Etapa 2

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Hielo derretido.

Los ojos inyectados de sangre del padre de Ice, provocados de lágrimas y desazón, tenía la invocación fantasmal de una tristeza iracunda que, sobrevolaba como nubes tormentosas sobre sí mismo. A Jenna aquella imagen, le destruyó el corazón, como una demolición y los escombros junto al polvillo sobrante, se le clavó en el estómago durante todo el velorio.  

La muerte, cuyas manos huesudas se llevaba otra cara conocida, arrancandole de la piel y vociferando a los cuatros vientos la huida del espíritu. Sin tiempo u objeciones.

Se llevaba todo de Ice, sin dar tiempo a Jenna de mirarlo con amor una vez más. Como le dolía el pecho, los pulmones, la laringe, la nariz y la cabeza. Le dolía todo pero más, las palabras dichas, recordatorios dolorosos en parpadeos torpes de sus propios ojos. Aferraba sus dedos con fuerza innecesaria a la chaqueta desgastada de su amor perdido, a la vida real y al intento banal de no llorar públicamente, paralizada por los sentimientos encontrados y el entumecimiento del dolor. Tragó saliva con dificultad.

—¿Me hablas en serio? ¿Ese era el hijo del señor Melted? ¡Bendito todos los santos! ¡Era un pecador! —

—¡O pecadora! ¿Como pudo tener un hijo así? Es una deshonra.

El cosquilleo demencial habitaba sin escrúpulos, los susurros del mayor secreto del muerto, era comida en miradas y palabras chismosas toda la estancia, toda la ciudad. Sofocaba las esquinas redondeadas del lugar, creaba agrietamientos en el techo sobre ellos y encerraban bajo un pensamiento negativo con interrogantes, el alma liberal de Ice, a toda su familia y hasta sus amigos cercanos.

— ¿Por qué murió así? Delante de todos, rodeado de ratas ¡Que asco! ¿es verdad que no tiene...? Ya sabes—

— ¡Si! Yo lo ví con estos ojos que se van a comer los gusanos. ¡Hazme caso! ¡Yo estaba en la marcha!

—Dicen que su hermana Jelly está muy afectada, era el único que la ayudaba... ya sabes, por la silla de ruedas. Por ello, Ice trabajaba así...ya sabes.

— ¡Que hombre de casa! Seguramente estaba en malos pasos. Vayamos a dar el pésame y ver de qué nos enteramos...

En medio de una trifulca embutida, una protesta marchaba bajo la luz de un día soleado, en contra de una demolición firmada, cuyo mensaje original era la preservación de construcciones públicas, la fauna, la flora, el ambiente, válido por el pronóstico del centro cultural de mayor importancia en la ciudad, Unique  —repletos de ecologistas, idealistas, actores de teatros, vagabundos, multitudes, pancartas, vestidos de colores verdoso y azulado—  cuyo líder era el profesor de teatro Günther, otro idealista.

Apareció como un envejecido títere, ensangrentada, mal vestida, desaliñada, desde la punta de la cabellera sintética rubia hasta los pies descalzos sucios, en un fingido posicionamiento de estar "sentado". Llamando la atención con elegancia desgastada, sucia, grotesca, en la entrada principal del edificio que iba hacer demolido esa semana.

Sparkle, su Sparkle.

Fue encontrada con los ojos abiertos, manchados en purpurina naranja y labial azul marino corrido, la vestimenta coqueta cubierta de suciedad, pelos impropios, una pestilencia nauseabunda y sangre diversa como para sólo distinguir la muerte burlándose de la vida en pleno día. La punta del iceberg de una crueldad fatídica —hecho por un alma malvada—, los dedos destrozados, destripados con una maquiavélica intensión, pedazos de carnes fríos, esparcidos, acompañados con  cuerpos pequeños decapitados que, luego de la autopsia supieron ser ratas, adornaban como un jardín burlesco de sangre, pelos y rareza toda la imagen. Tétrico.

Era la encantadora drag queen Sparkle, el amor brillante del club After House. Era Ice Melted, el amor de Jenna Pumpkin.

Estática, apenas sabía respirar y recordar adecuadamente, a Ice y Sparkle como un solo elemento hecho por dioses engreídos. Jenna Pumpkin le molestaba la dolencia de su pecho, le ardía en rabia descontrolada el pensamiento prejuicioso de la gente, del poco entendimiento de las cosas que no fuesen normativas, normales.

Y quiso llorar como nunca antes.

Porque Ice era mucho más que normalidad, hijo de un padre,  apariencia de un joven adulto, la persuasión conmovida, egocentrismo de una alma. Era su amor, su idolatría, una persona como ella, con problemas reales, y tratos reales, que se veían uno al otro como una salida, escape, sueño surrealista de toda la cruda realidad que ambos poseían.

—No deberías verlo...—En su campo visual aparecía el mejor amigo del fallecido, Cream, absorto en una mirada triste y desencantado, vestido tan improvisado como ella — Lo digo como un amigo.—

—Tu no eres mi amigo. Sólo quiero saber co-como... —Jenna por segunda vez no tenía palabras, que presionaban la garganta.

Calló.

— Jenna...— Cream intentó tocarla. Y antes sus buenos reflejos de la joven, lo esquivó, lanzandole una mirada asesina.

—No me toques nunca en tu asquerosa vida, Cream —Amenazó, podía estar destruida pero no ignorante — Ice no está aquí para impedir que no te maté por zoquete.

Esté levantó sus manos como una muestra de rendición, pidiéndole perdón con un susurro ligero. Ambos callaron, uno al lado del otro, en una distancia razonable, observando a todos los presentes. Su dolor, sus prejuicios, su hipocresía, su impostura humana.

— Ice no hubiese querido que lo viese así. No se merecía morir de esta manera

—Necesito hacerlo, aagh...— Le ardió la garganta profunda por la deprimente ansiedad que sentía. — Le dije cosas hirientes, le ofendí. Le pedí no verle nunca y quiero verlo ahora mismo con su ridícula sonrisa y que me diga que toda es una broma pesada para vengarse por herirlo  y dejarlo besarme porque se lo merece.

—Siempre dices cosas hirientes Pumpkin, es parte de tu naturaleza pero sé con certeza de los sentimientos mutuos entre ustedes...

Jenna Pumpkin lo dejó hablando solo, guiada por la urna abierta, por su corazón llorando por la rabia y frustración. Le susurró al cadáver:

—Tengo un par de cosas que decirte — El rostro dormido transmitía una piel traslúcida — Descubriré quién te hizo esto y me gustabas muchísimo Ice, Sparkle o lo que seas que eras, con honestidad. Perdón.

 Impostura HumanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora