Aquel día la vista de Cinco se encontraba fija en una lectura incógnita, a Diego tampoco le molestaba mucho en ese entonces que el de ojos jade no le prestase atención, tenía otras intenciones en su desenvolvimiento. Para ser el mejor en todo caso.
Tocó cautelosamente la madera de los estantes con su nudillo índice dos veces, queriendo hacer notar su presencia.
—No interrumpas, Número dos.
El escalofrío se meneó por su médula espinal gracias al tono de voz elocuente que el ocupado había utilizado. La osadía lo invadió, incitándolo a preguntar —¿Estoy discontinuando algo valioso?
Cinco rió.
Se paró con tranquilidad de su asiento, con el sonido de algo espolvoreado cerrándose de golpe, sacudiendo al moreno en su lugar.
Avanzó a paso lento.
Ay, que tortuoso fue presenciar aquello...
Paró su limitada caminata para terminar frente a frente —¿Tu qué crees? —inquirió socarrón. Diego volvió a su antigua compostura antes de llegar a exponer una actitud guiada por el nerviosismo.
Ocupado en su burbuja, no se percató de lo que Cinco alzaba con tiranía.
Era un libro, se veía pesado y llevaba un título poco llamativo junto a una imagen como portada más compleja que la conducta de su hermano en estos instantes «raro» pensó, fue por poco que se interesaba por algo ajeno.
—Tengo un plan —expuso orgulloso, sin preocuparse de lo que acababa de declarar, solo deseando jactarse— No te interpongas, Número Dos.
Golpeó suave el hombro de Diego con el suyo cuando salió de allí, dejándolo medio aturdido, analizando el título «Universo Físico: Una introducción a la Astronomía».
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Las misiones eran perjudiciales. Los recogían y los doblaban constantemente. El trabajo en equipo nunca fue el fuerte de la familia, y ahora Cinco lo había demostrado.
Habiendo leído el escrito que Diego le había entregado en sus manos el día anterior, prometió no estrujar la hoja, ni las otras, quizá porque le dio coraje que después de esos pequeños pasos de hormiga dirigiéndose a un desarrollo, lo quiera desechar porque le resulta meloso.
Cinco no es alguien que vele por palabras románticas o emociones expuestas al calor del fuego, pero había algo reconfortante al saber que Diego se tomaba un tiempo para escribirle algo, por más casto que fuese.
Le correspondería siempre, sabiendo que es un compromiso innato desde que discutieron por primera vez: siempre le tendría que corresponder.
Ahora es más como una devoción, y que él la menosprecie lo hacía sentir como si le amputaran los pies.
Acidez.
Por ello le arrebató los cuchillos al momento de entrar por las puertas de un instituto que era atacado por terroristas.
Lo obligó a quedarse afuera a recibir a los estudiantes que salían despavoridos, montones por doquier.
Recientemente la segregación a sido un detonante dentro del país, por lo que estas filas habían comenzado a esparcir su ideología del campo a las grandes ciudades.
Empezando por la educación.
Las riendas se tornaron caudalosas, ríos apurados por chocar contra altas y esbeltas rocas.
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Cartas, ya que no te puedo hablar | Dienco
Fanfiction"Nunca he sido Bueno hablando, siempre en situaciones difíciles me pongo nervioso y las palabras se me cortan a la mitad, tartamudeo como si no supiera hablar, pero cuando estoy frente a ti es peor, porque las palabras ya no salen de mi boca."