Etapa 1

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Calabaza cortada.

—¿Por qué haces todo sin mi?

Él llevaba una sonrisa floja, libertina y característica de su personalidad, egocéntrica. Jenna Pumpkin lo miraba sin diversión alguna, le odia el hecho de gustarle tanto que, aborrecer su corazón joven la mantenía ocupada, odiarse por amarlo perdidamente y todo ese uso de idolatría que le provocaba.

—Te odio con todo mí ¿Me escuchas? ¡CON TODO!

A su vez, negaba internamente, en parpadeos nerviosos y él seguía sonriendo porque sabía lo errado y mentiroso de sus palabras. Encogido de hombros, sentado de piernas cruzadas, con aquellos  ojos insinuantes llevaban la palabra burla y desinterés hasta por la vida. Provocaban unas ganas tremendas de besarlo, comerlo y permitirse perderse en el abismo burlesco de apariencia encantadora que, conllevaba estar cercana de su esencia.

Su relación sin nombre o etiqueta, dejaba una clara tendencia de permanecer juntos, charlas sin tiempo o estaciones, compartir comidas y caminatas, de conocer detalles o manías uno del otro, del mal carácter de Jenna y la persuasión seductora de Ice.

Y era una falta de respeto, ir a comer en su cafetería favorito sin ella.

Jenna Pumpkin recelosa lo veía inclinarse hacia ella, rozando sus hombros, de retar a un simple toque de manos o piel.

—No me toques— Sentenció frívola, a sabiendas de sus intenciones, sentada de piernas cruzadas y mirada fija en el horizonte.

Jenna Pumpkin sufría de una mezcla contradictoria, un abatimiento que reaccionaba sobre su cuerpo y su mente bloqueaba.

Por una necesidad más allá, de una explicación sobre pánico social o denominarse antisocial, existían razones justificadas de la misma niñez de Jenna, que evita hablar a toda costa, enterrando no sólo el recuerdo de resorte— que saltaba de vez en cuando algún hombre se acercaba demasiado a su espacio personal—  sino también las cicatrices mentales de todos los defectos ocultos de la infancia desigual, ya vivido. No podía ni luchaban contra ello, aceptaba todo las prevenciones que su mismo cerebro imponía.

Vivía sin tacto humano. Lo mejor para el mundo y para ella.

Aquel chico, era una cuestión distinta. Una hormona alborotada que intentaba apaciguar, de colocar una barrera o muro lo suficientemente grueso y duro, aunque Ice no se lo hacía nada fácil.

La debilitaba, o así lo sentía ella.

Su grotesco pasado que deambulaba detrás de Jenna, una sombra adherida tal cual pegatina, un recordatorio periódico de la suciedad y perversión mental, un chicle envejecido en la suela del zapato nuevo, en definitiva, un dolor de trasero. Provenía desde el segundo matrimonio de su madre fallecida, una mala decisión con consecuencias contundentes, con un hombre enfermizo que posó sus ojos maquiavélicos en la pequeña Jenna Calabaza, de crear un juego del mapa del tesoro, cuyo misterio era mejor no buscar ni toparse.

Cada intento de pista alimentada por la curiosidad de la pequeña, era conducido por un depravado pensamiento desviado, por una imaginación retorcida donde su objetivo: era la carne blanca de Jenna Pumpkin, hasta el frívolo desenlace de su niñez, su madre muerta por defenderla, fotografías indecentes de la pequeña y arresto policíaco.

Jenna Pumpkin sintió una electrizante corriente, un tacto repentino sobre sus mejilla, la redireccionó hacia la realidad. Aquel chico sostenía entre sus manos el rostro de la joven, a segundos de plantearle un beso en la boca.

—¡DIOS SANTO ICE! ¡NO ME TOQUES! ¡CUANTAS VECES TENGO QUE DECÍRTELO! ¡PADRE DE LA GLORIA! ¡QUE ENTIENDA ESTÁ CABEZA DURA!—Grito enojada, exaltada del asiento, alejandolo de ella con brusquedad.

Los insurgentes ojos de Ice, tornaban una brillante ternura, un floreciente tumulto de palabras que mayormente no sabía expresar — A diferencia de Jenna— se le trababan en la laringe. Quizá un poco nervioso, intentaba explicarle todo o nada de lo que le sucedía:

— No me mires así, Jenna— Tragaba saliva con nervios de impotencia y miedo —¿Crees que es fácil para mí? No poder...— Se calló

—Poder... ¡¿QUE?!— La delgada ceja de la joven estaba arqueada en aquel punto.

—Ayudarte..

Una risa tajante se apoderó de la joven por segundos, mientras su rechazo tomaba forma por todo su organismo.

—No necesito ayuda. Puedo hacer todo sola, no necesito de nadie para ser alguien en la vida, porque es mía y de nadie más. Mis decisiones, mis consecuencias—

—¿Acaso no piensas en enamorarte? En tocar a alguien sin sentir temor alguno.

Jenna parpadeo sorprendida, apenas le había contado retazos de su pasado, pedazos sin conexión. Pero con las eventualidades del tiempo, ya podía ser obvio.

—Yo soy esto, no hay nada más. El amor es una crueldad asquerosa, que no merece mi respeto, Ice. Al parecer tu tampoco— Se cruzó de brazos.

—Tu me gustas mucho, Jenna. Pero no puedo permitirme reprimir algo que crece. Necesito tocar, sentir. Es humano hacerlo

—Lamento mi insuficiencia, no cumplir con los estándares de la sociedad. Lo cual si me preguntas es una caca asquerosa...—El enojo se le colaba por los poros y no aguantaba más una discusión al respecto —¡Deja de ser un imbécil egoísta! ¡Yo no te gustó! ¡Te gusta es mi cuerpo! Porque así fuera, me aceptarás y no lo haces—

—Deja de ser extremista...No-no yo-yo...

—¡¿Sabes qué?! Aléjate de mí. No quiero verte nunca más ¿Me oyes?. ¡NUNCA!

Jenna  huyó o salió corriendo del lugar, dejando con miles de palabras en la garganta al chico.

Nadie pensaría que sería la última vez, la última conversación o discusión que tendría con el amor de su vida. Arrebatarle de cuya forma inesperada toda la presencia insinuante y especial de Ice, donde la discusión sin disculpas tomarían un monstruoso filo entre sus sentimientos, verse hundidas entre sus inseguridades y preguntas; Está vez dueña de sus decisiones, comentarios y acciones, no podía arreglar nada que pudiese devolverselo.

La muerte de aquel chico, de ese amor de persuasión idílica y diversión sigilosa de Jenna Pumpkin, había fallecido, arrastrado por un muerte que causaba pánico y extrañeza, a quien se le contará.

Porque Ice podía hacer cualquier cosa, excepto morir, sin hablarle, sin perdonarle. 

 Impostura HumanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora