Capítulo 4: "Algodones de azúcar"

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EDITADO

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—No, gracias— le dije y entré al baño sin girarme a mirarlo. Porque sabía que lo si lo hacía, me sonrojaría, y no, no quería eso

     Suspiré aliviada cuando cerré la puerta.

Giré la manilla que estába incrustada en la bañera, y dejé que el agua superficial llenára la misma que estába hecha de porcelana perfectamente limpia. Ya que no tenía que ir a trabajar me daría un merecido baño de inversión.

Me quité la ropa, até mi pelo en un rodete improvisado y entre a la tibia agua. Mi cuerpo se relajó completamente. La espuma parecía entrar en los poros de mi piel. Cerré levemente mis ojos para relajarme por completo.

    Nada se oía a mí alrededor. Todo era calmado y silencioso. Mis sentidos se agudizaron. Sentí una gran mano pasar con delicadeza por mi nuca. Abrí rápidamente mis ojos y giré para encontrarme con su mirada penetrante.

— ¿Qué haces aquí?— le pregunté nerviosa.

— Déjame ayudarte, preciosa— me dijo con una voz tan suave, ronca y delicada que por un momento pensé que no era el Diablo.

Tomó la esponja y comenzó a pasarla por mi hombro. Giré lentamente para que pudiera pasarla bien por mi espalda. Sentía el roce de sus fuertes dedos por mi piel. Era delicado y profesional.

Joder, era tan ardiente su contacto...

— ¿Te puede hacer una pregunta?—  le dije luego de unos largos minutos en los que cada vez me rozába con más delicadeza y la verdad es que eso me estremecía.

— La que quieras...— dijo sin dejar de pasar la esponja por mi espalda.

— ¿Puedes besar?— pregunte al tiro.

Mi garganta se secó, y por instinto tragué saliva rápidamente antes de que entrara en un ataque de tos.

— Claro que sí, pero nunca lo he hecho. Es algo que no me gustaría compartir con cualquiera...— dijo. Sin que me viera, sonreí levemente.

Giré y quedamos muy cerca. Yo estaba totalmente desnuda.

    El agua y la espuma cubrían mis senos y mi zona "V". Y al mi parecer, como me mirába estába irresistiblemente caliente.

    Su mirada se posó en mi boca. Mi respiración se agito un poco. Era tan bello, joder. Nunca había conocido a un hombre tan hermoso como él. Mordí mi boca levemente sin dejar de mirar la suya. Una boca es llamativa, su boca es llamativa. De labios perfectamente masculinos y finos. Parecían suaves y que estaban completamente llenos de deseo. Subí mi mirada hasta llegar a sus penetrantes ojos. Esa mirada celeste que parecían prometer el paraíso mismo me volvían totalmente loca.

De repente, sentí que la espuma se desvanecía y que iban mostrándo poco a poco mis redondos senos, por instinto, me undí un poco para taparme. Cosa que sé que Chandler se dió cuenta y relamió sus labios.

— ¿No se supone que el Diablo tiene cuernos y una cola larga y roja?— sé que fue estúpida esa pregunta, pero me ponía muy nerviosa el silencio que se había acumulado; además de que fué la primera pregunta que se me vino a la mente.

Soltó una carcajada, aún cerca de mi rostro.

— Ay preciosa, como me haces reír— dijo divertido y se puso de pie. Caminó hasta la puerta— Cuando salgas te cuento todo lo que quieras saber. El desayuno está listo.

— De acuerdo...— le sonreí levemente. Chandler salió y con él se llevó todo el fuego que había allí.

Luego de estar unos cuantos minutos dentro del agua, salí. Entré a mi habitación y me puse algo cómodo. Salí de la misma y el olor a medialunas llenó por completo mi cuerpo. Me acerqué a la cocina y la mesa estába bien puesta. De todo había allí. Tostadas, medialunas, rosquillas, tartas de fruta. ¡Hasta rosquillas!, amo las rosquillas. —Donas—.

Por Donde Pasas tú, pasa el fuego. | Chandler Riggs |    SIN TERMINARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora