Capítulo 3

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Han pasado minutos, mi mirada se encuentra fija en el espejo en la espera de que ella aparezca nuevamente.

No lo hace.

La puerta se abre, dando paso a una chica de cabello y ojos oscuros. Al verme retrocede un paso, sorprendida y levemente apenada.

—Oh, hola.— Sonríe amablemente.—perdona, pensaba que estaba desocupado.

Mi mirada se encuentra con la suya. Ladeo mi cabeza al responder.

—Hola. No te preocupes, iba de salida. —digo.

Hace el intento de hablar de nuevo pero paso por su lado dejándola con la palabra en la boca.

Lo sucedido hace minutos me tiene aturdida, hoy definitivamente habían pasado tantas cosas y se deben a que él ha llegado. No sé quién se supone que es él, pero tiene la culpa de que ella aparezca en todos lados.

Me golpeo con algo duro que me saca de mis pensamientos y escucho una carcajada.

—¡Mierda! —chille mientras sobaba mi frente.— Maldita pared del carajo.

—¡Eliane Alessandra Divoc!—Exclama Helen horrorizada.

—Esas palabras vulgares, fueguito. —me regaña Nathaniel tratando de sonar sofisticado.

Los miro arrugando mi cara.

—Tú no te golpeaste con la jodida pared, imbécil.

Mi vocabulario de camionero salió a la luz. No podían culparme, me había dado fuerte.

Escucho una risa suave, busco con mi mirada y veo a un chico, ojos y cabello oscuro. Recuerdo inmediatamente las palabras de la pelinegra.

Nathan, el padre de Nathaniel interrumpe el momento indicando pasemos a la sala de estar. Una vez allí dice hacia mí.

—¿Recuerdas a los Rodríguez, Eliane?, Compartieron un crucero con nosotros hace siete años.

—Por supuesto.— sonrío.— Es un placer verlos nuevamente.

—Estás gigantesca.—Comenta la mujer.— El capullo se convirtió en una hermosa flor.

—Aunque su vocabulario deja mucho que desear.— Bromea su esposo.—Que bueno es verte otra vez, Eliane. ¿Recuerdas a nuestros hijos?

Dirijo mi mirada a su lado donde se encuentran los que pude reconocer como David, Daniel y por último Daniela, la chica con la que me topé en el baño.

Ésta familia parecían hermosos muñecos con sus cabellos lacios y ojos oscuros. Impresionantes genes latinos.

—Sí, ¿cómo podría olvidarlos?—Todos se ríen al escucharme.

—¿Debo volver a disculparme por lo del baño? De verdad pensaba que no había nadie.—Me indica Daniela acercándose a mí. —No quería hacerte sentir incómoda.

—No te preocupes por eso, de verdad no hay problema.

—Te veías confundida.

Abro la boca lista para decirle que no era nada de lo cual preocuparse cuando la campana me salva, Nathaniel entra en acción.

—Vamos afuera, dejemos que los viejos se acuerden de sus tiempos de antaño.

El timbre suena y me dirijo hacia la puerta, al abrirla me encuentro con unos ojos verdes y un cabello rubio.

—Buenas noches pequeña. ¿La familia Divoc vive aquí? —Sus ojos inmediatamente ven detrás de mí.

—Nathan Divoc— dice amistosamente.

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