S I E TE

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Nikolái Dostoievski

Mi mano subía y bajaba a lo largo del tallo grueso de mi miembro erecto, estuve toda la noche esperando para poder desahogarme como era debido ya que a mi mujer hace mucho que no la tocaba ni me interesaba hacerlo.

No incitaba nada en mi, lo único que hacía esa maldita era causarme molestias pero no decía nada porque no tenia ganas de entrar en más discordias.

Se me hacia frustrante lo que esa suka estaba provocando en mi con solo algunas horas de conocerla, fui impulsivo y detestaba eso. Odiaba admitir que en menos de un día había perdido el control de lo que tenia planeado.

No la conocía y ya la odiaba porque de nada más verla supe que me causaría muchos dolores de cabeza.

Era tan irreverente que me daría un colapso, si no respetaba a su padre y  se negaba a seguir sus órdenes ¿Cómo seguiría las de alguien más?

Pensar en eso era realmente estresante porque de que ella se portara bien dependía el futuro de lo que estuve meses planeando con tanto esmero.

¿A quién pensaba agradar vestida como suka?

Su personalidad me tenía asqueado pero aunque me costara admitirlo también me intrigaba.

Desde que estuve entre sus piernas en el baño y me miraba como si quisiera tenerme me veía tentado a cumplirle y adentrarme entre sus pliegues que eran tal como los había imaginado.

¿Que mierda pasaba conmigo?

Era solo una chiquilla mimada, verla hace un rato hacer lo que hizo siendo consiente de que la observaba solo sirvió para empeorar mi estado de ánimo.

Reuniendo todo mi autocontrol tuve que apagar las cámaras por esa noche o seria capaz de entrar en un colapso nervioso.

Mi teléfono no paraba de vibrar y yo aun no acababa de masturbarme.

Aumenté la velocidad con la que deslizaba la mano mientras imaginaba su cara sonrojada pidiéndome más. Como se tocaba desesperada hacia palpitar mi miembro con fuerza y eso fue lo que necesité para acabar limpié todo y contesté el teléfono.

-Tenemos problemas- me informó el Sovetnik .

-¿Que ocurrió ahora?

-Haz caído otro puesto de la Torre de Poder, el Colombiano Pablo Diaz se asoció con los D'angelo.

-¿Como pudo ocurrir eso?

-No son estúpidos, me imagino que sabían que no los dejarías en la cima por mucho tiempo. Tenemos que actuar rápido.

-Ya tengo casi todo listo con lo de la compañía de transporte de los Lodge. Él muy estúpido no sabe que ya descubrí el sucio secreto que tiene detrás de su compañía.

-Más te vale que Mijail se case con esa chica rápido, los voyeviki están a la espera de la orden para matar a su padre.

-A penas lo conoce desde hace un día y no pienses que será tan rápido, me tomará un poco de tiempo pero lograré hacer que suceda y volveremos a donde siempre tenemos que estar- le colgué porque no estaba como para andar escuchando sermones de lo que sabía que debía hacer.

Me levanté para estirar las piernas y caminar a la barra repleta de licores que tenía en una de las esquinas de mi despacho. Paseé la vista por los diferentes whiskys hasta elegir el que mejor me pareció en ese momento, serví una gran cantidad y me lo tomé de un solo tirón.

Recordar porque estábamos a punto de caer en la miseria y la Bratva estaba por extinguirse me hacía hervir la sangre, ese maldito traicionó a su familia y a la organización por una desgraciada zorra que no valía nada y nos condenó a caer en un abismo en el que ahora era yo el que debía cargar el gran peso de llevar la Mafia Roja a la cima nuevamente.

PRINTSESSA [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora