Año 844:
Todos hemos tenido uno de esos días en los que sabemos que es preferible quedarse en la cama, ya sea por flojera o por una enfermedad. Bien, pues el caso de la aspirante a recluta había sido el segundo.
— Como me duele la cabeza... — se incorporó en el colchón mirando hacia el suelo, enmarcando su rostro entre ambas manos mientras soltaba un suspiro.
Marie acostumbraba a ver a su hija correteando por toda la casa desde muy temprano, por lo que al ver que se estaba demorando demasiado en bajar, decidió subir a su habitación y ver qué ocurría.
— Helena, ¿te encuentras bien? — preguntó asomándose por el marco de la puerta tras haber llamado un par de veces.
— No mucho — se recostó hacia atrás, quedando bocarriba — Siento que me va a estallar la cabeza, y tengo bastante frío.
— ¿Tendrás fiebre? — se acercó a la rubia para tomar su temperatura con el revés de la mano, comparándola con la suya propia — ¡Tienes la frente ardiendo! — tocó sus mejillas está vez — Anda, recuéstate, mandaré a Lillith a avisar al doctor.
— No hace falta, de verdad... — intentó levantarse — Iré yo misma a su consulta si fuera necesario.
— Alto ahí — la detuvo — Quédate en la cama — ordenó — No vaya a ser que se complique y la cosa vaya a peor. El hijo de la vecina estuvo encamado por meses, al borde de la muerte.
— ¡Mamá! ¡No me asustes! — exclamó.
— Anda, déjame que te arrope bien, te traeré un poco de caldo para que entres en calor. Voy a avisar a tu hermana para que le pida al doctor más cercano que venga.
— De acuerdo — se rindió.
Tras salir por la puerta, la mujer fue en busca de la hija menor, quién había crecido mucho en esos dos últimos años, llegando a tener casi la misma estatura que Helena, aún llevándose cuatro años y medio.
La chica salió de casa, dejando a Marie en la cocina preparando una sopa. Caminó a lo largo de todo el mercado con una nota con el nombre de la calle a la que tenía que ir escrito a mano con caligrafía veloz. Se fue guiando por las palabras de aquellos que conocían la ruta para llegar hasta allí. Fue entonces cuando de repente dos hombres se le acercaron: uno de ellos era delgado y alto, otro, musculoso y robusto.
— Buenos días — saludo a ambos al verlos aproximarse — ¿Necesitan algo?
— No, no, nada — negó uno de ellos — Solo te hemos visto algo sola y nos hemos acercado a preguntar si todo iba bien.
Tal vez lo que hizo que no se alarmase porque ambos aparecieran repentinamente fue el hecho de ver que iban uniformados bajo el escudo de la policía militar, el cual ella conocía muy bien por su padre.
— ¡Ah, si! Es que ando un poco perdida... Estoy buscando esta dirección — les enseñó el trozo de papel.
— Ya veo... ¿Eres la hija del comandante, verdad? — la muchacha ladeó la cabeza — El comandante Pixis — volvió a decir.
— Si, es mi padre — afirmó — ¿Quieren que le deje algún recado de vuestra parte? — sonrió.
— Es ella — murmuró el hombre menos corpulento.
— ¿Ocurre algo? — frunció las cejas en una expresión de duda.
— Sabemos dónde está la calle que buscas, síguenos — la pequeña sonrió ante aquel acto tan cortés por parte de aquellos dos señores.
— ¡Muchas gracias!
Con toda la confianza y la inocencia de una chica de su edad, continuó su camino, dirigiéndose poco a poco a calles menos transitadas.
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Alas de libertad [Levi Ackerman x OC]
FanfictionA veces la lucha con nosotros mismos se hace más larga y compleja que la del campo de batalla, pero en un mundo en el que reina el caos, ambas guerras son necesarias para deshacernos de las cadenas que nos privan de nuestra libertad. α∂νєятєи¢ια: Pr...