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Cerré la puerta de la casa y caminé hacia el auto de Aaron. Él estaba esperándome allí dentro, con el motor ya encendido.

-Siento el retraso- sonreí con inocencia fingida.

Esperaba que lanzara algún comentario irónico como solía hacer, pero en lugar de eso, me miró de arriba a abajo, lentamente.

Okey. Sabía que mi nuevo look iba a sorprender, ¿Pero no era esa la idea? Que no me reconocieran.

Tenía unos pantalones negros ajustados  de cuero sintético, una blusa de color rojo con más de la mitad de la espalda descubierta, y unas sandalias de taco alto.
Sumado a mi nuevo corte de pelo, sin duda parecía otra. Mucho más... ¿Segura? ¿Sexy?

-Estás... Distinta- murmuró en respuesta, cuando me subí al auto.

-Lo sé, estoy siguiendo el plan de Jeremy a la perfección- reí.

Me sentía feliz porque hacía mucho tiempo no estaba tan segura de mi misma, tan cómoda con mi apariencia. Tan libre...
Carajo, de cuanto me había perdido.

Aaron carraspeó y aceleró. Pero no me respondió nada. Incluso no habló en todo el viaje. Pero no me preocupé, así eran la mayoría de los viajes con él, en silencio.

Una vez dentro del bar y en los puestos de trabajo, me puse a observar a las personas.
Todas disfrutaban al ritmo de la música y por un instante tuve envidia. Ojalá yo también pudiera estar tan tranquila.

Suspiré con pesar, y me giré hacia la barra.

Me encontré con una escena que me sorprendió: Aaron estaba bebiendo.

Él nunca lo hacía. Bueno... A veces si, tomaba un vaso de cerveza. Pero ésta vez era diferente. Bebía de la pequeña botella como si en ésta estuviera el líquido más delicioso del mundo.

Nadie estaba pidiendo tragos en éste momento, así que podía dedicarse a beber y beber...

-¿Aaron, estás bien?- pregunté gritando sobre la música, extrañada.

-¡Muy bien!- exclamó alzando su botella.

Lo miré sin creerle demasiado y recordé que él tenía que manejar.
Maldición, hacía mucho tiempo no lo hacía.



Unas horas después nuestro turno terminó, y como era de esperarse, Aaron estaba ebrio a más no poder. Por suerte, el jefe no lo había visto.

-Dame las llaves, por favor- repetí cansada por tercera vez.  Él estaba de brazos cruzados, increíblemente sexy, sonriéndome.

-Ven a buscarlas-

-Ya déjate de chistes, tengo sueño- mentí. Aunque si me decía una vez más que me acercara, no me iba a negar.

Bufando, se acercó a mí y me entregó las llaves del auto.
Se subió al asiento del copiloto y yo al del piloto. Puse en marcha el auto y procuré ir despacio, porque no conocía del todo el camino. Aaron, por fortuna, no habló en todo el viaje, tan solo me daba indicaciones de vez en cuando.

Una vez en casa me quité los tacos y suspiré con placer.

Aaron me observó desde el pasillo.

-¿Qué sucede?- pregunté frunciendo el ceño.

Él se acercó hacia mí.

-Gracias por manejar. Lamento que haya tomado así, me olvidé por completo del auto-

-No hay problema, antes solía manejar y lo disfrutaba- sonreí.

Aaron sonrió dejando escapar el aire de su boca.
Con cuidado extendió su mano y rozó con su dedo mi cara. Al instante me dí cuenta que estaba acomodando un mechón de mi pelo corto, detrás de mi oreja.

Su rostro reflejaba calma, sus ojos se paseaban por toda mi cara...

-¿Estás bien?- insistí. Estaba muy raro. Claramente el alcohol lo ponía distinto.

Asintió y bajó su mano.

-¿Quieres mirar tele?- dijo de pronto sorprendiéndome.

-Son las tres de la mañana-  reí ante su plan disparatado.

Se encogió de hombros.

-Es que no tengo sueño-

-Lógico, con todo lo que bebiste-

Se rió y sin esperar mi respuesta se sentó en el sillón y prendió la televisión.

Me senté a su lado disfrutando el momento. Era muy diferente a mi vida cuando estaba con Scott. Con él todo era aburrido, se hacía lo que él quería, y siempre había rutinas.

En cambio, Aaron era espontáneo, y me divertía mucho con él.

Mientras hacía zapping, en uno de los programas, apareció un policía.

Hacía muchos días que tenía intriga acerca de su misteriosa relación con Jeremy, de modo que aproveché su estado y pregunté.

-¿Cómo conociste a Jeremy?-

Aaron giró su cabeza rápidamente observándome.

Me dí cuenta entonces que había dicho algo que no debía.

Medio MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora