En medio de la soledad de aquella casa y el sonido de su incesante llanto, Elena sintió pasos suaves detrás de ella y una fría mano posarse en su hombro derecho, haciéndola sobresaltar.
Su llanto cesó y se colocó de pie rápidamente, buscando con la mirada a quien había tocado su hombro, pero no encontró a nadie.
—¡¿Hay alguien ahí?! —preguntó demandante secando sus lágrimas.
Al no obtener respuesta y comenzando a asustarse, salió a toda velocidad de aquella casa, cerrando la puerta en el camino y emprendiendo rumbo nuevamente a su hogar.
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La televisión de la sala estaba encendida y Elena estaba hecha bolita en el sillón, cubierta con mantas hasta la cabeza, rodeada por varias latas de cerveza vacías y envases de comida chatarra regados por el suelo. Sumado a eso, las evidentes ojeras y estado destrozado que cargaba la chica, le daban un ambiente poco agradable a la escena.
En la pantalla frente a ella se reproducía Titanic, sumandole más tristeza a su cuerpo de la que ya cargaba. Soñaba y deseaba con toda su alma el volver a ver a Guillermo, aunque sea una vez más.
—Sólo quiero verte... ¿Es tan difícil eso? —susurró sin despegar la vista de la pantalla, viendo morir a Jack mientras se limpiaba los mocos.
—¿De verdad quieres eso? —preguntó una voz masculina conocida detrás de ella.
—Eso quiero, Guillermo —murmuró.
Pero luego todo se salió de control.
Se colocó de pie a toda velocidad, enredandose con la manta sobre ella y cayendo al piso de manera estrepitosa. Tomó lo primero que sus manos encontraron y, con mucha dificultad, se enderezo.
En medio de las sombras de la noche, pudo vislumbrar una silueta masculina escondida entre ellas. Aclaró su garganta y habló con fuerza, levantando la caja de pañuelos casi vacía que había tomado anteriormente.
—Seas quien seas, no es graciosos que te hagas pasar por mi novio muerto.
—¿Y si te digo que en realidad soy yo Lena?
La silueta salió de entre las sombras y la boca de Elena se abrió sorprendida al ver a Guillermo frente a ella. Con las piernas temblando, lanzó la caja, pero esta atravesó el cuerpo del muchacho.
—Esto no es real —negó la chica— estoy muy ebria.
—Lena... —Se acercó lentamente a ella.
—Lo que sea que este pasando aquí... No es real —comenzó a retroceder lentamente.
—Soy lo más real que puede existir —aseguró sin detener su caminar.
—¡Tu estas muerto! —gritó asustada— ¡Y esto sólo es mi mente jugandome una broma!
Se detuvo al sentir la pared detrás de ella y desvió su vista del ser que se acercaba a ella. Cerró los ojos con fuerza al sentir su fría presencia frente a ella.
—Por favor... ya hasta —suplicó la fémina— Nada de esto es real.
Las congeladas manos de este se posaron en las mejillas de la chica, obligándola a levantar la mirada. Elena abrió los ojos con lentitud y el muchacho le sonrió con tristeza.
—Si no fuera real, no podría hacer esto —susurró.
Elena se quedó pasmada al sentir los fríos labios de Guillermo sobre ella y, sólo así, pudo confirmar que la persona que estaba ahí era real.
Tan real que podía tocarla con sus manos.
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