D O S

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Mijail Dostoievski

Las tres fotografías reposaban sobre la mesa, la gran y poderosa familia Lodge. Estábamos en una reunión aclarando que haríamos ya que su llegada a Rusia se acercaba y queríamos estar preparados.

—No me parece que la mejor idea sea meterme con esa piojosa que no se de dónde salió — le dije por enésima vez.

—¿Te pregunté que te parecía y que no?— tenía muy en claro que no podía retarlo pero me era imposible parar toda la mierda que quería decir porque me parecía una gran injusticia el que me quisiera usar para trabajos mediocres cuando yo podía hacer mucho más que eso.

Su mirada indicaba que se moría por sujetarme del cuello y cortarme la respiración ya que odiaba que le llevarán la contraria.

Por más que quisiese negarme no podía decirle que no al Boss de la Mafia Rusa.

—Lo haré, padre.

—Sabes muy bien que detesto ser inferior y el que esos italianos estén por encima de nosotros me hace hervir la sangre, Mijail. Debo seguir siendo el mejor y tú tienes que acatar mis órdenes sin rechistar.

—No quisiera cuestionar tus decisiones pero me parece algo absurdo como tú teniendo tanto poder quieras asociarte con una empresa de quinta solo porque según  eso te ayudará a volver a la cima — me mantuve en el mismo lugar cuando estiró la mano y me agarró por el cuello de la camisa.

—¿¡Es que no entiendes que me es beneficioso porque uno de los sitios a los que transportan es territorio que lleva tiempo prohibido para la Bratva!?

—Aún no lo tengo claro, ¿Si está prohibido que vamos a hacer metiéndonos ahí?— me soltó y con la misma mano que me sujetó el cuello la levantó y la dejó caer con fuerza sobre el escritorio.

—¡Hubiera preferido cualquier otro Underboss antes que a ti Mijail, creo que deberías sacar la cabeza del culo de la suka con la que te la pasas y enfocarte en lo que en verdad importa!— su grito me hizo apretar la mandíbula.

Odiaba que se expresara así de Deniska, mi sumisa favorita.

—Te pido disculpas, padre.

—Ya lárgate de aquí— besé el dorso de su mano y salí del despacho de mi padre en dirección a mi cuarto.

Me senté en el borde de la cama, saqué la fotografía de mi bolsillo y me dispuse a mirarla.

La chica era pelirroja de pocos atributos, piel tan clara que podía asegurar que un mínimo apretón la enrojecería y le dejaría una marca, sus labios eran gruesos y muy rojos pero que se veían opacados por el enorme aparato de ortodoncia que le quitaba el atractivo a sus labios carnosos, lo único que que llamaba la atención de ella era que tenía unos impresionantes ojos verdes.

Froté mis ojos frustrado, necesitaba divertirme. Descolgué el teléfono y le marqué a Dikanka la encargada de las sumisas.

—Lleva a la número diecisiete al sótano y prepara el protocolo número dos.

La sumisa 17 era nueva, me sentía ansioso y quería degustar antes de venderla sus grandes senos me fascinaban. Ella era muy valiosa ya que era virgen y pagarían muy bien en el mercado de sumisas.

El sótano era mi lugar de juegos designado, lo habían amueblado a mi gusto. Ella estaba sentada sobre un taburete vistiendo el uniforme de colegiala que exigía el protocolo dos de mi libro de deseos.

—Abre las piernas— tomé una fusta larga y la paseé por el lado interno de sus muslos, soltó un gemido y me miró la cara. Contuve las ganas de darle una cachetada por mirarme— No debes mirar a tu amo si no te lo pide— asintió y bajó la mirada al suelo.

PRINTSESSA [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora