• Carta Número Tres •

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Cinco se apartó, sin despegar la vista de su hermano, hecho un manojo de nervios, podía ver como se rasgaba la piel con las uñas y su nuca estaba empapada de sudor, al cerrar la puerta tras él, Diego no pudo evitar dar un pequeño brinco del susto, su corazón a punto de salir —¿Todo bien? ¿Qué necesitas Diego?—.

Cinco estaba empezando a exasperarse, una intriga lo invadía, intriga que no había sentido desde hace ya un largo tiempo.

Pero Diego parecía absorto ante las miles de ecuaciones escritas en las paredes, casi la mitad de su pared estaba cubierta por secuelas de números sin sentido — ¿Esto es lo que haces en tu tiempo libre? — Cinco rió, sabiendo que sólo estaba queriendo evitar sus preguntas.

Por querer divertirse un rato, se acercó a él, vacilando ante la idea de tenerlo sumiso, poca era la tensión, nunca ha sido grande, pero Cinco deseaba llevarlo al límite, solo por diversión — Sí, ¿te genera... curiosidad? — preguntó, a un paso de distancia.

Mientras que los labios de Diego temblaban, los de Cinco no se desinflaron en ningún momento, tratando de mantener su irritante sonrisa — L.l.l.a v.ve.r.rd- El moreno no podía evitar tartamudear, sentía que algo le estaba oprimiendo el pecho, antes no era visible, no lo sentía, era casi nulo, o al menos no cuando no lo miraba a los ojos, la mirada la tenía plantada en el suelo, pero Cinco lo estaba obligando a mirarlo, lo estaba agarrando del mentón, y si despedía la mirada hacia otro lado sería evidente que se rehusa a aceptar observarlo fijamente — Tranquilo, visualiza la palabra en tu mente ¿recuerdas? — Le acarició la fina base de la quijada, mostrándose satisfecho al ver cómo su piel se erizaba bajo el toque de su dedo pulgar, Diego se sentía a sí mismo ahogarse en su interior, su pecho sudando bajo el uniforme de la academia.

El más chato carraspeó para aclarar su garganta, pero a pesar de estar dispuesto a hablar, las palabras no salían.

— Bueno. — sopló Cinco, resignado al no escuchar nada salir de sus labios. Lo soltó del mentón y se limitó a guardar ambas manos en sus bolsillos — ¿Vas a decirme algo o...? —

El de ojos jade alzó su fina ceja del costado, abriendo en conjunto una media sonrisa, poniendo a Diego de un color parecido al de un tomate maduro — Quería pedirte disculpas — aceptó torpemente, trastabillándose con las palabras revueltas, detalle que a Cinco le pareció tierno, pero sacudió sus pensamientos a este tipo de cosas entrar como un flash, temiendo enamorarse, le atraía Diego, le gustaba, aun sabiendo que podría estar mal, pero ¿enamorarse? ¿Amarlo? Sentía que eran palabras fuertes y delicadas — No te preocupes, es más, yo te incité a hacerlo —. Formuló con una segura y completa sonrisa

"Quisiera saber a qué otras cosas podría incitarte a". Volvió a sacudir sus pensamientos.

A Cinco se le desinfló la sonrisa, decepcionado de no haber obtenido otra respuesta o comentario, pronto se encontró en un estado en el cual quería y deseaba más de Diego, pero era más que claro que no se lo iba a otorgar, porque... después de todo... era Diego.

— ¿Eso es todo?... — con una pizca de esperanza habló en pregunta, caminando alrededor suyo, tal vez... de esa manera... pueda hacer que escupa algo involuntariamente, eso sería tan, pero tan... placentero

Mhm... si — se atragantó, su pulso subiendo cada vez más por la constancia en la cual se movía en el espacio exterior suyo, marcando un círculo repetitivo.

El de pelo negro paró en seco, inclinándose hacia él murmuró; — ¿Seguro no me quieres decir nada más? ¿A... mí? —.

El contrario solo negó con la cabeza, absorto ante la belleza genuina de Número Cinco — Ah. —

Su semblante se volvió sobrio, más bien su cara se formó a una mueca desencajada, con los labios torcidos hacia bajo, su ceño frunciéndose y su nariz un poco arrugada — Bueno ya puedes irte — Diego notó el vacío en sus palabras, simulándose al vacío en su estómago, llenándose con nervios, no tuvo más remedio que irse lentamente, espasmos de memorias y sentimientos haciéndose presentes formalmente, inquietándolo.

Cinco cerró la puerta maldiciéndose por no haber insistido más, a veces, lograba odiar su propio orgullo e ingenio al hacer las cosas.

8:49 (pm)

Cinco regresó a su habitación, estomago lleno pero dientes limpios. Aún con el sabor a enjuage bucal.

Había sido un día deprimente, sin poder hablar con Diego a la luz, se sentía pesado y devastador, como si le faltase algo pero no sabe qué o porqué.

Pero todo recobró espíritu al ver una carta roja sobre su escritorio, se apresuró a abrirla

| Hᴏʟᴀ ɴɪɴ̃ᴏ ᴀᴍᴀʀɢᴀᴅᴏ, ᴏʏᴇ, ʜᴇ ᴇsᴛᴀᴅᴏ ᴘᴇɴsᴀɴᴅᴏ ᴇɴ ᴇsᴛᴏ ʏ ᴄʀᴇᴏ ǫᴜᴇ ᴇs ᴍᴇᴊᴏʀ ᴅᴇᴄɪʀʟᴏ ᴅᴇ ᴜɴᴀ ᴍᴀʟᴅɪᴛᴀ ᴠᴇᴢ, ᴍᴇ ɢᴜsᴛᴀs. Aᴅɪᴏ́s. Dᴇsᴄᴀɴsᴀ

-Vᴀɴʏᴀ |

Cartas, ya que no te puedo hablar | Dienco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora