Diego sabía que a Cinco no le gustaba ser tratado de idiota, por supuesto que no, entonces... ¿porqué lo hizo? Tenía terror. Esa era la sencilla respuesta.
¿Terror de qué? De ser rechazado.
Claro, que mejor que usar a su inocente hermana como carnada, probablemente la rechace fríamente, en todo caso, será a ella y no a él.
Se empezó a rascar la cabeza, revolviendo sus cabellos, ahora disparatados.
Ya lo había hecho. No hay vuelta atrás. Pero ojalá que la halla, no sabía con certeza si había hecho lo correcto.
Había pasado un día.
Pero no podía contenerse más, simplemente no podía, tenía que sacarlo de alguna manera u otra, y lo mejor era encubrirse tras la máscara de Vanya. En definitiva.
Mientras que Cinco solo podía pensar en lo estúpida que fue su idea, lo estúpido que fue poner el nombre de su hermana.
¿Vanya? ¡¿Vanya?! ¿Porque carajos se haría pasar por Vanya? Era mejor el «—Aɴᴏ́ɴɪᴍᴏ».
Oh Dios.
Pero por lo visto, él quería seguir con la pequeña trampilla, aún sabiendo lo inteligente que es, quiere desafiar su ingenio de una mala manera, poniéndolo (aunque en verdad Cinco no quiere admitirlo) en una muy complicada situación, en la cual, de alguna manera, pone a prueba lo que en verdad puede de sentir por Diego.
Le dolía la cabeza, tanto, tanto.
Maldijo a Diego y a su orgullo.
¿Simplemente no puede aceptar de una buena vez que él, Diego Hargreeves está enamorado de su quinto hermano?
Quiso hablar con él durante en trayecto del día, pero al no tener misiones, ni entrenamiento por asuntos que su padre le era de urgencia corresponder y atender, este ni le dirigió la palabra.
Se mordió la lengua con rabia, mientras que con una mano arrugaba la carta que le había enviado, podía sentir algunas partes puntiagudas incrustarse casualmente en su palma izquierda, dolía, pero avía algo que le dolía... ¿más? ¿Y porqué? Sentía una horrible punzada en el pecho que lo ponía más rabioso de lo que ya estaba, quería golpearse la clavícula y gritar «¡Para de una maldita vez ruido incesante!». No lo haría, no tenía tiempo.
En vez de eso se llevó la mano derecha que antes se encontraba encerrada en un puño, y cómo si fuese un pañuelo, se limpió la dulce y cristalina lágrima que osaba rebalsarse de su ojo, pero ambos estaban rojos de todos modos.
7:30 (pm)
Diego alcanzó con las justas a terminar su carne, no podía hacer desplazamientos tan prolongados, su cuerpo no maquinaba, o al menos no con la mira de Cinco sobre él, mostrándose erguido y muy fastidiado, molesto, con él.
¿Por qué?
Planteó la idea de que estaba loco, o simplemente de tanto fruncir el ceño se le había impregnado como un codicioso tic.
A penas y podía respirar, sentía cómo lo penetraba, observando directamente a través de él, no pudo contenerse y empezó a temblar, se sentía atacado, reprochado
— Número Dos — escuchó su nombre, asentó que era Cinco, pero al mínimo acto de alzar las pupilas, notó cómo era llamado por su padre, fue ahí cuando dejó caer los cubiertos — ¿S.si? ¿Pa.pa.á? — su garganta ardió, efecto de los nervios ante la espontánea llamada de atención
— ¿Porqué tan nervioso? — .Fue ahí cuando Cinco decidió apartar sus ojos de su hermano y sabiendo que se había pasado de la raya miró hacia el techo abovedado del lugar, tratando de perderse en los colores y las miles de aberturas que daban hacía miles de pasadizos en los pisos anteriores, le reconfortaba, ser alguien tan pequeño y vivir en un espacio tan amplio cómo este, pero sabía que su acompañante de al costado no, no le gustaba sentirse tan pequeño, pudo entender como esa observación lo hacía sentir más y más pequeño, lo oprimía en una pequeña caja, se dió cuenta por la manera en que pudo tambalear con el aire, sus pequeños pelos de la mano estaban completamente levantados y erizados, se podría decir que la culpa lo consumió un poco, más bien se arrepintió de sus actos, y eso que pocas veces lo hacía.
Desde el fondo de sus pensamientos pudo escuchar la conversación entre su padre y Diego, no iba tan llamativa cómo pudo rezar por en algún instante
— No es nada — logró asegurar, aún así, Cinco y Diego sabían... bueno... todos los presentes sabían que El Niño no se desharía tan fácilmente de la curiosidad de Reginald — Te he podido sentir temblar de la ansiedad desde mi lugar — Entonces Cinco cerró los ojos, y con una pizca de empatía le tomó de la mano, apretando su contextura continua de sus venas, y un soplido salió de los labios de Número Dos — Solo tengo frío — todos guardaron silencio y Cinco se dió el lujo de abrir los ojos y con una mano seguir comiendo, mientras que por el rabillo del ojo se permitió mirar sus manos entrelazadas, una pequeña sonrisa se abrió paso por sus mejillas coloradas y le dio el gasto de solo seguir sosteniéndolo firmemente, solo hasta que acabe el regaño — Bien Número Dos, recuerda buscarme en mi despacho cuando tengas la gracia de decir la verdad — parándose replicó, limpiándose con la servilleta de tela blanca para luego empotrarla contra su plato, Diego no trató de evitar apretar la mano de Cinco, figurando más el agarre de ambos — Y que esto les sirva de lección a cada uno de ustedes — los señaló, a todos, ¿qué más esperaban de su cariñoso padre para ser sinceros?
El salón quedó en silencio, nadie trató de hablar, pero las miraditas escurridizas decían más de lo que deberían, en especial para Cinco, quien en un ataque de ira hacia todos (a excepción de Diego) les ladró una orden para que se retiraran — Ayy ¿y nosotros que hicimos? Vamos Ben — acotó Klaus, atrayendo a su sexto hermano del hombro para guiarlo a las escaleras, pavoneándose al hacerlo.
— Sí Cinco, controla tu temperamento — le siguió el hilo Luther, mostrando su ceño de reproche, todos tuvieron una sensación de sorpresa, ya que no era muy usual que Número Uno esté de acuerdo con... pues... Klaus.
Diego bajó la cabeza, sin irse todavía, ya que todavía podía sentir el agarre de su hermano, no diría que más fuerte que nunca, pero se veía decidido a no dejarlo ir por el momento.
Hasta que quedaron solos, era de pre-ver que Cinco iba a ser el que cortara los lazos primero, solo al mínimo tacto del cual pudo estar seguro que estaban solos
— ¿Puedes aceptarlo de una vez, por favor? —
Diego no dijo nada (era de esperarse), y contempló a Cinco teletransportarse, lejos de él de nuevo.
Me chocaba, fuertemente y casi dolorosamente la forma en la cual su actitud cambiaba, ¿será bipolar? A pesar de tener sus teorías, no podía jugar con una enfermedad seria.
Reconocía la decepción, y se sentenció al recordar... lo molestamente inteligente que era y es Cinco.
¿Pero por qué se ve tan afectado?
Tal vez por Vanya.
Sabe que son unidos, no tanto pero si conviven, a veces, parecen tener química y una extraña conexión, cómo si lograran entenderse mutuamente por solo miradas, algo que ni él podía hacer por lo marica que era.
Odiaba sentirse así de indefenso ante alguien, pero por Cinco, cuando se trataba de él, podría decirse que estaba familiarizado.
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Aquella noche se limitó a escribir algo, pero como siempre su corazón no dejaba de galopar a mil kilómetros por segundo, sí, casi para que le dé un paro cardíaco, además (y para su mala suerte) que tenía una cita con su padre mañana, estaba más que seguro para hablar privadamente de su inusual comportamiento en la cena.
¿Qué se supone que le iba a decir?
«Lo siento padre, es que la persona de la cual aparentemente estoy enamorado no dejaba de mirarme con un distintivo fugaz»
¿Cómo iba a decirle a su padre que estaba enamorado de su hermano?
¿Está enamorado de su hermano?
Mierda, claro que sí.
| Nɪɴ̃ᴏ ᴀᴍᴀʀɢᴀᴅᴏ, ʏᴏ... ʟᴏ sɪᴇɴᴛᴏ
-Dɪᴇɢᴏ Hᴀʀɢʀᴇᴇᴠᴇs |
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Holiiii ¿cómo están? Lamento la demora con respecto a la actualización, solo estaba estudiando para mi examen de admisión, ojalá los haya compensado con este pequeño capítulo.
Cuídense!—xoxo. Emma. J.
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Cartas, ya que no te puedo hablar | Dienco
Fanfiction"Nunca he sido Bueno hablando, siempre en situaciones difíciles me pongo nervioso y las palabras se me cortan a la mitad, tartamudeo como si no supiera hablar, pero cuando estoy frente a ti es peor, porque las palabras ya no salen de mi boca."