comiendo la boca a una rubia oxigenada, alta y de ojos claros.

Después estuve hablando con una chica profundamente, era muy agradable además de que era guapísima pero poco después llegó su novia a llevársela a otro rincón de la fiesta, dejándome hecha un completo lío.

Conclusión, o yo no estoy hecha para el amor o el amor no está hecho para mí.

—¿Dónde vas con ese careto?—Olivia me miró desagradable una vez hube salido de mi habitación.

—Gracias por los ánimos, estoy bien.—sonreí vagamente.

—¿Quieres un ibuprofeno?—se acercó a mi poniéndome la mano en la frente para ver si tenía fiebre.

—Olivia, que solo me duele la cabeza, no estoy mala.—reí un poco sin ánimos de nada.

—Pues si no te pasa nada...¿me puedes explicar a la hora a la que llegaste ayer?—me miró enfadada pero con unos ojos divertidos.

—Venga no seas aguafiestas, lo pasé bien, y además me he hecho amiga de los nuevos vecinos.—comenté mientras me dirigía a la cocina para desayunar.

—Anda venga, si no me puedo enfadar contigo.—vino detrás de mí para darme un abrazo por la espalda mientras yo miraba comida en la nevera.

—Oye, me voy a ir a desayunar a la cafetería de aquí al lado así me despejo un poco, ya sabes.—me toqué la cabeza.

—¿Con Nico?—alzó las cejas juguetona.

—Olivia, ya hablamos de esto, ¿sí?—me llevé una mano a la cabeza porque entre el dolor de cabeza y mi madrastra especulando cosas sin sentido sentía que mi mente se había ido de viaje a la Luna.

—Está bien y por cierto vuelve para comer, por favor.—asentí sonriendo y me dirigí a mi cuarto para vestirme.

Me puse unos vaqueros largos y anchos, además de estar rotos a la altura de las rodillas y una camiseta de manga corta blanca básica. También me puse unas zapatillas negras y me hice un moño desecho.

La rosa y la dagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora