Recuerdos

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La pequeña Lyan, de 6 años, jugaba con su hermana debajo de la mesa. Era una vieja mesa de madera redonda, con pilares usados como obstáculos en sus inocentes juegos, con su compañera de vida. Su hermano llegó y las vió jugar, con su mirada lasciva se dirigió a ellas, diciéndole que jugaran juntos. Ellas aceptaron.

Aquel hombre, ya de 18 años, les propuso que recorrieran el piso alrededor de la mesa y él, eligiría con los ojos cerrados, quien se acostaría con él, en el gastado sillón negro. Ellas, accedieron.

Primero, le tocó a su hermana, mientras Lyan seguía girando alrededor de aquella mesa. De reojo, miraba como su hermano, comenzó a rozar a su hermana con sus manos. Se posó encima de ella, mientras rozaba su cuerpo gordo contra aquel pequeña . Su hermana inmóvil, no entendía nada. Lyan prosiguió con su carrera, hasta que su hermano la puntó, señalando su turno. Lyan se paró, se acercó al sillón, se acostó y vió como su hermana repetía la acción de ella. Su hermano se posó encima de ella y empezó a...

Despertó casi llorando. Era un llanto en silencio, porque de tantas veces que tuvo que esconderse, ya aprendió. Por millonésima vez recordó lo que juró olvidar, como también hizo lo que siempre hacía: cortarse.

Pero no se cortaba para suprimir sus dolores, si no, para hacerlos más intensos. Necesitaba sacar su estrés y sufrimiento, convirtiéndolos en placer. Por lo que apenas llegó el día, siguió saliendo a tener más encuentros sexuales con esos hombres que nunca la trataron bien.

Ya en la cama con un tipo llamado Alex, éste le pregunto.

- Lyan, ¿por qué te gusta esto?

- ¿Qué es lo que me gusta?

- El que yo te haga daño, el que te trate bruscamente - se quedó mirando el cuerpo de ella - mira todas esas marcas, me demuestran que varios te han hecho daño, aunque ninguno es suficiente para que pares.

- Agradezco que preguntes, eres el primero- hizo una pausa, para pensar sus palabras- pero ese es asunto mío, dedícate a seguir haciendo lo que haces y me tendrás asegurada.

Continuaron el acto, hasta que amaneció y Lyan se fué. Al salir del lugar, vió que en esa casa, había un closet idéntico al que ella tenía en su casa a los 7 años. Recordó estar dentro, sentada de espalda y su hermano atrás, mientras el agitaba su miembro y ella miraba. Recordó pararse de ahí, ver un espeso líquido blanco saliendo del pene de su hermano, cuando este la retó y la obligo a sentarse de nuevo.

Lyan vió como más lágrimas se arrimaron en su cara, cayó al piso, cuando Alex llegó y la contuvo. Fue la primera vez que alguien veía llorar a la dura chica.

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