Capítulo 3.

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Despierto y me siento extrañamente cómodo, pero adolorido, me doy cuenta que estoy en una cama, ¿en qué momento la trajeron? Estoy en la misma habitación con la diferencia de que tiene esta cama ahora, paso mi mano por encima, estoy cubierto por una manta azul y la sábana que cubre la cama es blanca al igual que la almohada. 

Me muevo lanzando algunos quejidos, me siento ligero percatándome que mi peluca ya no está, volteo a todos lados, pero no hay señales de ella en ningún rincón de la habitación, me levanto y mi mano viaja directamente a mi trasero, me duele horrible, un sentimiento amargo se apodera de mí, los recuerdos de lo que pasó me invaden. Miro la ropa que traigo puesta, es una camisa blanca que me queda algo grande. Vuelvo a sentarme en la cama. 

- ¡Buenos días bella durmiente! - saluda un hombre entrando, logro reconocer su voz, es quien vino a quitarme la mordaza ayer, tiene la piel clara y ojos grises, - ¿Te quedaste mudo ante mi belleza?

Solo lo fulmino con la mirada. 

- Mi nombre es Derek, pero puedes llamarme como tú quieras, - me guiña un ojo - mi amor es una buena opción. - sonríe, - Y bueno, no vengo a otra cosa más que a pedirte que levantes tu culo de esa cama y me acompañes. 

Genial, podré observar dónde mierda estoy, solo asiento. 

- Eres muy callado. - hace un puchero, - Vamos. - pone una mano en mi cuello guiándome hacia algún lugar fuera de mi habitación, al salir el panorama no cambia mucho, las mismas paredes grises y tristes que tiene mi habitación son las que limitan el pasillo, todo se ve lúgubre y siniestro, el pasillo tiene algunas puertas cerradas, pasamos de largo por todas ellas. 

Llegamos hasta un puerta azul, esta puerta y mi manta son las únicas dos cosas coloridas en este lugar, - Es aquí. - la abre y me sorprendo con la diferencia entre el largo y oscuro pasillo y esta habitación, es elegante y bonita, distintas tonalidades de azul adornan la mayoría de cosas junto a tonalidades de café y dorado. Es como un departamento. 

A la izquierda hay una sala color hueso frente a una televisión pegada a la pared, detrás de la sala hay un comedor de madera, y a la derecha hay una cama con sábanas blancas y azules. 

- No les gusta el azul, ¿cierto? - pregunto con sarcasmo. 

- ¡¿Hablas?! - pregunta Derek con un rostro exageradamente sorprendido, lo miro mal, vuelve a su posición normal, - A Ash... al jefe le obsesiona el azul, - se encoge de hombros, - ven, yo te traje para que comas algo. 

Me lleva hasta el comedor y me sienta frente a un plato de comida, miro con desconfianza la comida, - ¿Qué es esto? - pico con el tenedor una cosa dura color café. 

- Es carne. - me mira como si fuera un extraterrestre, - ¿Acaso vivías debajo de una piedra?

- Pueda que sí haya estado viviendo debajo de una. - miro la carne con curiosidad, nunca he comido carne en mi vida y nunca busqué comerla, mi madre no comía este tipo de cosas y antes de abandonarnos siempre era ella quien cocinaba y nunca nos cocinó carne ni nada parecido. 

- Come, no tengo tanto tiempo como quisiera para vigilarte. - toma asiento a mi lado, corto un pequeño pedazo y lo como.

Mierda, ¿cómo pude haberme perdido algo tan delicioso?

Sigo comiendo y termino con todo el puré, verduras y carne, - ¿Siempre alimentan así a quienes secuestran? Si es así deberían secuestrar vagabundos. 

Ríe, - No, ni siquiera sacamos a las personas que secuestramos de las habitaciones, las dejamos sufriendo de hambre y sed en el suelo frío, solo salen de ahí cuando ya las vamos a matar. 

No digo nada, me quedo mirando el plato vacío, él se levanta y me toma del brazo llevándome con él hacia la habitación, - ¿Él va a venir? - pregunto sintiendo escalofríos en mi espalda.

- ¿Quién? ¿El jefe? - lo piensa un poco - Si, llegará pronto. - seco mis manos en la camisa, solo de pensar que tal vez vuelva a... No.

Derek me deja en la habitación cerrando con seguro la puerta para que no escape, como si lo fuera a hacer, además del montón de puertas que hay en el pasillo, sé que afuera seguramente hay un montón de hombres dispuestos a matarme si me atrevo a salir, por irónico y extraño que se escuche, me siento más a salvo aquí dentro. 

Siquiera sé que no me van a matar o, al menos, así lo dejó claro el jefe. 

Me recuesto en la cama mirando al techo blanco, me levanto de nuevo y comienzo a caminar por la habitación, me pongo al lado de la puerta y admiro mi cama, algo al lado de ella llama mi atención, me acerco con el ceño fruncido y veo que es un libro, lo tomo y me siento en la orilla del colchón, "Cien años de soledad" dice el título, lo hojeo rápido y a mi nariz llega el característico olor del papel, cierro los ojos y sonrío, recuerdo los días cuando aún estudiaba, me encantaba entrar a la biblioteca y leer algunos libros en compañía del silencio, ese era mi receso todos los días, no tenía amigos con quien compartir mi hora de comida, así que prefería ir a la biblioteca, en lugar de comida, alimentaba mi cerebro con letras. 

Me leí muchos libros que me parecieron interesantes, novelas de amor, suspenso, terror, de superación... La melancolía se apodera de mí, era tan buen estudiante, pero no siempre se puede seguir, apenas entré a la preparatoria mi madre nos abandonó, yo seguí estudiando al mismo tiempo que robaba a los hombres que visitaban los bares donde trabajaba. 

Abro el libro de nuevo y comienzo a leer, avanzo una buena cantidad de páginas y estoy tan inmerso en la lectura que no me doy cuenta que el jefe está frente a mí, salto en mi lugar al ver sus ojos azules mirándome fijamente, cierro el libro de golpe y retrocedo.

- ¿Miedo, gatito? - se acerca y baja a mi cuello aspirando mi olor, su respiración causa estragos dentro de mí.

- Aléjate. - susurro, lo hace, se queda de rodillas en medio de mis piernas, me toma de los tobillos y me jala hacia él, se inclina acercando sus labios a los míos, acaricia suavemente mis labios con los suyos, baja a mi cuello comenzando a besar, mordisquear y lamer, aprieto los ojos, este hombre me infunde miedo, lo que pasó ayer es algo que me marcó, sube con sus manos la camisa dejando al descubierto mi ropa interior y parte de mi abdomen, baja besando mi abdomen, no puedo con esto, pongo las manos sobre mi cara, mi garganta arde presa de las lágrimas que amenazan con salir. 

Quita las manos de mi rostro y las aprisiona encima de mi cabeza, sube la camisa hasta mis muñecas aprovechando para atarlas con ella, vuelve a bajar y lame mis pezones bajando mi ropa interior.

- No, por favor... - mi voz se quiebra. 

- Cállate. - las lágrimas caen cuando quedo desnudo frente a él, me remuevo cuando su mano viaja a mi trasero, bajo las manos, que siguen atadas, y trato de quitarlo, - ¡Quédate quieto, mierda! - toma mis manos y me mira enfurecido, - ¡Deja tus manos ahí y no las muevas! - las pone de nuevo encima de mi cabeza, - Espero que te quedes quieto, porque si no obedeces no voy a ser leve contigo. 

Sin importarle nada me penetra, el dolor agudo me invade y las lágrimas son más, no me gusta esto, el que me toque y haga lo que quiera conmigo, entra y sale de mi a su antojo mientras yo me retuerzo del dolor que no me deja ni un momento, no disfruto esto, lo aborrezco. 

Siento algo cálido recorrer mi trasero, no puedo sentir más asco, esto es horrible, siento como el colchón se hace más liviano, abro los ojos y lo veo caminando a la salida, sale dejando la puerta abierta, me siento en una de las esquinas de la cama, suelto mis manos, pego las piernas a mi pecho. 

- Nene. - levanto la vista y veo a Derek que me mira con pena, niega, toma la manta azul y me enreda en ella. 

LA DEUDA | [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora