Capítulo 39

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Estaba en el balcón admirando la noche fresca, el Adriático se extendía como una mancha oscura que podría devorarlo, la musica en las calles le llegaba de lejos, todos parecían continuar una fiesta sin fin.

La piel pálida parecía resplandeciente a la luz de la luna, los risos oscuros se mecían lentamente con el viento y el olor de su perfume lo envolvía.

Se acercó despacio sin hacer ruido, como un cazador asechando, se deleito con la visión de esas curvas pronunciadas y el calor del cuerpo tibio, cuando su sombra envolvió ese frágil cuerpo notó el momento exacto en que su presa se dio cuenta de su presencia, su espalda se tensó y giró bruscamente para hacerle frente.

Al verlo Ezio se llevó una mano a su boca para acallar un grito de sorpresa y saltó a sus brazos, Dylan lo tomó entre ellos y abrazó fuertemente tratando de fundir sus cuerpos, se deleito en ese calor que le atormentaba y consolaba al mismo tiempo respirando el aroma dulce de sus cabellos, pronto el dulce abrazo se convirtió en un beso necesitado y urgente donde sus bocas no encontraban sosiego, enterró sus manos fuertemente en las caderas del menor llevándolo a la baranda apoyando allí su peso, para acomodarse entre sus piernas y poder recorrerlo sin restricciones, las ansias eran urgentes, quería arrancarle la ropa y devorarlo, ese frágil cuerpo era tan familiar como inexplorado, y deseaba conocer el sabor que guardaba en los más recónditos pliegues.

De pronto la ropa ya no estaba, se encontró con su pecho desnudo recibiendo el aire frio y unos labios ardientes, que lo mordían y chupaban con voracidad, la piel desnuda le quemaba las manos, pero no quería soltarla, no podía despegar sus manos de esa piel tersa y pálida, podía ver las marcas de sus dedos en las caderas firmes, sus dientes dejaron hullas de sus mordidas en ese frágil cuello, los gemidos y quejidos de placer eran musica en sus oídos que podía escuchar una y otra vez para su deleite.

Arrancando los últimos vestigios de ropa llevó el cuerpo desnudo de su presa a la cama y lo cubrió con todo su peso aplastándolo, acorralándolo, para asi poder devorarlo a su antojo, lo extendió en las sabanas blancas para su deleite y antes de lanzarse a devorarlo, vio en sus ojos el terror de su presa.

Despertó aterrado, desesperado, como si una monstruo enfermo hubiese tomado su cuerpo y mente forzándolo a mancilla a Ezio en sus sueños, como si ese monstruo estuviera dormido dentro de él hambriento y expectante, esperando que su razón flaqueara para salir y lastimar a un ser indefenso y puro

Trato de arrancarse la piel, arrancarse la sensación de esa pesadilla, quería hacerse daño, desgarrarse la piel, como esta había manchado la inocencia, meter sus manos dentro de su cabeza y arrancar el recuerdo de esa pesadilla.

Gritó de impotencia, un grito que le desgarró la garganta gritó hasta que su voz no encontró más fuerza, entonces desgarró todo lo encontró a su paso, tratando de sacar toda la desesperación que sentía, se sentía encerrado dentro de esa piel que lo traicionaba y trató de arrancársela también.

La mucama entró al escuchar sus gritos y trató de detenerlo se estaba haciendo daño.

- No me toques, déjame, no me toques.

Lo voz le salió apenas, como si se estuviera ahogando, empujó la mujer lejos, no sabía si le había hecho daño, esta salió corriendo de la habitación y regresó de inmediato con algo en sus manos, con una fuerza que Dylan no se esperaba se lanzó sobre su cuerpo e inyectó algo en él que lo hizo dormir.

Luchó, luchó con la pesadez, no quería dormir, no quería volver a ese lugar donde podía lastimar a Ezio, no quería dejar al monstruo suelto de nuevo, no quería soñar.

No lo hizo.

***

El teléfono de Andreas estaba sonando en su bolsillo y trataba de ignorarlo, no quería hablar con Ezio en esos momentos, no sabía como decirle que había visto a Dylan comiendo con un chico de plástico ya dos veces en lo que iba de su partida, tampoco sabía si era necesario que se lo dijera.

Jóvenes Extraordinarios 4 Niño CaprichosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora