C I N C O

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Delancy Lodge

Mi padre no dejaba de mirarme como si quisiera asesinarme, giré los ojos cansada. Debió imaginarse que haría algo así.

La mirada estupefacta de todos me causaba risa ya que no podía creer que se impresionaran tanto por un estúpido vestido que aunque pudiese parecer vulgar me costó un dineral.

Era algo como de una puta pero de las finas y yo me sentía orgullosa de como me veía.

Planté la vista al frente encontrándome con un hombre que no había visto, bebía sorbos de su copa de vino sin dejar de mirarme.

¡Dios santo! ¿Como alguien podía lucir así de bien? Mijail era atractivo pero su padre estaba a otro nivel, no podía dejar de mirar sus ojos que eran de un color gris plomo intenso.

Su mirada destilaba perversidad y malicia podía ver como sus ojos brillaban pero no podía identificar con qué. No era deseo se trataba de algo más.

— ¿Te perdiste de camino al Burdel? — soltó de pronto dejándome pasmada porque lo menos que esperaba era que ese hombre dijese algo como eso.

Mi padre no se molestó en defenderme y sabía que así el señor se levantara y me diera una bofetada el tampoco haría nada.

Me incliné sobre la mesa un poco poniendo mis palmas en la superficie y lo miré directo a los ojos.

— ¿Aquí no era donde estaban buscando putas para viejos verdes impotentes? — si las miradas mataran yo hubiese quedado descuartizada sobre la mesa pero no me importaba ni un poco.

¿Se creía que porque estaba bueno y tenia dinero me iba a humillar?

— Creo que es mejor que nos calmemos — Mijail fue el único que se atrevió a hablar.

—Hola, mucho gusto— el señor Dostoievski extendió su mano y me la ofreció— Nikolái Dostoievski.

Parecía que tenia problemas de personalidad porque nadie podía cambiar de ánimo así de rápido, no lo decía porque pareciera contento porque realmente creo que se atrevió a darme la mano para no hacer un espectáculo delante de tanta gente.

—Delancy Lodge— todos en la mesa nos observaban con curiosidad, parecía que estaba hechizada, ni siquiera parpadeaba. Su mano sujetó la mía por un buen rato hasta que alguien lo apartó para tomar mi mano.

—Mucho gusto, yo soy su esposa— reí internamente— Liev Dostoievskia.

¿De que se ponía celosa si parecía que su marido me quería asesinar?

Esa vieja me parecía de lo más ridícula queriendo hacer escenas patéticas por un estúpido apretón de manos.

Como si no hubiese presenciado que su querido esposo me trató de puta y me lanzó miradas despectivas.

Después del incómodo momento me senté junto a mi padre quedando al lado de la señora Dostoievskia.

—¿Que edad tienes?—me preguntó la mujer a mi lado.

—Tengo 17 casi 18— Mijail escupió su vino y su padre lo miró con ganas de matarlo, al parecer la única que moriría esa noche no era yo.

Cada que podía le echaba una mirada al señor, este se miraba estresado mientras le fruncia el ceño a la pantalla del celular.

Era un gran maleducado, mi padre trataba de sacarle conversación y el solo lo ignoró todo el rato, aunque mi progenitor se lo merecía me desesperaba verlo casi que subirse a la mesa y sujetarle el rostro al tipo para que le prestara un poco de atención.

—¿Que te ocurre hijo?

—No es nada, madre— negó repetidamente— ¿Delancy, te gustaría bailar conmigo?

PRINTSESSA [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora