Promesa

1K 106 69
                                    

Una mujer muy conocida meneaba inestablemente una copa de vino que tenía altas probabilidades de ser derramada. Miraba desde hace minutos el lugar vacío de aquel hombre y se preguntaba con regularidad sobre su ubicación. Vio a su acompañante mirar por todas partes en su búsqueda y supo que aquel amargo hombre, tendría problemas con ella de encontrarla con alguien más.

Pero aquella ausencia no era la única que inquietaba a Hange, sino que podía sentir la mirada turbia de un joven castaño, que no dejaba pasar ninguna oportunidad para incomodarla con sus ojos. Se percato de que aquel joven sabia sobre la investigación que estaban haciendo sobre su pasado y de alguna manera eso le ponía los nervios de punta.

Sabía que el había estado mintiendo desde hace mucho tiempo, incluso antes de llegar al campamento en el castillo. No era tonta, y quien lo creyese no había puesto suficiente atención, pero para su desgracia él tampoco lo era y era de temerse que Eren supiera más de ellos que ellos de él.

Tenía una mirada revuelta, una mirada que mostraba la perdición más allá de su cabeza. Pero esa mirada cambiaba considerablemente frente Mikasa, la cual era absolutamente manipulada por él, lo cual la hizo llegar a la conclusión de que cualquiera que fuesen los planes, el la ocuparía. Quiso muchas veces hablar con ella para hacer que se separara, pero Erwin tenía razón, había que dejar que las cosas fluyeran para llegar a su proceso final.

Eren trataba de ocultarlo, pero ella sabía que se había unido al cuerpo de exploración con la única excusa de poder ir a su antiguo hogar, ya que desde la aparición de los titanes la salida de los humanos comunes quedo absolutamente prohibida.

Había mandado a varios soldados a buscar la casa de aquel chico que había quedado abandonada en el bosque, pero hasta la fecha no había tenido éxito. Debido a esto tendría que seguir arriesgando a Mikasa, tal y como Erwin había ordenado, ella era la única que daría con aquella vivienda, Eren la llevaría cuando llegara el momento, eso era imprescindible. Extrañamente ella no recordaba la localización de ese lugar, ni otros detalles como el nombre de sus padres, eso hacia a Hange pensar que tal vez alguien había manipulado sus recuerdos o simplemente los había borrado.

- ¿Estás bien? – había terminado derramando la copa de vino y no se había percatado de eso hasta que Erwin la sacudió.

- No deja de mirarme – susurro.

- Posiblemente sepa lo que estemos haciendo – se acercó a su oreja y le menciono – trata de fingir como hasta ahora.

Hange siguió los consejos de su amigo, y tratando de disipar su tensión, enfoco su mirada en el lugar en donde estaba Petra, pero ya no se encontraba. Alertada por la ausencia de los tres, paro de su silla nuevamente y se fue a los jardines.

[-]

- ¡Capitán! – los hombres retrocedieron al decir eso en unisonó.

- ¿Qué no se supone que deben estar vigilando? – tenía la mirada tan distorsionada que parecía que iba a aniquilarlos con solo verlos. Mantenía a la pelinegra sujeta en su pecho y sentía su nariz rosarle el cuello de la camisa blanca.

- Discúlpenos por favor – ambos soldados se inclinaron y con un tono de súplica se dirigieron ante él.

- Yo no soy quien debe disculparlos. Ahora bastardos – tomo a la chica por los hombros y la coloco justo delante de el – Arrodíllense y pídanle perdón.

Los dos hombres voltearon a verlo con extrañez y disgusto, totalmente negados a inclinarse ante un soldado de menor rango que ellos. Sin embargo, terminaron con la cabeza pegada en el suelo, puesto que el capitán se había quitado el saco totalmente dispuesto a darles una paliza.

En brazos del capitánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora