Año 841:
El frío ha comenzado a llamar a la puerta de los habitantes del muro, siendo más gélido que de costumbre. Una temporada así solo traería desgracias, pues las cosechas podrían echarse a perder y como consecuencia, perder el ganado.
— Helena, ¿has terminado de dar de comer a las gallinas? — preguntó Marie, la esposa del comandante Pixis.
— Si mamá, ya está todo en orden — la joven se movía con pasos ligeros de arriba a abajo por toda la casa, recogiendo algunos trastos que estaban por medio y poniendo los cubiertos en la mesa.
— Gracias cariño, no sé como podría llevar esta casa sin ti — le revolvió el pelo — Oliver ha salido a coger leña, está volviendo a helar como anteanoche — la mujer removía el contenido de una enorme cazuela hirviendo a fuego lento — ¿Puedes prepararle el desayuno a Lillith? Estoy ocupada con esto — le pidió.
— Claro, subo a despertarla en un minuto, antes necesito alistarme.
— Vístete si quieres y ahora te recojo el pelo para que no te moleste demasiado — le habló mientras la chica subía las escaleras de dos en dos.
La chica eligió aquel vestido de un tono grisáceo que guardaba con mucho ahínco para ocasiones más especiales, y es que ese día era un día distinto, ya que vería a su padre tras varias semanas fuera por una misión. Seguidamente fue a llamar a la pequeña de la casa, quien dormía plácidamente desparramada en la cama.
— Arriba granuja — comenzó a hacerle cosquillas.
— ¡No! — rió.
— Pues... ¡llamaré a Oliver para que te despierte él! — dijo entrecerrando sus ojos.
— ¡Ya voy! — la menor se colocó los zapatos y comenzó a bajar las escaleras una a una, aferrándose a la barandilla como si la vida le fuera en ello.
Nada más bajar, la ojiverde mandó a su hermana de siete años al baño para que hiciera sus necesidades y se aseara con agua la cara y las manos antes de desayunar. Mientras tanto, preparó un vaso de leche y un trozo de pan con queso para ella.
— Come algo tú también — la regañó Marie — Parece mentira que le tenga que decir esto a una mujercita de doce años — bromeó.
— Voy — dijo alargando la "o" — ¡Lillith! ¡El desayuno está en la mesa! ¡Si tardas mucho me lo comeré yo! — la chica tomó un trozo de pan y comenzó a mordisquearlo mientras observaba como su hermana pequeña corría hacia el comedor.
Tras media hora llegó el mayor de todos los hijos de la familia Pixis, Oliver. Colocó los troncos en su lugar y puso algunos en la chimenea para avivar un poco el fuego.
— Hay que ver el frío que hace — murmuró frotándose las manos — ¿Dónde vas tan arreglada? ¿No pensarás salir así a la calle, no?
— Pues si — contestó firmemente.
— Te vas a quedar helada — frunció el ceño — ¿Por qué no te pones uno de mis pantalones de cuando era pequeño?
— Hoy viene papá, debo de estar presentable — le sacó la lengua, acto que la más pequeña también repitió — Tú también deberías de estarlo, parece que no te has duchado en meses.
— ¡Pero serás...! — se acercó a la rubia con intención de montar una de sus escenas matutinas en las que ambos comenzaban a pelear por cosas sin sentido.
— ¡Oliver! ¡Helena! — los regañó la mujer — ¡Venga, si estáis tan aburridos como para pelear, id al jardín a limpiar la nieve de la entrada! — puso sus brazos en jarra — Si es que no podéis estar quietos...
— ¡Ha empezado él! — se exculpó.
— ¿Pero qué dices? ¡Inventora! — comenzó a pellizcar una de sus mejillas.
— ¡Basta! ¡Fuera los dos! — ordenó la madre — Lillith, acábate todo el desayuno.
Ambos niños salieron a descubrir el camino desde fuera hacia la puerta de la casa con una pala cada uno. Entre palada y palada iban refunfuñando insultos que acabaron en algunos bolazos de nieve.
— ¡Me vas a manchar! — se quejó.
— Así luego te cambias ese vestido ridículo — se burló.
— Ya quisieras tú lucir como yo con este vestido — dio una vuelta sobre su eje, haciendo una pose al final.
— ¡Hey, Oliver! ¿Vienes a jugar a la plaza? — gritó uno de sus amigos desde fuera — Oh, buenos días Helena, ¿ya estás trabajando otra vez? — el chico se quedó mirando de arriba a abajo a la joven.
— Algo habrá que hacer para mantener el calor corporal — sonrió.
— Vete para adentro enana, no puedes hablar con mayores — el castaño empezó a darle empujoncitos a la chica para que se metiera en casa.
— ¡Oye! — no le dio tiempo a rechistar porque cerró la puerta delante de sus narices — ¡Yo hablaré con quién yo quiera!
— ¿Ya habéis terminado? Sentaos al fuego un rato para descansar — dijo la señora Pixis desde la cocina — ¿Y tu hermano?
— Fuera hablando con Raoult.
— ¿Ah si? ¡Luego se queja del frío! — apartó la olla del fuego y se limpió las manos en el delantal — Esto ya está — deshizo el lazo que ataba aquella prenda para la cocina y la colgó en un perchero — ¿Quieres que te peine? — la chica asintió, y la mujer, con manos habilidosas, hizo un semirrecogido a la rubia — Te ha crecido mucho el cabello, lo tienes precioso — pasó su mano entrelazando los rizos con sus dedos.
— ¿Si? — se giró a ver su rostro — No lo había notado.
— Eso es porque te pasas el día en las nubes, de arriba para abajo, leyendo y distraída con tus cosas — rió — A veces me pregunto a quien miras tanto por la ventana, porque puedes pasar horas y horas mirando por el cristal... ¿A caso te gusta algún muchachito? — sonrió con picardía.
— ¿Qué? ¡No! — se levantó de la silla rápidamente — Es que hay una mujer en el cuerpo de exploración que me llama mucho la atención, a veces la veo pasar montada a caballo, dirigiendo a toda una legión de hombres, y pienso que algún día quiero ser como ella.
— Pues me alegro que esas sean tus expectativas de cara al futuro — enmarcó su cara entre sus manos — Aunque también me da miedo, no quiero que te alejes de mí — apartó la mirada con tristeza.
— No te preocupes mamá, haré que estés orgullosa — sonrió — Prometo que haré todo lo que esté en mi mano para que no tengamos que vivir entre estos muros nunca más.
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Alas de libertad [Levi Ackerman x OC]
Fiksi PenggemarA veces la lucha con nosotros mismos se hace más larga y compleja que la del campo de batalla, pero en un mundo en el que reina el caos, ambas guerras son necesarias para deshacernos de las cadenas que nos privan de nuestra libertad. α∂νєятєи¢ια: Pr...