• Carta Número Uno •

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Diego daba vueltas en su habitación, pronto dándose cuenta del mareo que aquello le causaba ¿debería hacerlo? Probablemente no.

No.

Definitivamente no.

Lo trataría de loco. Demente. Raro. Incrédulo. Infantil.

Conocía muy bien a Cinco, llevaban... ¿qué? ¿Diez y seis años viviendo juntos? Sabía perfectamente qué cosas le gustaban, qué cosas NO le gustaban y las cosas que lo irritaban y lo sacaban de quicio.

Probablemente este sea una de las cosas que le parezcan ridículas

Que vergüenza.

Cuando decía que algo le parecía ridículo, se refería a patético, que no debería existir y que no sirve.

Y eso incluiría a las cartas... tan clichés.

Melosas y románticas, en especial las escritas a mano.... eew.

Y qué decepción tendría cuando sepa que su hermano, Diego Hargrevees, es el que escribe esas cartas.

Se podría decir que Cinco y él tenían una relación estable, tomando el hecho que Diego es el único al cual soporta.

Uno es muy orgulloso, otra muy egocéntrica, otro muy chiflado, otro muy reservado y otra muy tímida y nerviosa

Diego era el único normal y con el cual podía entablar un conversación estable.

Y él temía que al mandarle esas pequeñas cartas hablándole sobre cosas que nunca se le atrevería a decir en persona lo cagaría todo

Se paró firme en medio de su habitación, obviando el hecho de que todo a su alrededor le daba vueltas y pensó... ¿y si lo escribía de forma anónima? Seguramente pensará que es Vanya la cual le escribe las pequeñas cartitas, ya que es tan cliché, tan cliché como Vanya.

Sí, de forma anónima.

Ya no podía guardar más esos sentimientos tan potentes, que por alguna razón, cada vez se hacían más fuertes

Agarró un pedazo de papel y un lapicero.

Agradecía que su padre les haya exigido tanto en la caligrafía, todos tenían la misma letra, por lo cual no sabría con exactitud de quién es la letra, algo que le dificultaría poder descifrar el autor o autora de esas palabras

Dobló la hoja y la colocó dentro de un sobre rojo con suma delicadeza, como si de oro se tratase, y de una forma, lo era.

Sus sentimientos hacia Cinco eran oro, su tesoro más Preciado y se los estaba exponiendo, tal vez de forma anónima pero los estaba poniendo a la luz de los ojos verdes jade de Cinco.

Salió de su habitación frunciendo el ceño y cerrando los ojos con fuerza al escuchar la puerta dar un chirrido, como de una entrada a una casa vieja y descuidada.

Suspiro de alivio al recordar que seguramente se encontraba en el pequeño laboratorio que tenían, le encantaba pasar su tiempo libre ahí, jugando con los químicos, aún se preguntaba cómo es que su papá se lo permitía.

Deliberó la carta en el suelo a centímetros de la puerta y con el dedo la empujó suavemente hasta entrar por completo en el pequeño agujero que separaba la base de la puerta del suelo y mantuvo la respiración.

Miró a sus costados y agradeció internamente que nadie se encontrara cerca y que todos estaban en sus mundos.

Pronto volvió a encerrarse en su cuarto restregándose la cara a lo que había hecho.

Su corazón palpitaba tan fuerte que parecía que iba a salir de su pecho.

Pero ojalá tenga suerte y Cinco no sea tan inteligente como para notar que es él tras la carta.

Ojalá su ingenio no sea suficiente.

| Hᴏʟᴀ ɴɪɴ̃ᴏ ᴀᴍᴀʀɢᴀᴅᴏ, ᴇsᴘᴇʀᴏ ʏ ɴᴏ ᴘɪᴇʀᴅᴀs ʟᴀ ᴄᴀʙᴇᴢᴀ ᴊᴜɢᴀɴᴅᴏ ᴄᴏɴ ᴇsᴏs ǫᴜɪᴍɪᴄᴏs, ᴀʜ, ʏ ᴠᴇᴛᴇ ᴀᴄᴏsᴛᴜᴍʙʀᴀɴᴅᴏ ᴀ ʀᴇᴄɪʙɪʀ ᴇsᴛᴀs ᴄᴀʀᴛᴀs ᴜɴᴀ ᴠᴇᴢ ᴀʟ ᴅɪᴀ, ᴛᴇɴɢᴏ ǫᴜᴇ ᴄᴏɴᴛᴀʀᴛᴇ ᴍᴜᴄʜᴀs ᴄᴏsᴀs

-Aɴᴏ́ɴɪᴍᴏ |

Cartas, ya que no te puedo hablar | Dienco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora