Inevitable conexión

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Las clases iban tan rápido cuando se tiene la cabeza ocupada, que ni Marinette ni Kagami se dieron cuenta de que habían terminado.

Marinette guardaba sus cosas. Ese día, Alya tenía algo de prisa por algo que dijo, pero que la jovencita de enormes ojos azules no pudo recordar en ese momento. Solo sabía que al sonar la campana, su mejor amiga salió corriendo del lugar con mucha prisa y casi tropezones, llamando la atención de quienes la seguían con la mirada.

Dupain-Cheng acomodó todo en su mochila y al terminar de acomodarla en su espalda, admiró que el salón de clases estaba ya completamente vacío, a excepción de Kagami, quien la miraba con un rostro extraño, como si estuviera confundida. Marinette, sin darse cuenta, hizo la misma mueca y comenzó a bajar las escaleras para encontrarse directamente con ella.

—Hola, Kagami— saludó la mestiza, sonriéndole a como podía, viendo en sus ojos oscuros y rasgados algo que le llamó la atención: paz. No, no la veía literalmente, pero la sentía. Era extraño de explicar, ni siquiera ella misma sabía bien que estaba pasando, pero no le importaba mucho tampoco.

—Marinette— dijo sonriente la japonesa, dando un minúsculo paso hacia adelante, como si estuviera admirando en los orbes azulados de su compañera de clase algo idéntico a lo que veía la contraria.

—¿Sabes?— susurró Marinette, ladeado la cabeza en acto de curiosidad —Siento que... que te conozco. Digo, es obvio, pero... ay, no, no me refiero a eso. Quiero decir, sí, te conozco, pero no ahora. ¡Bueno, sí! ¡Pero no es eso!— Marinette, sumamente nerviosa, sentía su cuerpo y sobretodo su lengua comenzar a traicionar su hablar, diciendo cosas sin sentido.

Pero para Kagami sí lo tenían.

—Tranquila— susurró la asiática con su acento extranjero, poniendo su delgada y fina mano en el hombro de la ansiosa jovencita —Creo que te entiendo. Me pasa lo mismo, en realidad—

Y entonces, hubo un silencio.

Marinette sintió su rostro comenzar a arder. No sabía por qué, le molestaba, le incomodaba de sobremanera y, cuando quiso apartar los ojos del duelo de miradas que aparentemente estaba teniendo...

... Otra imagen, irreal, surrealista. Una flecha se dirigía hacia ella.

—¡Ah!— se asustó, era normal. Marinette, al gritar, dio un paso hacia atrás, y sin entender bien que pasaba, desvió la cabeza y después salió corriendo del salón de clases.

Kagami se quedó ahí, parpadeando una y otra vez. No, ¡era imposible! ¿Podían acaso estar teniendo la misma alucinación una y otra vez ambas, y al mismo tiempo?

Lo curioso es que, todo comenzaba a aparentar que no era una alucinación.

Kagami comenzó a entenderlo, y cuando pudo reaccionar, salió corriendo detrás de Marinette, alcanzándola a la salida de la escuela, tomándole del hombro otra vez para girarla. Fue el momento justo para detenerse, pues ahora estaban ahí, frente a frente, con la punta de la nariz de cada una de ellas rozando la opuesta, sintiendo Kagami el respirar de Marinette.

No importaban los demás. Ambas, sin decirlo ni darse cuenta, cayeron en la conclusión de que se sentía muy bien estar cerca de la otra.

—Marinette— susurró Kagami, dando un corto paso hacia atrás en esta ocasión —Creo que debemos hablar. No puedes correr cada que me acerco... o que me ves. De hecho, creo que deberíamos... hablar de la misma flecha que ambas vemos cada que estamos cierto tiempo juntas—

Marinette, torpe, dio otro paso hacia atrás, asintiendo con la cabeza para después negar con la misma.

—¿Flecha? ¿De qué hablas? ¡Ufff! ¡No, no! ¡Yo no he visto ninguna flecha!— decía Marinette, intentando alejarse de lo que fuera que era toda esa situación que le llamaba extremadamente la atención, que la sentía fuerte, como si fuera un imán acercándose peligrosamente a otro.

Kagami frunció el ceño, tomándole de la muñeca y llevándola a la esquina del colegio, donde la soltó con cierta fuerza, haciendo que Marinette soltara un pequeño y delicado quejido. Le había apretado muy fuerte, le dolía levemente pero, ahí estaba, un cosquilleo travieso invadiendo la parte de la piel que Kagami había tomado.

—Marinette, no finjas. Ya nos pasó dos veces en el día. Me ves, y de pronto... vemos lo mismo. ¿No crees que esto es ilógico?— Kagami decía con el tono notablemente molesto, frunciendo el ceño. —¿Acaso... nos están poniendo algo en la comida?—

Marinette alzó los hombros en gesto de no saber.

—No tengo ni idea, Kagami...— Marinette murmuró mientras desviaba la mirada al suelo, comenzando a jugar con sus pies. Suspiró. Algo ahí estaba pasando, y era raro... incluso sobrenatural. Después alzó la vista, se despidió de beso y salió corriendo a casa.

Ahora Kagami era la que tenía cosquillas en ambas de sus mejillas al haber sentido el cálido tacto de Marinette.

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—Hola, mamá. Hola, papá— saludaba Marinette con los labios fruncidos, sin atreverse a verlos.

—Hola, cariño— dijo su madre, admirando como su única hija subía las escaleras para ascender a su hogar.

Después miró a su esposo, y riendo, siguió en su trabajo.

Marinette aprovechó la soledad para correr a su habitación, dejando su mochila y sentándose en la cama.  No podía dejar de pensar en Kagami. Demonios, ¿también ella podía ver esa extraña flecha? ¿Era una broma? Quizás lo era, sí, pero, ¿cómo se había enterado en ese caso?

Su curiosidad volvió, y fue a donde había dejado el libro en chino la otra vez para abrirlo en una página cualquiera.

No entendía nada. Entonces, se le ocurrió una idea.

Tomó su teléfono celular, descargó una aplicación para descargar traductores vía cámara, y, entonces, le tomó una foto a aquella página sin gracia que había seleccionado por azar. Le pidió al traductor traducir del chino simplificado al francés, y entonces, parpadeó confundida con lo que había arrojado como respuesta:

"La guerra sino-japonesa, siglos antes de las oficiales: la leyenda de las doncellas"

El título era demasiado largo y extraño. Volvió a tomar foto, y tradujo una pequeña parte de la página.

"La princesa Changping, de dinastía Ming, hija del emperador Chongzen y la consorte Wang, tuvo la oportunidad de ser servida por varias doncellas. Entre ellas, de quien se enfonca la leyenda, una joven quien se supone su nombre fue Meiying, cuya última voluntad de su princesa fue que huyera hacia el mar. Como fiel sirva, Meiying tomó sus maletas y pocos días antes de que tomara el poder la dinastía Qing, se aventuró en una pequeña barca desde Shanghai, llegando, esperada y sorpresivamente a su destino final: el Japón. Si saber que hacer ahí, Meiying comenzó a subir por el archipiélago, aprendiendo el idioma, hasta que llegó a la región de Kansai, en donde..."

—¡Marinette!— se escuchó una voz gritando.

Marinette escondió el libro y apagó el celular, para después bajar a obedecer las ordenes de su madre.

Claro, pensando una y otra vez en lo que decía el libro. Era curioso que, algo que era conocido como el poder de la dinastía Ming y Qing, nunca hubiera escuchado algo similar a "la leyenda de las doncellas"

¿Quién era Meiying? ¿Qué pasó con ella?

No lo sabía, pero estaba consciente de que haber leído eso... le había dado náuseas. Como si... hubiera estado en un barco.

Recuerdos del oriente ; {Marigami / Kagami x Marinette}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora