Cicatriz

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Permanecía inmóvil en medio de la cama con las piernas estiradas, observando con entusiasmo a la chica llorosa que se encontraba hincada entre sus piernas. Le había desabrochado la mitad de los botones de la camisa y veía como trataba de calmar la tempestad de sus dedos para terminar con el resto.

Se mantenía en equilibrio con las manos reposadas en la cama cada una a lado de sus caderas y miraba extrañado la entrega que tenía la pelinegra al recorrer su abdomen desabrigado con sus manos. Retiro con dificultad su pantalón quedándose solamente con su camison blanco y sus bragas.

Se veía hermosa, sin embargo, parecía ausente y ajena a la situación. Se acerco hasta el y lo hizo participe de lo hipnotizada que se encontraba mientras recorría con sus dedos su abdomen marcado que comenzaba a acelerarse.

Se acerco con cautela hasta el cuello de aquel hombre y Levi sintió su piel estremecerse ante el contacto de los labios jugosos de la pelinegra. Parecía querer encontrar algo en aquellas caricias, pero, aunque se esforzó por entender su actitud, no lo comprendió.

Capitán – llamo aquella y el le dedico toda su atención al ver sus dedos plantarse en el botón de su pantalón.

¿Qué sucede? — intrigado respondió al llamado.

Permítame verlo, necesito saber que es usted — con algo de fuerza jalo de las vestimentas inferiores del pelinegro y sintiéndose extrañado por su petición, se puso de pie.

Intento mirar más allá del filo de la ventana, pero la ojigris se encontraba hincada a sus pies bajando toda la prenda que se encontrara a su paso. Sintió sus pequeñas manos rodear la erección que no había tardado en formarse y ante esa caricia opto por jalarla hasta el y tomarla por las muñecas. Fue consciente de sus intentos por no mirarlo y del sollozo ahogado en su interior y ante eso, decidió detenerla.

Mikasa ... — menciono — te ves jodidamente triste.

Estoy bien — tembló al solo llamado de su nombre.

No es verdad — levanto su rostro con la puntilla de sus dedos que se habían depositado en su barbilla – No te atrevas a mentirme.

Mikasa sintió una punzada de terror tocar la puerta de su pecho alertado. Le había estado mintiendo desde que llego esa noche ebria a su habitación, se había estado mintiendo desde que lo vio tan cerca y pretendió que no le provocaba nada.

Dime que tienes — su gélida voz ululo en medio de la solitaria habitación. Observo a la ojigris morderse el labio dudosa y preocupado por su estado la apretó por los hombros.

¿Por qué me salvo? Todo estaría mejor si hubiera dejado que me atacaran esos hombres – escupió con amargura y una ola de remordimiento le ataco los pulmones impidiendo que respirara con normalidad.

Sintió los dedos de aquel hombre enterrarse en la carne de su clavícula marcada y se estremeció de sobremanera cuando su tormenta azul grisácea enfoco toda su atención en su cristalizada mirada.

Jamás vuelvas a decir esa estupidez — Mikasa vio los labios apretujados del capitán al momento de decirle aquello — ¿Te quedo claro? — su voz no era fuerte, y pese a que le estaba hablando sin formalismos el tono que cubrían sus palabras basto lo suficiente como para hacerla temblar.

Las cosas serían más sencillas si yo estuviera muerta — su voz sonaba ahogada, desesperada y el capitán harto de escucharla despreciarse de esa manera, la tomo fuertemente de la cabellera y la azoto contra sus labios.

En brazos del capitánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora