En la televisión siempre dicen que lo que pasa una vez siempre se dá una vez más. Y que debes de hablar porque el silencio es la debilidad de la víctima y la fuerza del agresor.
Pero realmente no quería más problemas.
No podía defenderme, detenerte o decirle a nadie.
Cada segundo que podía, rezaba por tener suerte, mientras miraba el reloj, esperando a tu llegada.
Siempre me preguntaba cuál de tus versiones llegaría a casa esa noche: El Michael que yo conocía, que era atento y dulce, el hombre con el que me casé; O Michael bañado en perfume de mujer y labios con olor a licor, y puños de acero.