El final {Flashback II}

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Varios siglos atrás. Japón, a las afueras del palacio de Nara, juicio final de las señoritas Kaname y Meiying.

—¡Hazlo!— Gritaba el príncipe con notable entusiasmo. Todos estaban callados, admirando la desgarradora escena.

Kaname sostenía la katana con fuerza, pero notable miedo. Ahí, en sus pies, abrazándola, estaba Meiying, quien no quería morir. Tenía un plan en mente que tristemente involucraba darle el gusto al príncipe de cabello amarillo. 

—Te amo— susurró Kaname en chino. Sí, había aprendido un poco de chino esos días en los que ambas doncellas estuvieron encerradas. Podía ser un lugar horrendo, pero estaban juntas y eso era lo que más les importaba, lo demás era irrelevante. 

—Yo te amo a ti— susurró Meiying en japonés, mirándola con tanto terror cual animalito asustado. Una última lágrima cayó por las mejillas de ambas jovencitas, y entonces, lo hizo. 

Kaname le clavó al katana y se quedó quieta. No podía creer lo que acababa de hacer. El príncipe comenzó a reír histérico, feliz de saber que su plan había salido tal y como lo había planeado.

O eso creyó. 

Pasaron un par de minutos que se sintieron como una eternidad. Kaname se giró con violencia, caminando una lentitud falsa para, según ella, entregarle la katana manchada. Su caminar pesado hizo que todos confiaran en sus acciones, pero apenas se paró delante de él, le clavó la katana también. 

Kaname lloraba de rabia, atrayendo su venganza, su dulce venganza. 

Los demás intentaron acorralarla, pero era muy tarde. Ella había sido entrenada por su padre en el arte de la defensa, tanto que empezó a deshacerse de todos y cada uno de los que quisieran salvar al príncipe quien claramente ya no tenía esperanza para ese momento.

Una vez Kaname fue la única en el lugar, corrió hacia el cuerpo de su amada, tirando la katana a un lado para ver su rostro pálido. Meiying yacía sin vida, pero por uno de sus costados aún había algunas gotas de su líquido vital manchando el suelo.

Kaname tomó la katana y se hizo una pequeña herida a la altura del corazón, sin lastimarse demasiado. Apenas comenzó a sangrar ella también, usó las manchas de su pecho para embarrar el pecho de Meiying. 

No estaba segura de que funcionaría, pero tenía que intentarlo. No podía vivir sin su enamorada, y haría lo que fuera por reencontrarse en otra vida con ella. Después de hacer los sigilos necesarios, miró por última vez a su amada, con la katana en mano, y con todo el miedo del mundo, se giró para darse cuenta que otros guardias del palacio iban por ella.

Era ahora o nunca. 

Kaname abrazó a Meiying quien yacía sin vida; la abrazó con fuerza y sin más, se deshizo de su dolor.

Lo que encontraron los guardias cuando llegaron fue impresionante. Toda una audiencia, el príncipe y las condenadas a juicio sin vida o señales de querer salvarse. 

Uno de los guardias corrió hacia el príncipe, mientas que otro corrió hacia las doncellas. Buscó entre sus bolsillos algo de valor, encontrándose con piedras preciosas de color azul. Confundido, las dejó nuevamente donde las había encontrado, tomando los dos cuerpos juntos y llevándoselos hacia la costa. 

Dejó a las doncellas entre unas enormes rocas que las guardarían por toda la eternidad. 

Sus cuerpos permanecieron juntos y con ellos, las joyas. La promesa se había cumplido. 

El príncipe, sin embargo, que usaba jade en collares y anillos, juró que reencarnaría. Había aprendido su lección, pero quería estar ahí en cualquier otro momento de la existencia misma para admirar lo que había arruinado.

Siglos después, el alma de Kaname nació nuevamente en su tierra, donde siempre sintió una extraña atracción hacia el esgrima. 

Meiying, sin embargo, prometió renacer en otro lugar del mundo, con las joyas azules adornando su iris y hablando cualquier otro idioma que no le recordara nada.

Kagami y Marinette volvieron a nacer, dispuestas a encontrarse entre los lugares más lejanos de la tierra, dentro de cada uno de aquellos horribles rincones donde les habían prohibido su amor. Ninguna, sin embargo, imaginó que su promesa las llevaría, justamente, a reencarnar en la conocida ciudad del amor, donde las doncellas nunca más volverían a sufrir algún tipo de desgarre emocional debido a su hermosa promesa.

La leyenda no era conocida por nadie en esos lados del planeta, pero sí que había rumores de su existencia en Asia, donde uno de los descendientes de aquél guardia se encargó de escribirlo para llevarlo a la eternidad. Algunos lo llamaron novela, otros lo llamaron recuerdos de un viejo loco, nieto de un guardia de la realeza japonesa. Otros lo llamaban verídico, pero claro, nadie hablaba de la apasionante que podía ser la vida.

El libro se cerraba, pero las almas de las doncellas aún buscaban su momento ideal para reencarnar.

Y al final, después de siglos, lo encontraron. 

Recuerdos del oriente ; {Marigami / Kagami x Marinette}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora