Efímera irrealidad

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Kagami entraba a su hogar, fielmente siguiendo la tradición de su país, quitándose los zapatos para seguir su camino dentro de su casa. Su mirada veía al piso, a sus pies cubiertos por las gruesas calcetas blancas que los cubrían y los abrigaban del frío suelo. Su madre, quien la había llevado a casa pero no se encontraba de momento con ella, le había encargado específicamente que se hiciera cargo sus tareas escolares, incluso si era su día de descanso y al día siguiente no había clases.

Kagami Tsurugi debía ser perfecta, así su camino a la perfección no lo fuera. Era una espadachín nata, con inteligencia excesiva, belleza exótica y varios dotes más, pero en ese momento, Kagami quería descansar un poco, por lo menos un par de minutos antes de que su madre regresara de hacer las compras diarias.

Se recostó en su amplio colchón que estaba bien postrado en el suelo. La casa tradicional japonesa rompía con toda la armonía occidental interna de la zona parisina en la que vivían, pero tampoco era algo que molestara a nadie. Kagami entonces cerró los ojos, frunciendo el ceño y apretando los dientes sin darse cuenta, cuestionándose por qué tenía a Marinette atascada en los pensamientos desde hacía algunos días.

Entonces, tuvo la brillante idea de levantarse, interrumpiendo su propio descanso para salir de la cama e investigar sin pista alguna y sin el más mínimo pensamiento de dónde comenzar, un lugar en el que nunca solía poner un pie: la habitación de su madre.

No es que tuviera prohibido entrar ahí, pero tampoco le era explícitamente permitido.

La habitación, como era de esperarse, estaba impecable. Con los cajones bien sellados y la cama tendida. Decoraciones con ikebana y algunas katanas colgadas en la pared por decoración -y orgullo, también-

Y entre todas las cosas bonitas, había un enorme estante lleno de libros en muchísimos idiomas, más de los que la señora Tsurugi podía hablar, incluso. Su hija se puso delante del mismo, y admiró hasta el libro más oculto, uno sobre mitología japonesa. Lo tomó en sus manos y abrió una hoja al azar.

"...Sin saber qué hacer ahí, Meiying comenzó a subir por el archipiélago, aprendiendo el idioma, hasta que llegó a la región de Kansai, en donde conoció a la segunda protagonista de la leyenda: la señorita Kaname, una joven de su edad, plebeya, quien quedó maravillada con el acento chino de la señorita Meiying. Se dice, según la leyenda, que Meiying y Kaname pasaron por menos un mes sin dejar de hablar, día y noche, contándose la vida entera, como si fueran piezas de rompecabezas, hechas exactamente para encajar una con la otra.

»Pero, cuando el emperador mandó a uno de sus hijos a Nara, la ciudad donde las doncellas vivían juntas, el muchacho se encaprichó con desterrar a la china al escuchar de ella, y la mandó encerrar, mientras que a Kaname le propuso libertad a cambio de volverla una de sus doncellas.

»Ellas, entonces, decidieron huir..."

Kagami tuvo que tener la lectura inmediatamente.

El corazón le latía rápido, la cabeza parecía que le iba a explotar y, su alma ardía. De pronto la lectura le causó ira, aún cuando solo había leído un par de párrafos de una supuesta leyenda de la cual nunca tuvo conocimiento alguno.

Parecía como si el mundo entero se hubiera olvidado de esa leyenda, menos ese libro.

Tomó en memoria el renglón específico, cerró el libro y se lo llevó a su habitación, donde lo guardó bien en su cajón, entre su ropa tradicional.

Después, mandó al diablo sus tareas por primera vez en su vida, y se puso a escribir lo que sentía. Lo escribió en francés, porque sí, era japonesa, pero el francés también era su lengua ahora.

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A Marinette le gustaba perder el tiempo, sí, esa no era una noticia nueva o algo que a la gente le generara sorpresa. Era buena estudiante, pero también le gustaba divertirse en su tiempo libre.

Eran las tres de la mañana, y ella se estaba maquillando sola en su habitación. El arte del maquillaje no era lo suyo, definitivamente no. Lo de ella era la moda, el arte del vestir, pero estaba aburrida y tenía unas cosas ahí que iban a expirar pronto.

Se había arreglado de tal manera que, si se le pusiera algún traje tradicional chino o del sur o central, podría pasar facilmente por una princesa. Su belleza era inigualable, nadie podía contradecir eso.

—¡Listo!— decía ella frente al espejo, antes de dejar de sonreír y mirarse fijamente.

Entonces, se desconectó de la realidad.

Su habitación cambión un momento por un enorme palacio rojo, los muebles por caballeros chinos, las ventanas por pilares, las cortinas por cartas, y ella... ella quieta, incapaz de moverse, admiró en su alucinación, si es que eso era, una mujer hermosa siendo llevada en brazos por otro hombre. La mujer gritaba en un chino antiguo algo que no entendía...

—¡Ah!— gritó Marinette, cubriéndose la boca, dando un paso atrás.

¿Qué demonios había sido eso?

¿Qué le estaba pasando?

¿Era una alucinación? ¿Se estaba volviendo loca?

Tomó la toallita desmaquillante lo más rápido que pudo y cuando su carita estuvo limpia, suspiró, yendo hacia su cama para encontrar con que tenía un mensaje de Kagami.

Alzó una ceja, abriéndolo.

"Hola" decía el mensaje

"Hola" contestó Marinette

"¿Estás despierta?" Siguió Kagami

"Sí, pero, ¿por qué tu sí?"

"No lo sé, algo me decía que no podías dormir, así que quería saber que todo estaba bien"

"¿Acaso eres bruja?"

"Me gustaría, pero no"

"Kagami, te haré una pregunta... "

"¿Que si ví el mismo palacio chino en el que estabas hace unos minutos? sí"

Marinette sintió que se le congelaba la mano

—Ay, eso cada vez es más raro— dijo ella, al borde del llanto

"Kagami, tengo miedo"

"Tranquila, Mari. ¿Por qué tendrías miedo, si estás hablando conmigo?"

Entonces, Marinette parpadeó mirando la pantalla. Era cierto.

"Estamos viendo cosas al mismo tiempo. Eso no es normal"

"Estoy comenzando a creer el por qué, pero dejaré que tú también lo entiendas"

"¿Eh?"

"Nada, Mari. Buenas noches"

Kagami se había desconectado.

Marinette suspiró, cerrando los ojos.

Se acomodó en la cama y cayó en cuenta de que efectivamente, no tenía nada que temer. Era entendible, estaba comenzando a tener "alucinaciones colectivas", pero, en realidad, las estaba teniendo con una chica fuerte, espadachín, con cualidades de una verdadera guerrera... además, Kagami era muy linda a su parecer.

No había que temer, no ahora.


Recuerdos del oriente ; {Marigami / Kagami x Marinette}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora