Sólo quedaban unas horas para que mi vida diera un vuelco, y yo aún no lo sabía.
Estaba sentada frente al ordenador, en la mesa de oficina de mi casa, la reunión con mi editor no estaba yendo bien. La presión por escribir, por mandarles algo, por tener algo que publicar, iba en aumento. Hablaba de negocios, de marketing, de publicidad, de cómo conseguir más público, más ventas. Yo, que ese día me había levantado destrozada por no haber podido dormir en toda la noche, miraba la cara del hombre enfadado que tenía frente a mí, sin hacer caso a nada de lo que ocurría a mi alrededor.
—¿Ginnevra? —una voz masculina habla.
Alzo la mirada rápidamente, y dos pares de ojos me miran impacientes por una respuesta a una pregunta que no escuché.
—Perdón, no me he enterado —digo mientras me coloco mejor en la silla, toqueteando unos papeles de forma nerviosa —. ¿Cuál es la pregunta?
—Te preguntaba por una fecha aproximada para el siguiente capítulo.
—¡Ah! Sí, claro. Dame una semana y lo tendrás. —asiento enérgicamente en dirección a Matías, el hombre que me hablaba, y que sonreía de forma comedida.
Acto seguido, Matías da por finalizada la jornada laboral de hoy, despidiéndose y cerrando la llamada online.
Cierro el portátil con un suspiro. Estoy teniendo una semana de mierda, llena de tirones de oreja por no llegar a las fechas límites con algo decente escrito.
Por la ventana que tengo justo en frente puedo ver a la gente saliendo también de sus puestos de trabajo, tomando un café y disfrutando del buen día.Mi teléfono comienza a vibrar, y en la pantalla aparece el nombre de mi mejor amiga. Victoria.
—¿Quieres un café? —dice nada más descuelgo.
—Sí, por favor. —echo hacia atrás la cabeza y cierro los ojos, pidiéndole a Dios que me dé fuerzas.
—¿Cómo te ha ido hoy?
—No he dormido nada bien, y ¿recuerdas la fecha límite que tenía para entregar un capítulo? —pregunto, y escucho a Victoria asentir al otro lado de la línea. —Pues la fecha límite era hoy, y no tenía todo lo necesario, así que, evidentemente, me ha caído bronca.
—¿Has intentado hablar con Martín del motivo por el que no estás escribiendo últimamente?
—¿Y qué le voy a decir? "oye, perdona, últimamente siento que no quiero escribir más, que no quiero dedicarme a esto, ¿te importaría no meterme presión?" —digo con ironía.
—Bueno, quizás si se lo explicas lo llegue a entender.
—Estoy tan cansada ahora mismo que no quiero pensar en nada de esto.
—No te preocupes, estoy llegando ya a tu casa. Baja.
Victoria, como cada Viernes, me llamaba a la misma hora de siempre para tomar un café y ponernos al día de la semana. Ella, enfermera, trabajaba muchísimas horas al día, salvo los viernes, que podía salir antes.
Rápidamente tomo lo esencial, móvil, cartera y llaves, y salgo del edificio. Victoria está ahí plantada, mirando el móvil mientras me espera. Aún va con el uniforme, y sólo se ha cambiado los zapatos, que sólo los usa en la clínica.—¿Qué tal tu día? —le pregunto, pasando el brazo por su hombro y juntando su cabeza y la mía, a modo de abrazo.
—Bien, tranquilo. Los viernes siempre son tranquilos allí. —dice metiendo el móvil en su bolso. —El Lunes sí que me espera mucho trabajo y mucho papeleo.
Nos sentamos en una mesa de la cafetería a la que siempre íbamos, a unos metros de distancia de mi casa, y el camarero, que ya nos conoce, nos saluda cuando nos ve.

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LA OTRA CARA DEL AMOR
Romance"Sólo quedaban unas horas para que mi vida diera un vuelco, y yo aún no lo sabía" es lo que piensa Ginnevra al hacer memoria del día en el que comienza esta historia. Cuando se entera de que Carlo, al que acaba de conocer, es uno de los integrantes...