•Capítulo 2•

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𝐄𝐬𝐭𝐚́𝐬 𝐧𝐨 𝐬𝐨𝐥𝐨 𝐞𝐧 𝐦𝐢𝐬 𝐬𝐮𝐞𝐧̃𝐨𝐬, 𝐞𝐬𝐭𝐚́𝐬 𝐞𝐧 𝐦𝐢 𝐯𝐢𝐝𝐚 𝐩𝐞𝐫𝐨 𝐚𝐮́𝐧 𝐦𝐚́𝐬 𝐢𝐦𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐧𝐭𝐞 𝐞𝐧 𝐦𝐢 𝐜𝐨𝐫𝐚𝐳𝐨́𝐧.

Principe Caspian.

Estaba durmiendo cuando de repente veo que alguien me despierta a mitad de la noche.

—Caspian, despierta.

—¿Eh?, déjeme dormir profesor.

—No hay tiempo, ha nacido y ha sido un niño.—continuó el profesor.

En ese momento reacciono y caigo en cuenta, ¿será este mi fin? Me pregunto, no lo sé, lo que sí sé es que justo en este momento mi vida corre peligro, y se preguntarán, ¿por qué? Bueno, mi tío Miraz siempre ha querido el reino y ahora que tiene un hijo varón a sido la oportunidad perfecta para quitármelo.

—Caspian, apresúrate.—Escucho nuevamente la voz del profesor y me doy cuenta que es ahora o nunca.
Todos se encontraban festejando la noticia de que había sido un varón.

El profesor me llevó a su oficina para entregarme un especie de cuerno, no caía en cuenta que era realmente.

—Sóplalo si necesitas ayuda.—Dijo el profesor.
Yo sólo asentí con mi cara de preocupación.—Vamos, es hora Caspian.

—Bien, profesor, ¿estará bien?—Le pregunté.
El profesor asiente pero puedo notar su cara de preocupación.

—Volveré por usted, lo prometo.—Me adentré al bosque para salir al castillo pero algunos de los soldados de Miraz no tardaron en seguirme para así obtener su cometido.

Empezaron a disparar flechas con sus arcos y yo sólo trataba de esquivarlos, sabía que no podría sólo y que en cualquier momento mi fin llegaría, a no ser qué...

De la nada vi que estaban derribando a los soldados de Miraz acabando con todos y sólo quedar yo.

—Despídete.—Me dice un pequeño ratón.
Yo lo miro confuso.—Anda, di tus últimas palabras antes de morir.

Iba a contestar cuando un enano me interrumpe.

—Ese cuerno, ¿cómo lo tienes?—Pregunta en un tono molesto.

—Me lo dieron.—contesté.

—Ese cuerno pertenece a los reyes de Narnia y por lo tanto a los Narnianos, y tú Telmarino sucio no lo puedes tener.—Gritó.

—Despídete, Telmarino sucio.—vuelve a decir el pequeño ratón.

¡El cuerno!
Pensé y sin dudarlo lo soplé.

—¡No lo soples!—Escuché que el enano me gritó.
Pero era demasiado tarde para arrepentirse.

Pero era demasiado tarde para arrepentirse

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𝐄𝐋 𝐂𝐎𝐑𝐑𝐄𝐂𝐓𝐎 || 𝐄𝐝𝐦𝐮𝐧𝐝 𝐏𝐞𝐯𝐞𝐧𝐬𝐢𝐞 || 𝐍𝐚𝐫𝐧𝐢𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora