Capítulo 7: Un sueño por cumplir

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Año 845:

El día tan esperado por la ojiverde de ahora dieciséis años había llegado. Tras años de insistencia y preparación, por fin se encontraba frente a la puerta de la oficina en la que debía entregar toda la documentación necesaria para acceder a las pruebas de reclutamiento.

Su padre le había dejado claras las cosas. Aunque no fuera necesaria la mejor puntuación para entrar al Cuerpo de Exploración, si no estaba entre los diez mejores y le demostraba así que era apta para desempeñar su labor y sobrevivir al exterior, debería quedarse en casa y buscar otro "pasatiempo".

Tal vez por eso sus piernas temblaban un poco cuando estaba rellenando aquel formulario. Pero si quería cumplir su sueño, tenía que intentarlo. Bueno, más bien tenía que mentalizarse de que no podía permitirse el lujo de fallar.

— Esto es todo, ¿verdad? — extiende temerosa los papeles sobre la mesa de madera bajo la atenta mirada del encargado de las inscripciones.

— Helena Pixis... — el hombre hojea cada uno de los folios lentamente — Todo en orden.

Pues ya era oficial.

Con los nervios a flor de piel, Helena esperó con ansias a que la mañana siguiente llegase por fin, y aunque sabía que desearlo con fuerza no iba a conseguir que las horas fueran a pasar más rápido, seguía invirtiendo su tiempo en ello.

A la mañana siguiente, la chica se levantó dos horas antes de lo previsto. Se alistó haciéndose una cola alta y uniformándose para las pruebas. Mientras desayunaba, escuchó como la puerta principal se abría, detrás de ella asomaba la cara de su padre, quien había pedido un permiso especial para acompañar a su hija a tan ansiado día.

— ¿Estás lista?

— Como nunca — respondió con una enorme sonrisa, levantándose de forma veloz para dejar los platos en la cocina.

Padre e hija se pusieron en camino, galopando hasta el cuartel general, donde tendrían lugar las pruebas de recluta. Una vez en la instalación, la joven se separó de Dot, reuniéndose con el resto de compañeros que esperaban órdenes para actuar.

Cuando llegó el momento, la estruendosa entrada de Keith Shadis no dejó a nadie indiferente. Con tan solo una primera voz logró atemorizar a aquella multitud de inexpertos.

— ¡Tú! ¡¿Quién diablos eres?!

Una fuerte bocanada de aire emergente de la boca del instructor choca contra el rostro de la rubia, acompañada de una intensa mirada vacía que penetraba directamente en su alma. Había estado observando de reojo uno a uno los compañeros de su lado, que recibían los mismos tratos que ella.

— ¡Helena, señor! — grita efectuando el saludo con el que ofrecía su corazón.

— ¡¿Acaso no tienes apellidos?! ¡¿Eres una hija bastarda o qué?!

— ¡No, señor! ¡Pero creo que mis apellidos no son necesarios para ofrecer todo lo que tengo en pro de la humanidad!

— ¡Me importa una mierda lo que creas! ¡Tus apellidos!

Tragó en seco — ¡Pixis! ¡Helena Pixis!

Una pequeña sonrisa disimulada brotó de las comisuras del medio anciano.

— ¡¿Y a qué viene aquí la niña mimada del comandante Pixis?!

— ¡A luchar por la libertad y derrumbar de una vez por todas estos muros!

— ¡Quinta fila, media vuelta!

El rito de iniciación de Shadis logró que cada uno de los reclutas comenzase a ser consciente de donde se encontraban (o al menos que se lo imaginasen mínimamente) y a qué se enfrentaban. El trabajo del instructor era difícil, se enfrentaba a nuevas generaciones cada año, y ninguna de ellas se había cruzado cara a cara con un titán. Todo lo que sabían lo habían aprendido de un libro de texto de dudosa fiabilidad.

Volviendo al entrenamiento: Las pruebas de media tarde consistieron en comprobar el estado físico de los aspirantes; agilidad y flexibilidad, fuerza y resistencia. La intensidad de estas fueron tanta, que ni las ganas de la muchacha de convertirse en soldado lograron evitar que su estado la llevase a la "casi inconsciencia" al caer la noche.

El día siguiente se centró en la familiarización con el equipo de maniobras tridimensional. Se explicaron las partes de este y cómo colocarlo. Lo básico.

Para Helena fue muy fácil dominarlo, había estado practicando el equilibrio durante numerosas ocasiones para ello. Después de todo, contaba con la ventaja de tener a su padre para que le orientase en cuanto a las rutinas.

— ¡Reclutas del ciclo Nº102! — llamó la atención Keith — ¡La próxima prueba será de las más complicadas! ¡Tendrán que hacer uso del equipo de maniobras tridimensional y acabar con los titanes de la zona!

— ¿Ti-Titanes? ¿Tan pronto? — titubeó un chico con nerviosismo.

— Los titanes no son de verdad — aclaró el ayudante del hombre.

Varios de los presentes suspiraron al unísono.

— ¡No os quedéis ahí pasmados! ¡El tiempo ya ha empezado! ¡Seguid acumulando puntos para escalar en el ranking!

El sonido de las pisadas era acompañado por el polvillar que levantaban las suelas de las botas de los participantes. Helena se movía de arriba a abajo como si estuviera danzando en el aire, empuñando ambas espadas con fuerza en busca de su primera presa. Había decidido dejar de lado los primeros titanes, pues serían el blanco de todos los aspirantes. Avanzaba sin prisa pero sin pausa, ojo avizor, pendiente de cada rincón y cada sombra.

— Te encontré — usó una de las ramas de un árbol cercano para impulsarme y desensañó con todas sus fuerzas contra la nuca del títere.

Logró hacerse con una gran puntuación, posicionándose entre los primeros en la puntuación final. Aún quedaban un par de días, y la chica había empezado a creer que sería capaz de acabar la primera de la promoción. Había llegado la ansiada hora de descanso. Los reclutas se encontraban hidratándose y recuperando el aliento, mientras los superiores comentaban los resultados obtenidos.

— ¡INSTRUCTOR SHADIS!

La voz de un soldado galopando a toda velocidad resonó con fuerza a lo largo y ancho del terreno. Todas las miradas recayeron sobre el combatiente con el escudo de la policía militar. El miedo en su rostro se transmitió de unos a otros como si de un virus se tratase. Algo andaba mal.

— ¡HA CAIDO! ¡EL MURO MARÍA HA CAIDO!

[...]

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⏰ Última actualización: Aug 17, 2022 ⏰

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