Capítulo 4: Cabeza de ratón

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-Levi, estás despedido-

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-Levi, estás despedido-

Fueron las últimas palabras que Erwin le dijo a Levi, antes de salir del hospital. Un escalofrío recorrió su espalda, y comenzó a sudar frío.

Tenía que ser una pésima broma, no podía ser cierto. ¿Habría sido porque había fallado? ¿Por qué?. La luz del atardecer quemaba su espalda de manera sutil, teñía la habitación de naranja, y los ojos fríos de Erwin se tornaban de un color que no había visto nunca. Erwin le sonrío.

-Permíteme explicarme- carraspeó Erwin. -No te estoy despidiendo, te estoy ascendiendo, pero no trabajarás para mí- Levi lo miró perplejo, no tenía paciencia para su explicación, la idea de separarse de él después de lo que había pasado le dolía como una yaga en su pecho.

-Necesito que hagas algo por mi, no te lo pediré como jefe, te lo pido como... algo más- Erwin le dio un trago al vaso de agua que descansaba en su mesa. Necesitaba aclararse la voz. -Quiero usar tu fuerza, extenderla lejos de mi, necesito que me ayudes, estarás directamente en el campo- Levi lo miraba atónito sin comprender aún.

-Estamos demasiado cerca y eso es peligroso. Es cuestión de tiempo para que te usen en mi contra, o para ti, ahora no sólo quieren acabar conmigo, si no también contigo.- La mirada de Levi se tornó triste, no esperaba este escenario.

-Nos hemos vuelto demasiado cercanos y eso es evidente-

Ante el silencio inconforme de Levi, Erwin tomó su mano, por primera vez después de la última vez que se habían tocado en la oscuridad, tres días atrás. Era un intento vano de traerlo de vuelta a la conversación, pero la mente de Levi estaba orbitando apenas en procesar la decisión de Erwin.

Erwin llevó la mano de Levi a su rostro, cerró los ojos y la puso justo frente a su nariz. La mano de Levi estaba ardiendo. Era una mezcla entre tristeza, vergüenza pero también, del deseo irreparable de tocarlo. Pasaron unos momentos así, procesando el dolor. De pronto la puerta de la habitación de Erwin se abrió de golpe, y tras ella, Hanji entró como un huracán al cuarto, sorprendiendo a ambos con las manos unidas.

-Eh hola, vengo por ti Erwin- Gritó Hanji, sin prestar mucha atención al detalle de las manos de ambos. Sus manos se separaron bruscamente y se aclararon las gargantas. Hanji tenía en sus manos un globo relleno de helio metálico que decía "ánimo abuelo" y junto a él un ramo de flores amarillas. -Es el único que encontré en la tienda de regalos-

Lazos de titanioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora