Resignación

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El hedor a metal poroso inundaba la fría celda en donde Jaeger se había instalado desde hace 2 semanas. Hange, había comenzado a dudar del raciocinio de su cabeza debido a que había comenzado arrojar algunos gritos desgarradores a mitad de la noche. Sus charlas nocturnas con la pared le confirmaban que posiblemente estaba perdiendo la razón. Sobre todo, cuando se notaba que él no los recordaba.

Eren, quien era la pieza clave para el suceso titánico al cual se enfrentaba la humanidad, comenzaba a pulir en las viejas paredes el rostro de un hombre de alrededor 25 y 28 años. Hange creía que era su propio retrato a futuro, puesto que la similitud de sus miradas era grande, a excepción de que los ojos de aquella persona se encontraban detrás del cristal de unos anteojos.

Tenía lapsos de alucinaciones en plena madrugada y a veces le sucedían empezando la mañana. Erwin intuía que aquella actitud podría ser el resultado de algún golpe en la parte craneal, como le sucedía a mucha gente en la ciudad, pero Hange y Levi no pensaban lo mismo. Sin embargo, debían dejarle libre en los próximos 5 días, o tendrían que levantar un reporte del porqué de su ausencia.

- ¿Sigues creyendo que la respuesta a todo esto se encuentra en aquel sótano, Erwin?

- Totalmente – desde el sofá azulado contesto.

- Podría quitarle la llave si tú me lo permites.

- Lo necesitamos, ¿Recuerdas aquella vez en la que empezó a hablar en una lengua extraña?

- Lo recuerdo.

- Ni siquiera Hange pudo saber el significado de aquello.

- ¿A qué viene todo esto? – lleno su taza de un café negro con olor penetrante.

- ¿Qué haríamos de encontrar documentos en esa lengua? – infirió sobre aquello. Levi no supo que responder. - Algo pasa por esa cabeza, Levi. Al menos eso dice Hange – lo miro, se encontraba absorto en su taza de té. – No podemos simplemente quitarle la llave, además él tiene un inmenso poder.

- No le tengo miedo a su poder – volteo a verlo ofendido, al sentir que su compañero dudaba de sus habilidades para aniquilarlo.

- ¿A que le tienes miedo? – Indago.

- Temo a su habilidad para manipular.

- Manipularla, ¿Quieres decir? – pícaro interrogo aquello.

- ¿Cómo dijiste? – un tono molesto se presentó en su gélida voz.

- Te molesta la manera en que puede manipularla.

- No digas estupideces – se dirigió hasta el sofá y lo encaro.

- Es evidente que estas molesto por lo que paso en el bosque.

- Si no estuviera preocupado por lo que sucedió ahí, tal vez no debería llamarme capitán.

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- ¿Cómo te encuentras hoy? – entro a la habitación con una charola llena de comida.

- Estoy bien Historia – se limitó a responder aquello.

- No pareces de buen humor hoy – camino hasta la cama y le tendió un vaso con agua. - ¿Puedo hacer algo por ti?

- Puedes hablarme sobre el estado de Eren – Historia se sintió intimidada al recibir una mirada penetrante por parte de ella.

En brazos del capitánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora