Leche caducada
No escuchaba, sólo un silencio masivo apoderado de su entorno, su audición pérdida, envolviendo bajo un manto demencial toda de la imagen, con un contraste oscuro, su nublado juicio, la conciencia y seguramente el corazón, sólo distinguían los actos seguidos de Jenna, como un arrebato del impulso, de la intensidad.
Mientras sus dedos en tornados alrededor del cuello ajeno, lo dejaba sin aire, presionando con fuerza desquiciante la carne, —sus uñas apreciaban los músculos de la garganta contraída y el miedo— . Sobre el engaño, sobre la trampa que sentía por la burla, apretaba fuerte, molesta, histérica y en reacción de lo antes escuchado, de lo antes vivido, se mantenía encerrada en ver, en sufrir y herir, porque era lo que conocía y hacia a la perfección.
El hombre débil en sentidos estratósfericos, apenas aguantada las manos de Jenna, escupiendo palabras entrecortadas, inconclusas. Temeroso, casi inmóvil del susto, debilitado por la impresión como una reacción mejor, solo estaba en modo sobrevivencia, vivir, su intento desesperado. Su único intento.
Había saltado sobre Günther, como un gato enojado, ofreciendo un golpe certero sobre la mandíbula, para hacerlo caer y atacarlo.
—¡JENNA! ¡NO! —
—¡REVERENDO IDIOTA!—Gritó Jenna, con la vista fijada en el hombre temeroso. La verdad le hervía la sangre, la mentira le lastimaba el alma y los impulsos la tomaban por completo —¡Fuiste hasta el mismo lugar que frecuentábamos! ¡Reverente estúpido! — Escupió endurecida su tono de voz, enmarcado sus dientes.
—¡DEJALO! ¡JENNA!
La piel ajena perdía el color, tornándose blanquecina por el esfuerzo, donde la rabia mezclada con otras emociones del pasado eran la causa, la razón, el impulso. Hubo pataleo por oxigeno, gritos desesperados y rabia ubicada en la chica.
—¡PROFESOR GÜNTHER! ¡DEJALO!
—¡VAS A MATARLO! ¡JENNA! ¡DEJALO AHORA!— Cream le tomó por lo hombros, alejandola como pudo del profesor de teatro.
Repentinamente todo su alrededor fue ruido, ensordecedor, potente, escuchando en distorsiones, llanto de su madre, la alarma policíaca, las súplicas de Ice y la fatiga crónica que palpitaba en su cabeza, llevaba sus manos a sus oídos tratando de callar todo, lloraba dejándolo respirar, cayendo sobre sus piernas, observando el punto fijo del suelo, atormentada y muda. El tacto de Cream le pareció cálido, diferente y repleto de preocupación que observaba en sus ojos apenas los topó, lo empujó lejos de ella. Lastimada en el orgullo.
Hallándose incorporado al hombre que compartía el amor de Ice, fatigado y tomando respiraciones profundas, con sus manos en su cuello lastimado. Acompañado con una joven de cabellera oscura, vestida de negro y los ojos de perspicacia de Ice que, la miraba con horror mientras se sujetaba del contrario.
—¡Ice me engañaba contigo! ¡O Sparkle! ¡No lo sé! — Cream obligó a callarse llevándola a pasos agigantados fuera del lugar. No obstante, otra revelación fue acontecida:
—Profesor Günther ¿Usted salía con mi hermano? — El horror aumentó en el rostro de la adolescente, eliminando toda cercanía con su silla de ruedas.
—Puedo explicar, Jelly.
—No hay nada que explicar. Hasta nunca.
Afuera del edificio, los falsos investigadores se lamentaron de lo sucedido, encontrándose con una desvastada media hermana, tan frágil como un parajito herido. Ambos pasaron pero fueron detenidos por la joven:
—¿Tu eres Jenna Pumpkin? —Jenna asintió lentamente, donde los ojos de suspicacia de Jelly eran realmente parecidos a su amor muerto—...Mi hermano quería darte algo, al final no pudo... pero quiero dartelo en su voluntad— Jelly le comentó con una voz suave, como lo había reconocido, entre lágrimas que secaba, los invitó a su hogar.
En contra de la voluntad de Cream, los tres jóvenes se dirigieron a la casa de los Melted, con un solo pensamiento creativo colgado en sus cabezas de los investigadores, repleto de interrogantes y silencio incómodo, llegaron al lugar, donde las miradas cómplices de Jenna y Cream, era mezcla entre súplicas de huidas y determinación inexperta. De igual manera, la amabilidad de Jelly los mantenía aceptando al hilo de la conversación, embelesados, detallando a su vez las similitudes entre los hermanos, la suave voz y los ojos enrojecidos, el par sentían lastima.
Un antojo de un vaso de agua, sería la señalización principal de la muestra de que sus sospechas estaban desubicadas. Jelly mostró sus manos con rasguños cicatrizados, a la entrada del vaso sobre la meseta.
Los corazones de los investigadores volcó en un salto. Rápidamente una Jenna Pumpkin, desconfiada, determinada y involucrada en su modo investigador, en conjunto de un amargo sabor en la garganta, despertaba de la fragilidad manipuladora de Jelly y con una sonrisa falsa le pedía las indicaciones del tocador. Apenas tuvo la oportunidad de levantarse, desvío el camino hacia las habitaciones, cuyo pasillo oscuro apenas era iluminado por una lamparita moribunda, sus pasos se volvieron inseguros mientras entraba en una habitación que, por instinto le llamaba la atención.
Una computadora encendida la recibía, envuelto en un ambiente cutre, cuyo olor era extraño e invasivo en las fosas nasales, Jenna no pudo distinguir exactamente que era, pero no era agradable. Analizando algunas fotos rara pegadas en la paredes, pudo distinguir raras y armas a un estilo Tumblr post-emo-funk.
Jenna Pumpkin tomó asiento, con el corazón palpitando mientras la información del equipo mostraba una realidad incomprensible, una página web de pelucas donde una diversidad de imágenes integradas. Apareció de repente un correo de electrónico que, cuyo tono en leerlo era tenebroso, siniestro y contundente — Adjunto a un vídeo oscuro que, relevaba las razones y lo que habia sucedido con Ice Melted— Horrorizada Jenna Pumpkin, no podía creerlo, trasbillando con las patas de la silla, fragante cayó en el suelo, enfrentándose a un rostro conocido, el peor de todos.
—Debes ser una verdadera tonta.
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Impostura Humana
Mystery / ThrillerーTodos están interesados en la muerte de Ice, sin excepción alguna, por vergüenza ajena, por lástima, por falsedad, por mera necesidad social, por chismosear las razones de que no esté él aquí. Por culpabilidad o melancolía de las últimas palabras...