Tortura China

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Hoy me hicieron acordar, de uno de los momento más traumáticos que viví en mi vida.

Antes de contarles, quiero ofrecer mis mayores respetos a cada una de ustedes que se someten voluntariamente a esta tortura medieval; y quisiera preguntarles, con el mayor de los respetos: ¡¿Ustedes están locas?! O ¿Tienen algo mal conectado en la cabeza?

Y no me vengan con eso que las mujeres están preparadas para sentir dolor, ni ninguna de esas pavadas. Ninguna persona en su sano juicio, se deja arrancar los pelos de todo el cuerpo, por voluntad propia y encima de todo, pagan por eso.

Ahora sí, después de haber expresado mi punto de vista, les voy a contar me experiencia, o mejor dicho, nuestra experiencia.

El pionero en esta locura fue Marcos. Ustedes vieron que él es el metrosexual del trio y en aquel momento era peor. Se ha hecho de todo para estar mas lindo. Limpieza de cutis, no se que cosa con punta de diamante... En fin, ustedes saben de lo que estoy hablando.

Teníamos unos veinte años cuando un día apareció Marcos, a una de nuestras reuniones de sábado, con toda la zona pélvica recién depilada. Obviamente la primera reacción de Damián y mía cuando nos contó, fue cagarnos de la risa y cargarlo. Pero él nos dio una larga explicación del porque está bueno depilarse. Y eso basto para que nos pique la curiosidad...

—Ustedes cárguenme, pero está bueno y ya van a ir a depilarse ustedes también. —nos dice Marcos recostándose en el sillón de la casa de los padres de Damián.

—Olvídate. Yo no me dejo arrancar los pelos, ni muerto. —le contesto sentándome en el suelo con una cerveza en la mano.

—Vos vas a ser el primero. Ya vas a ver... —contesta señalándome con el dedo.

—Marcos, con la mejor onda te lo digo, hay que estar mal de la cabeza para dejarse torturar y encima pagar.

—A ver, obviamente que duele, pero es un momento y después solo quedan los beneficios.

—A ver, ¿Qué beneficios son esos? —le pregunto. Tengo que reconocer que me picó la curiosidad.

—Lo primero, es que es más limpio...

—Yo no tengo la culpa si vos no te la sabes lavar...—lo interrumpo. Marcos me ignora y sigue hablando.

—Es más fresco, no transpiras tanto. —Damián, sentado en el sillón de al lado, lo escucha atentamente. ¿Será que realmente está pensando en hacerlo él también?

Marcos se pone de pie, deja la lata de cerveza sobre la mesa y dice:

—Y aparte, ¡te la hace más grande! —con un ágil movimiento se baja los pantalones y nos muestra su ganso.

—¡No boludo! ¡Qué cosa innecesaria! ¿Para qué lo tenés que mostrar? —le digo tirándole una lata de cerveza vacía.

En ese momento entra la madre de Damián trayéndonos pizza, se detiene en la puerta y mirándolo a Marcos, que aún tiene el pantalón bajo, le dice:

—¿Te lo depilaste? Me gusta... —nos deja la pizza en la mesa y se va.

—¡Mamá! —protesta Damián con cara de asco.

Marcos se descostilla de la risa mientras se levanta los pantalones.

Lo miro a Damián que se quedó como paralizado.

—¡Ey!, Tampoco la tiene tan grande como para que te quedes pasmado.

—En verdad, se lo hace más grande —dice todavía medio ido—. Lo que me dio impresión es que me pareció lindo, simpático...

Tal para cual... A.M. (Antes de Mara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora