El mundo era un lugar incomprensible, lleno de dilemas, dificultades y por sobre todo grandes retos en los que muchos, gran parte de su vida, fracasarían, incluso si se arrastrasen, desgarrando de paso sus manos y pies en un intento por llegar al éxito.
Después de todo, esa gente no estaba destinada a llegar a él.
Es por eso que, si le preguntabas a Nagito Komaeda el valor de aquellos que estaban destinados a un simple fracaso, te diría que era igual que el de llevar un arma blanca a un tiroteo.
Completamente inútil.
A menos que por supuesto, poseyeses un talento. Como el suyo tal vez, aunque no podía realmente regocijarse de aquello, después de todo, el suyo no era más que simple basura, pero a diferencia de otros, le permitiría sobrevivir.
Mas, si Nagito tuviese que elegir una sola cosa que salvar de su para nada útil talento, sería que al menos, podría servir a aquellos que poseían uno verdadero.
Aquellos que poseían una esperanza absoluta, aquellos que brillaban más que ninguno a la hora de enfrentar los desafíos del día a día, arrasando con la desesperación como si se tratase del más simple de los insectos.
Sí, es por eso que, a pesar de ser una basura, al menos podría permitirse ser una víctima de quienes brindarían la esperanza al mundo entero.
Definitivamente tenía razón, no estaba equivocado.
La gente que nacía sin talento, simplemente no poseía ningún impacto en la vida diaria.
Que uno o cien de ellos desapareciesen no afectaría el futuro, no siendo más que meros impulsores para que la esperanza de los talentosos brillase con más fuerza. Ese era el lugar de ellos, y debían conformarse con aquello, después de todo, si el poder llegase a sus manos, no crearían más que simples desastres.
La mayor parte de la gente parecía comprender aquello, ajustándose a su vida diaria, simplemente siendo parte de las multitudes, inclinándose ante los que los guiarían, presentando su debido respeto a los llamados definitivos.
Las personificaciones de la esperanza de la humanidad.
O al menos, gran parte de la gente sabia su lugar.
Hajime Hinata era el nombre de un estudiante de reserva y, por lo tanto, alguien sin talento alguno.
Por supuesto que Komaeda no lo veía más que como lo que en verdad era, es decir, un simple impulsor de la esperanza o, en todo caso, otro mortal con el que nunca debería haber tenido contacto alguno.
La palabra clave en la oracion: debería.
Porque para gran impacto y molestia de Nagito, aquel estudiante de reserva era alguien con quien muy frecuentemente tenia contacto desde hace ya unos buenos meses. No es que realmente desease aquel contacto, sino que era... inevitable.
Hinata tendría una apariencia simple, una personalidad que a ojos del afortunado no podría destacar en nada y no tenia ninguna pasión que lo hiciesen resaltar, pero por alguna razón en el universo —que solo él parecía no entender— el resto del mundo adoraba a Hajime Hinata.
Raro ¿no?
Bueno, adorar era una palabra un poco extremista de su parte, pero muchas veces encajaba con el sentimiento que el estudiante parecía atraer a sí mismo.
Sin importar cuantas personas se atravesasen en su camino, de alguna forma o manera, Hinata terminaba haciéndose agradar la mayor parte del tiempo.
Eso hubiese sido algo normal, después de todo, había gente no talentosa que era popular entre los suyos, pero lo que realmente afectaba a toda aquella ecuación, era que a quienes el chico de ojos verdes encantaba, era a los estudiantes definitivos, aquellos con talento, aquellos que estaban por encima de él.
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Entre la Multitud
FanfictionCuando se trataba del mundo, Komaeda estaba seguro de ser la persona que más claro tenia como funcionaba. Aquellos que nacían con talento estarían destinados a brillar en él, mientras que los demás, estarían destinados a ser simples escalones para...