3.

11 0 0
                                        

Una cara perfectamente esculpida, con una barba tupida y oscura.

—Ginnevra. —digo con una sonrisa incómoda. —Pero no voy a aceptar la botella, es mejor que te la quedes o se la des a otra chica.

Me intento zafar de la situación, pero él es más rápido.

—¿Por qué? —dice con una risilla, divertido por la situación.

—No quiero que esperes algo a cambio por ella.

—No lo hago por eso. —ríe a carcajadas.

—¿Entonces? —alzo una ceja, esperando encontrar la trampa.

—Simplemente me ha hecho gracia que hayas huido de tu grupo para venir a la barra a tomar tres chupitos. He creído que un regalo así haría que te reintegraras de nuevo con tus amigos. —sigue sonriente, amable.

—No son mis amigos, no todos al menos. Sólo dos de ellos.

—Aún así, acéptalo. —dice empujando la botella en mi dirección —No quiero nada a cambio, no te preocupes.

Su brillante sonrisa me deslumbra cada vez que habla. Es realmente guapo.

—Bueno, gracias. —digo —Y perdón por lo de antes.

—¿Lo de antes? —frunce el ceño, extrañado, sin saber a qué me refiero.

—Cuando te estaba mirando y me pillaste. —noto cómo la sangre sube hasta mi cabeza por la vergüenza.

—Ah, sí. —sonríe automáticamente —Bueno, no te preocupes por eso. —niega con la cabeza —Ya te había estado yo mirando de reojo antes. De hecho, pensaba que te habías dado cuenta y que lo que estabas haciendo era retarme con la mirada, para que parara.

—¿Qué? —río a carcajadas. —No, qué va. No me he dado cuenta en ningún momento.

—¿Y por qué me mirabas entonces?

Por su postura corporal y su cara, casi puedo ver en sus ojos cómo el ego y la seguridad que siente en sí mismo se apodera de él. Apoyado en un rincón de la barra, yo contra la pared y él cortándome el paso, procedo a contarle todo el drama de la noche.

—Mi amiga dijo que le había gustado a uno de los chicos con los que estábamos, y yo le dije que no era nada mi estilo. —pongo los ojos en blanco. —Entonces os señaló y me dijo que vosotros sí erais de mi estilo.

—¿Y lo somos? —una media sonrisa pide salir por la comisura de la boca, pero él la aguanta.

—Sí, claro. Mucho más. —sonrío, siguiéndole el juego. —Fíjate en él, es el que está bebiendo ahora mismo. —digo mientras señalo hacia Pol, que bebía en silencio mientras el resto hablaba y bailaba en el sitio.

—Vaya, pues sí. No parece ser nada de tu estilo. —niega con la cabeza mientras me mira.

—Se lo dije, pero está... —de pronto, caigo en la cuenta de que llevamos bastante rato hablando —Perdón, te estoy contando mi vida y te acabo de conocer. Creo que ya he bebido suficiente. —río.

—No te preocupes por mí, puedes seguir hablando. —asiente amable.

—Deberías volver con tus amigos, van a pensar que te ha pasado algo.

Carlo se rió como si hubiera dicho una tontería inmensa.

—Tranquila, saben que estoy bien.

Nos quedamos unos segundos mirándonos, en silencio. Ambos sonriendo, en mayor o menor medida.

—Tú no me has dicho por qué me mirabas de reojo. —me recoloco en el sitio erguida, mostrando mi lado más seguro.

—Es muy fácil —se encoge de hombros, como si mi intención de imponerle no surtiera efecto en él. —Te vi llegar y me pareciste muy guapa. Sólo te miraba por eso. 

La respuesta me pilla por sorpresa, por la sinceridad y la tranquilidad con la que lo ha dicho, como si fuera la cosa más obvia del mundo, como si nunca hubiera dicho una mentira.

—Gracias, supongo.

—No las des. —sonríe. —Acepta el regalo, vuelve a la mesa con tus amigos y disfruta. Nos veremos otro día por aquí.

—Claro, seguro. Gracias de nuevo.

Me hace un gesto cordial con la cabeza, sonriendo, y me marcho.
Pienso en cómo una situación tan cliché, tan de película o tan típica en cualquier novela romántica, acaba de ocurrirme a mí. Todas las escenas que he escrito alguna vez en mis libros, resurgen en mi cabeza, pero esta vez con la cara de Carlo y mía por protagonistas. Imagino que la realidad siempre supera a la ficción. Y con creces.

—¿Por qué has tardado tanto? —grita Vic extrañada mientras los demás cogen sus bebidas.

—¿Te acuerdas del chico de ahí al lado? —señalo con la cabeza en dirección a ellos. Victoria asiente enérgica —Me lo he encontrado en la barra, me ha invitado a esta botella.

Alzo la botella de champán hasta la altura de sus ojos y la pongo sobre la mesa. El resto del grupo me mira sorprendido.

—Estás de broma. —dice Victoria seria.

—No, no lo estoy. —me entra la risa nerviosa.

—Debes darle algo a cambio.

—¿Qué dices? —le hago un gesto de locura y me siento a su lado de nuevo.

—Dale tu número de teléfono al menos.

—Vic, sólo es un tipo que tiene pasta y le gusta invitar a las chicas a bebida con la intención de que alguna acabe en su cama. —me encojo de hombros, mentalizándome a mí también de la triste realidad.

—¡Y podrías ser tú!

—¡Victoria! —reprocho su comportamiento.

—Si no vas tú, iré yo. —se encoge de hombros.

—Adelante, no te detendré. —le dejo paso.

—Está bien, de acuerdo.

Victoria se aleja rápidamente, dirección la mesa de los chicos de al lado. Todos la miran cuando llega, alguno la mira más de lo normal. Carlo y ella comparten algunas palabras. Él sonríe y me mira, directo a los ojos. Siento que mi estómago se ha dado la vuelta, y es cuando sé que Victoria ha ido un paso por delante de mí, sin que yo me haya dado cuenta.
Mi amiga vuelve corriendo, riéndose, e instantáneamente me llega un mensaje de un número que no tengo guardado.
El mensaje reza:

"Siento que haya tenido que ser tu amiga quien lo haya hecho, pero te lo iba a pedir yo de todas formas. Disfruta de la botella. Atte: el-que-no-espera-nada-de-tu-parte."

Me río en voz alta y le miro. Sus ojos están también clavados en los míos, sonriendo, sabiendo que es el motivo de mi risa. Tecleo en la pantalla:

"Lo siento YO por haberte hecho pasar por eso. Victoria no conoce límites. Atte: la-que-no-va-a-dar-nada-a-cambio."

Mi estómago da otro vuelco cuando veo que Carlo se levanta del cómodo sillón de cuero y tras decirle unas palabras a sus amigos se acerca lentamente a nuestra mesa. Yo le miro embobada, y el resto que me acompaña va apagando la voz hasta que están completamente callados a medida que Carlo hace acto de presencia.
Apoya una mano en la mesa y la otra en el respaldo del sillón en el que yo estoy sentada, y acercándose a mi oído para hablar por encima de la música me dice:

—Me gustaría invitarte a una copa.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 01, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

LA OTRA CARA DEL AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora