El otoño no es tan malo

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Al apenas despertarse, Komaeda noto tres cosas.

Uno, la sensación de su cuerpo cayendo hacia abajo, haciéndolo sobresaltarse mirando hacia los costados.

Dos, su cama ahora se encontraba en el suelo, bueno, siendo más específicos, su cama estaba rota, pegada al suelo.

Y tres, su teléfono, con el cual se había dormido al parecer, ahora estaba siendo aplastado por la cama, obviamente ya muerto debido al impacto, partiéndose justo a la mitad.

Ah, realmente era una buena manera de empezar la mañana.

Tal como lo había previsto, la mala suerte comenzaba a hacer efecto, en especial por el dolor general que su cuerpo estaba sufriendo por el impacto, haciendo que moverse le hiciese dar un quejido de dolor.

Ahí iban sus últimos huesos buenos, que no eran muchos de hecho.

Hoy definitivamente le esperaba un día intenso. Su celular y cama rotas, su cuerpo ardiendo al poder finalmente levantarse de la cama... y esto realmente no terminaba de compensar la buena suerte de ayer.

Pero de todas formas, así siempre era su vida, no era nada que no hubiese pasado antes.

Komaeda se levantaría cada día, enfrentándose a lo que el destino le tuviese preparado y sonriendo tranquilamente, esperando a que la buena suerte volviese.

Porque está siempre volvía, solo hacía falta esperarla con paciencia y dentro de todo, controlar lo mejor posible los efectos de la mala suerte.

Es por eso que al preparar su café, no le molesto que al agregarle leche, esta estuviese podrida, incluso si todavía no era la fecha de vencimiento.

También, no le molestaba que su tostadora se haya estropeado, a pesar de ser nueva, ya que al menos esta vez no se había prendido fuego y al menos pudo sacar un pedazo de su pan sin que supiese tan mal.

De todas formas, siempre podría comprar un almuerzo, no tenía tanta hambre de todas formas. No le gustaba comer en casa, había una razón por la cual su heladera casi siempre estaba vacía.

Sí debía admitir que fue algo molesto descubrir que el suéter que siempre solía llevar con su uniforme había sido devorado por polillas, las cuales no recordaba haber visto en ningún momento en la zona.

Pero no es como si no pudiese usar una camisa, luego compraría un reemplazo para su arruinada prenda.

¿Y qué si era su favorita? No era la primera vez que algo que le gustaba, terminaba roto, de hecho, había sido su culpa por encariñarse con un pedazo de ropa. Sabía bien el destino que tenían las cosas que le gustaban.

Es por eso que no había necesidad de decorar tanto aquel lugar, ni tampoco una forma de llamarlo hogar.

Nunca hubo algo parecido a eso, de hecho, Nagito prefería decir mil veces que todos los lugares, solo serían pasajeros, después de todo, solo eran el lugar donde dormiría y comería, para luego salir al mundo.

Quizás su hogar seria simplemente el mundo, tan general como sonase.

Aunque no le gustaba tener ese tipo de pensamientos, usualmente arruinaban sus mañanas.

Por lo que Komaeda optaba por no pensar en cosas tan inútiles como aquello, después de todo, lo único que realmente debía importarle, era aquella academia llena de esperanza a la que tenía el lujo de ir, incluso si no lo merecía.

Así es, eso era todo en lo que debería concentrarse.

Ahí podría ver a todas esas personas tan maravillosas brillar como ningún otro, mostrandole lo que la verdadera esperanza era. Los pilares de la humanidad, aquellos que le daban sentido a la vida.

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⏰ Última actualización: Apr 09, 2021 ⏰

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